The International

Nando Salvá

ES DIFÍCIL IMAGINAR MEJOR MOMENTO que éste (en el que la fe ciudadana en las instituciones financieras y más escándalos como el caso Madoff están por salir a la luz) para el estreno de un thriller acerca de un banco malvado. Es por eso una lástima que en The International los tétricos villanos (que blanquean dinero y ordenan asesinatos políticos) sean frustrantemente genéricos, no muy distintos de los bufetes de abogados de las novelas de John Grisham o los traficantes de drogas y/o armas de incontables actioners. Tanta es la falta de identidad de la película que es inevitable compararla con la saga de Jason Bourne y las más recientes aventuras de James Bond (que su argumento sea un cruce entre Casino Royale y Quantum of Solace es coincidencia). El director Tom Tykwer, sin embargo, prefiere citar como referentes los thrillers conspiranoicos de los años 70, y es cierto que, como aquéllos, The International enfrenta a gente corriente contra implacables poderes fácticos. En concreto, acompaña a un héroe reticente, motivado menos por una ideología manifiesta que por la necesidad de redención de un error del pasado. El carisma mundano e impávido y la fachada de honestidad que una vez más exhibe Clive Owen casi logra mitigar tanto diálogo banal, tanta falta de tensión o suspense, tanta acumulación de ideas y subtramas resueltas de forma mecánica. Tykwer raramente logra inyectar la narrativa de un tempo apropiado y, como resultado, el ritmo es demasiado lento en las escenas expositivas y demasiado frenético en las secuencias de acción. Entre estas últimas, todo sea dicho, se incluye uno de los tiroteos fílmicos más excitantes desde el climático atraco de Heat, en el que un rutinario trabajo de vigilancia se convierte en una épica y ruidosa coreografía de la destrucción en la que el interior del Museo Guggenheim de Nueva York queda literalmente hecho añicos. Por contraste, la brillantez de la secuencia sólo acentúa todo cuanto de insulso tiene el nuevo trabajo de Tykwer, un consumado autor que hasta en sus películas más flojas ha mostrado una personalidad de la que The International carece.