Mogwai: Un grupo de película

Los reyes del 'post rock' han vuelto al cine con la BSO de 'Kin', y nosotros repasamos su carrera audiovisual, desde sus trabajos con Aronofsky hasta la actualidad.
Mogwai: Un grupo de película
Mogwai: Un grupo de película
Mogwai: Un grupo de película

El cine es un medio audiovisual, y eso tiene sus riesgos. Un mal uso del sonido puede hacer derrumbarse toda una película, igual que una banda sonora mediocre, o directamente mala, puede atentar directamente contra las emociones buscadas en cada escena. Por eso, la parte más intrínsecamente arriesgada del sonido, recae de lado de los músicos. Toda banda sonora ha de amoldarse a lo que pretende la película, sin convertirse en sonido de fondo genérico. Ha de tener la personalidad del artista, sin por eso comerse las imágenes. Y entre los músicos que han sabido conjugar ambas facetas particularmente bien, cabría destacar a un grupo de post-rock llamado Mogwai.

Mogwai es una banda escocesa formada en 1995 por los músicos Stuart Braithwaite, Dominic Aitchison, Martin Bulloch y Barry Burns. Con nueve discos de estudio en su haber, el primero de ellos (Young Team) aparecido en 1997, se suele considerar que sus primeros cuatro álbumes fueron culpables de la popularización y definición de lo que hoy consideramos post-rock. En esencia, un rock definido por un gran énfasis en la progresión, la construcción de paisajes sonoros, la ausencia de partes vocales y una construcción a base de estructuras circulares y crescendos.

Pero para cuando llegaron al mundo de las bandas sonoras, Mogwai ya no eran los mismos. Su cuarto disco, Happy Songs for Happy People, dividió a los fans, y el quinto, Mr. Beast, fue directamente vilipendiado. Y precisamente el sonido de este quinto album sería el que daría forma a la primera banda sonora del grupo, la de la película Zidane, un portrait du 21e siècle.

El documental sigue a Zinedine Zidane durante el partido del 23 de abril de 2005 entre el Real Madrid y la Villareal, siendo todo filmado con diecisiete cámaras sincronizadas. El resultado es un espectacular ejercicio de no-ficción en donde el cine, por una vez lucía realmente como lo describían sus apologetas. Bello, dinámico, sutil. Algo fruto de la banda sonora de Mogwai.

Aquí, como ya hemos señalado, el grupo siguió la hoja de ruta que habían practicado en Mr. Beast, su disco más polémico. Con bruscos cambios de tono, canciones muy agresivas, fugas espectaculares y construcciones atmosféricas que ponen todo el peso sobre ecos, distorsiones y disonancias, es un trabajo duro, pero no difícil. En parte porque también tiene algunas piezas más atmosféricas, de un post-rock más clásico, que acompañan y realzan los momentos de partido donde no necesariamente está ocurriendo nada, salvo la propia estrategia subyacente al hecho de estar jugando.

Eso no fue más que el principio Y, ese mismo año, el grupo contribuyó a otra banda sonora: la de La fuente de la vida, de Darren Aronofsky.

Siguiendo el tono espiritual de la película, el encargado de la partitura fue Clint Mansell (el compositor habitual de Aronofsky), mientras que la ejecución corrió a cargo de la banda y del prestigioso Kronos Quartet. Eso hizo que, en este caso, el cuarteto escocés se limitara a aportar un punto dinámico, añadiendo altibajos tonales, que dan vida a lo que no deja de ser un trabajo con el sello de Mansell donde tienen más peso las cuerdas del cuarteto que los intentos denodados de Mogwai por insuflar de gracia a una música encantada de servir apenas como fondo.

De ese modo terminarían el 2006. Sacando un disco de estudio y dos bandas sonoras, todo ello con un éxito desigual, ya sea por el lado de la crítica o del público. Y en ese momento, se sumaron en el silencio. Al menos, en lo que a bandas sonoras se refiere.

En 2008 sacarían el tibio The Hawk Is Howling, que no fascinaría ni a críticos ni fans en sus confusas intenciones, y ya en 2011 sacarían el que es hasta ahora su disco mejor recibido por el grueso de la comunidad musical, Hardcore Will Never Die, But You Will. Pero aún tendríamos que esperar un año más, seis después de sus primeras bandas sonoras, hasta el 2012, para escuchar la tercera de las bandas sonoras en las que han participado: la de la serie francesa Les Revenants.

Les Revenants, como bien es sabido, es una serie sobre muertos que vuelven a la vida sin motivo aparente. Y si bien sus intenciones no son ni uniformes ni antropófagas, la música que compusieron Mogwai para la serie hace una conexión clara: si son muertos que vuelven a la vida, lo lógico es hacer una banda sonora que sea la de una película de zombies.

Tomando como evidente inspiración la banda sonora que firmaron Godspeed You! Black Emperor para 28 días después, Mogwai retoman lo que hicieron en Hardcore Will Never Die, But You Will,  pero con un tono más íntimo. Y con "más íntimo" queremos decir "pausado". Todo son paisajes sonoros misteriosos, pegajosos y oscuros, con una evidente cualidad explosiva de fondo, incluso si sus melodías nunca llegan estallar. No tenemos fugas. No tenemos cambios violentos de tono. Todo está circunscrito a las texturas y su disposición, como si de repente Mogwai se hubieran convertido en una buena versión, pero aún versión, de Godspeed You! Black Emperor.

