Mario Casas: "Creo que tengo que darle un descanso al público"

Mario Casas: "Creo que tengo que darle un descanso al público"
Mario Casas: "Creo que tengo que darle un descanso al público"
Mario Casas: "Creo que tengo que darle un descanso al público"

Hay unas caras pegadas al cristal de la ventana con los ojos muy abiertos, niñas acechantes. “Si quieres podemos ir a otro lado para hacer la entrevista”, le dice la jefa de prensa de Toro a Mario Casas mientras él niega con la cabeza. “No importa –contesta con naturalidad–. Si vienen les decimos que después”. El actor que todavía levanta taquillas en estos tiempos inciertos del cine español aparece muy tranquilo en el Hotel de las Letras. Lleva un corte de pelo moderno, más de Malasaña que de la Marbella que Kike Maíllo (Eva) se inventa en su segunda película, thriller de una España distorsionada y kitsch que hoy inaugura el Festival de Málaga. Lejos de aquel macarra de los bajos fondos, el peinado de Mario Casas tiene más que ver con el hípster al que interpreta en El bar, película que acaba de rodar con Álex de la Iglesia y que, de hecho, es su tercera colaboración con el director de El día de la bestia, después de Las brujas de Zugarramurdi y Mi gran noche. Y es que el actor de Tres metros sobre el cielo lleva enlazando proyectos prácticamente desde que lo conocemos. Dejando atrás Ismael, Los 33 y la exitosa Palmeras en la nieve, y con Toro, El bar y Contratiempo todavía por estrenar, nos cuenta que cree que es tiempo de echar el freno, que lo mejor es que el público descanse de verle en pantalla. Algo con lo que las niñas que nos espían desde la Gran Vía estarían, nos tememos, en absoluto desacuerdo.

¿Te costó mucho convertirte en Toro?

A mí es lo que más me gusta del trabajo de actor, poder interpretar personajes que me den vuelo a la creación. No sé si el espectador se dará cuenta pero en Toro llevo un bucal que me ensancha la boca y me saca la mandíbula para fuera. Quise llevar también algo para ensanchar la nariz que al final en plano no daba bien. Lo que quería era animalizar al personaje. Me rapé la cabeza, probamos las patillas… Yo le propuse esto a Kike y él es un director muy de comprar ideas. Aunque, es verdad que al principio estaba asustado. Yo le llegué como una bestia parda, como un animal, de haberme metido cinco meses en el gimnasio. Yo querría haber hecho algo más bruto aún. Tanto que él y Fernando Navarro [el coguionista con Rafa Cobos] me pidieron que parase. Me miraron y me dijeron: “¿Pero qué estás haciendo? Para, para”.  Kike es un tío muy estético y ninguno quería que mi personaje cayese mal. Paré en el gimnasio pero le empecé a proponer estas cosas.

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¿Y a nivel psicológico, cómo preparaste el personaje?

Emocionalmente lo pasé mal. Mi personaje es un tipo traumatizado, un chaval desestructurado emocionalmente que se dedica a robar con su familia. Conoce a una chica, el personaje de Ingrid García Jonsson, e intenta salir de esa vida, pero en el último atraco le pillan. En el set estuve muy opaco, muy oscuro. La gente del equipo me conoció en la fiesta de fin de rodaje porque en lo que duró estuve muy encerrado. Me decían “Ostras tío, eres un tío abierto”. Igual que a Tosar le funcionaba lo contrario, jugaba mucho con el equipo, a mí mi personaje me pedía estar encerrado.

¿Tenías algún referente en la creación del personaje?

Sí, Javier Bardem en las primeras pelis, en Jamón Jamón y Huevos de oro, sobre todo. También, El Odio, y por supuesto Drive, que me parece un peliculón. Only God Forgives me parece más apretada, pero Drive me encanta.

Es verdad que tu personaje es un poco como ese caballero medieval, ese samurái con código de la película de Nicolas Winding Refn.

Él es un toro, es un animal, es un tío duro pero tierno, noble. Si lo dejas tranquilo no va a hacer daño a nadie pero si lo encierras en un establo y le quieres pegar una puñalada va a salir embistiendo, con la violencia, matando.

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¿Cómo ha sido trabajar con Kike Maíllo?

Kike me propuso la peli hace años. Era una peli distinta. Era una historia de un padre y una niña y un tipo al que se encuentran. Cuando vi Toro me sorprendió mucho, había cambiado un montón de la película que rodamos. Kike quitó muchas escenas emocionales. A mí me sorprendió esa cosa decadente que tiene la película, el punto hortera, macarra, ochentero-noventero, a ratos es como un western… Me encanta que sea una peli tan arriesgada, tan auténtica y valiente. Es una peli muy de autor. Kike Maíllo es un talento, tiene mucho que contar. Va a dar otros puntos de vista en el cine español.

¿Intimida trabajar con actorazos como José Sacristán y Luis Tosar?

Para mí Luis Tosar es un referente. Y desde que he trabajado con él, más. Es tan de verdad, tan buen compañero… Trabajar con él, igual que con Sacristán, es trabajar con actores que se convierten en líderes del rodaje a base de energía. Y sí, Sacristán me intimidaba. La primera secuencia que tenía con él era la del restaurante cuando voy a que me devuelva a la niña. Yo naturalizaba mucho el personaje y él no. Con esa voz y ese poso. Kike me decía que no funcionaba. Yo ahí tuve que crear un código y arrimarme a su templanza, a su voz, a su pausa. Da respeto pero, a la vez, te da más ganas de prepararte más, de concentrarte mucho para estar a la altura. A mí me ha gustado luchar con ellos desde la honestidad y el trabajo. Sobre todo, porque yo daba y ellos respondían. Y eso es lo más importante de nuestro trabajo.

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¿Cuál fue tu implicación en las escenas de acción?

Kike contó conmigo mucho para la acción, que era muy importante en la película. En las persecuciones por el centro de Málaga, por ejemplo, casi siempre conducía yo. Así que no sólo confió Kike en mí. También Luis [Tosar], sentándose a mi lado. Arnau Valls, el dire de foto, se enfadó y se bajó del coche. Me gusta el deporte, soy hábil para ese tipo de cosas. Si no he rodado algo en Toro ha sido porque había una doble unidad o porque era muy peligroso. Pero no era hacer por hacer. Era una forma de que mi personaje cogiese vuelo, de que el espectador creyese que era yo en el noventa por ciento de las secuencias. Odio ver una peli de acción y que me escondan al actor. Kike me dijo: “Hasta que los productores digan basta”. Y así fue. He recibido patadas en la cara, puños, y he dado también. Queríamos  hacer algo muy bruto, sartenazos, navajazos, una acción más ibérica.

Eres de los pocos actores que hacen que la gente vaya al cine a ver las películas. ¿Lo vives como una responsabilidad?

No, el público siempre viene después. Si pensase en él, empezaría el recorrido del personaje o de la peli desde un lugar que no tendría mucho sentido. La responsabilidad que siento es gustar al director. Esos son los miedos que tenemos los actores, los del casting, los de la primera lectura del guión, de que el productor no se eche atrás. Y nos pasa a todos. Por ejemplo, en El bar, que es la tercera peli que hago con Álex de la Iglesia… Estaba en la primera lectura de guión y estaba sudando. Los miedos siempre son los mismos, tienen que ver con la superación, además de con no querer defraudar. Pero esa superación es donde se hacen las carreras. A ver, que hay carreras que son siempre hacer lo mismo. Igual si viniese alguien y me dijese "Vas a hacer tu personaje de Tres metros sobre el cielo siempre", te firmaba. Pero a mí me parece muy interesante jugártela, si tienes la posibilidad, hacer cada vez cosas distintas. En Contratiempo hago otro papel totalmente diferente, un empresario joven y exitoso… Al jugársela, a veces sale bien y otras mal, pero ahí está el crecimiento de un actor. Y en ese momento nunca estoy pensando en el público, porque si no haría lo que ya sé hacer. En el público pienso después, cuando se estrena la peli, deseando que le guste. Cuando veo la peli por primera vez siempre pienso que lo he dado todo haciéndola, que lo he hecho lo mejor que he podido, que me he dejado la piel. Y espero que el público vea eso, porque creo que es sobre todo una cuestión de energía y que se transmite.

En Toro se vislumbra una España de redes clientelares y corruptelas. ¿Hablabais de esa España durante el rodaje?

De esa España le encantaba hablar a Sacristán. Él hablaba mucho de ese trasfondo, enfocaba mucho la peli por ahí. Kike ha intentado recrear una España que todos tenemos en mente, esa España muy pintoresca, aunque la peli tenga un punto irreal. Ese Torremolinos no existe. Pero es que si tú miras atrás, si miras la historia reciente de España y cómo era la sociedad, piensas ¿eso es real? ¿esos éramos nosotros? Y sí. Es como otro planeta. Ahí Kike hizo un gran trabajo con Arnau. El resultado es poco natural, poco terrenal. Pero es que el recuerdo que tenemos de esa España es así.

¿Qué planeas hacer después de la promoción de Toro?

Me apetece irme fuera. Igual acabo cerca, en Londres. Me apetece desconectar y creo que tengo que darle un descanso al público. Quiero parar un momento y aprovechar para estudiar si surge algún curso interesante. Es que me han llegado muchos proyectos en los últimos tres años y es muy difícil decir que no. Los actores necesitamos todo el rato ese chute de estar activos y, sobre todo, interpretando.

Toro se estrena el 22 de abril.

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