Su banda sonora para Les Revenants aún hoy es ampliamente celebrada. Pero, así y con todo, eso no significa que no se adentraran en un camino peligroso. Convertirse en lo que el público esperaba del género en cada momento y no en hacer algo que sólo ellos pudieran formular.

Para comprobar las consecuencias de esa evolución tuvimos que esperar tres años. En ese tiempo 65daysofstatic pasaron de ser un ingenioso grupo que hacía cosas con cierto encanto, a reformular el post-rock con Wild Light, un disco que combinaba a la perfección los ambientes de guitarra con los elementos de la música electrónica en un caleidoscopio fascinante de referencias. Como respuesta, Mogwai sacaron en 2014 su octavo disco, Rave Tapes, donde también mezclaban guitarras y electrónica con bastante menos fortuna. Algo que se apreciaría bien un año después, en 2015, en la banda sonora que firmaron para Atomic, Living in Dread and Promise de Mark Cousins.

Siendo un documental sobre la vida y los muertos en la era atómica, siendo todo un montaje de imágenes de archivo de las catástrofes nucleares ocurridas durante el siglo XX, cabría esperar que Mogwai volvieran sobre sus pasos. Más explosiones, más tensión, más viveza de espíritu. Pero hicieron todo lo contrario. Más progresivo, más ornamentado y más mirando hacia las estrellas que hacia el suelo, ya no queda agresividad alguna. Todo son texturas, melodías circulares y un sonido que, como en el caso de Les Revenants, es una excelente versión de la de otro grupo, pero sólo eso, una versión. En este caso, de 65daysofstatic.

Para hacer más dramático el que el referente se convierta en referenciador, 65daysofstatic no se quedarían quietos. Y en 2016 publicarían su banda sonora para el videojuego No Man’s Sky, que no sólo trabajaba en el mismo espacio que Mogwai, sino que lo superaba en absolutamente todos los aspectos posibles.

Llegados aquí Mogwai parecen viajar sin rumbo. Pero si las cosas van mal, pero comparativamente aún van bien, eso significa que aún pueden ir a peor. Y es que casi a la vez que 65daysofstatic sacaban su banda sonora para No Man’s Sky, Mogwai estuvieron presentes en la banda sonora de un documental sobre el cambio climático llamado Before the Flood.

Aquí Mogwai, como ya ocurrió en el caso de La fuente de la vida, no son nada más que las estrellas invitadas. Quienes componen y dirigen el espectáculo son Trent Reznor y Atticus Ross, conocidos por sus bandas sonoras para David Fincher. Y es que, con sólo cuatro canciones aportadas al conjunto, el grupo parece limitarse a seguir la partitura de Reznor y Ross, aportando poco más que ciertos toques explosivos, casi como un inane grito de socorro de un grupo que ya parece fagocitado por su propia leyenda.

De ese modo, con Mogwai en el punto más bajo de su carrera, llegamos a 2018. Publicando en 2017 su noveno disco, Every Country's Sun, un buen disco para cualquier otro grupo, pero algo absolutamente mediocre para los cánones de los escoceses, algo hizo 'clic' en ese momento. Primero fue la salida del segundo EP del disco, donde había una canción descartada (Eternal Panther) que recuperaba lo mejor del estilo de Mr. Beast encapsulado en un tema de menos de tres minutos donde el ruido, el eco y la línea melódica heredera del pop elevan al grupo a un nuevo campo de posibilidades: construir canciones que sean puro Mogwai y tengan un atractivo marcadamente popular.

Algo que no fue muy bien recibido por sus fans. Fans que, frapuccino en mano, sólo parece interesarles el grupo cuanto más se acercan a lo que sólo puede escucharse en un bar con un aforo máximo de treinta personas y proyecciones de Koyaanisqatsi en las paredes.

Para desgracia de esos mismos fans, Kin, la película de ciencia ficción dirigida por Jonathan Baker y Josh Baker, bebe infinitamente más de Eternal Panther que de cualquier cosa que sí pasara el corte de Every Country's Sun.

¿Qué significa eso? Que, en sus mejores momentos como música de ambiente, esta banda sonora es la mezcla de dos Mogwai: el trabajo con las texturas que han ido desarrollando los últimos Mogwai con la realización más contundente de los Mogwai de Mr. Beast. Eso hace que el conjunto sea oscuro, dinámico, explosivo; muy personal, pero también más maduro y matizado. Algo a lo que ayuda que, para cerrar, se permiten un acercamiento más pop en We’re Not Done. Una canción que podría leerse como una declaración de intenciones, no sólo por su título, en su seguir letra por letra el estilo de Eternal Panther, algo menos pasado de revoluciones.

Que Mogwai entraron en el mundo de las bandas sonoras con el pie cambiado es innegable. Perdidos durante mucho tiempo, no han aportado algo realmente propio en mucho tiempo. Y aun así, ninguna de sus bandas sonoras es menos que notable. Algunas de ellas, incluso son excelentes. Pero hasta ahora les faltaba ese algo que los convirtió en un grupo de referencia y que, en el mundo del cine, podía resultar tan valioso.

Ese algo es lo que han mostrado en la banda sonora de Kin. Un trabajo valioso y personal que aporta un tono completamente diferente a la película, elevándola estéticamente más allá de lo que sus imágenes pueden hacer por sí solas.

Porque esa es la labor del sonido en el cine. Ser aquello que enfatice y amplifique los sentimientos que intentan transmitirnos las imágenes.

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