Moonlight

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Negro, pobre y gay. La historia de Chiron, un personaje nacido en una obra teatral (y casi autobiográfica) de Tarell Alvin McCraney, tenía todos los números para convertirse en una postal del espanto urbano, de esas que se regodean en la indignidad como quien hurga en una herida y que acaban rematadas, bien con desesperanza (si se las elabora con Cannes en el horizonte), bien con una redención hipócrita, si a lo que se aspira es a un Oscar. Así pues, lo que más sorprende de Moonlight no es la naturalidad, ligereza casi, con la que aborda sus temas: al fin y al cabo, el director Barry Jenkins conoce de primera mano los guetos de Miami, algo que vacuna su mirada contra el turismo de la miseria. Lo pasmoso de esta película (o, más bien, de sus circunstancias) es la soltura con la que se está abriendo camino en la temporada de premios pese a saltarse muchas normas aceptadas del llamado ‘drama social’. Contando ni más ni menos que la construcción de una identidad, lo cual ya es mucho.

Hablando acerca de Moonlight, Jenkins ha mencionado a Lynne Ramsay y Ratcatcher, a Richard Linklater y Boyhood, a Hou Hsiao-hsien y al escritor James Baldwin. Pero también ha hablado de tendencias en la música afroamericana que, como las remezclas chopped and screwed, envuelven historias brutales en panoramas sónicos de una delicadeza casi alucinatoria. Y, a lo mejor, esa influencia resulta más reveladora que cualquier análisis de imágenes. No sólo porque la puesta en escena parezca deslizarse sobre la truculencia de la historia, más que pisar sobre ella, o porque el relato estructure sus tiempos de esa forma (entre fragmentada y demasiado intensa) con la que muchos, sin distinción de raza o clase, habitamos nuestros años de inmadurez. También porque este filme es una historia de indefinición. De una vida en constante riesgo de quedar hecha trizas, no por la falta de opciones (aunque también), sino por tener que elegir entre muchas, y ninguna buena.

“Bajo la luz de la luna, los negros parecemos azules”, dice ese traficante (Mahershala Ali) que supone la presencia más amable de Moonlight, y también su mayor punto de ambigüedad moral. Como todos sabemos que “blue” equivale a “triste” en el inglés coloquial, la clave es evidente: abordando tópicos de forma novedosa (ese último tercio, con su arquetipo gangsta como ejemplo de masculinidad dañina), Jenkins nos hace intuir verdades que nunca nos explicó The Wire, básicamente porque atañen más a los corazones rotos que a los alijos y las pistolas en la guantera. De esta forma, Moonlight consigue que nos preocupemos por ese chaval que se llama como el centauro entrenador de héroes, y que confiemos en oírle decir “¡Todo es santo!”, como su tocayo en la Medea de Pasolini. O “Cada negro es una estrella”, como Boris Gardiner en ese tema sampleado por Kendrick Lamar. Y todo ello, además, sin alardes ni alharacas, pero con una técnica suntuosa e interpretaciones (¡Naomie Harris!) que tardan en olvidarse. Ante todo eso, ¿qué demonios importa un Oscar?

Valoración:

FICHA TÉCNICA

Moonlight
  • Director:

    Barry Jenkins

  • Género:

    Drama

  • País:

    EE UU

  • Sinopsis:

    Chiron es un joven a quien sus compañeros llaman despectivamente Little. Su madre es adicta al crack y sobrevive intentando sin apenas relaciones hasta que conoce a Juan, un traficante de drogas, que será el padre que no tiene y le ayudará a aceptarse a sí mismo. Y aprenderá a aceptar su sexualidad gracias a su único amigo. Dividida en las tres etapas de su vida es un 'coming of age' situado en el Miami pobre y negro.

  • REPARTO: Naomie Harris, Janelle Monáe, Mahesala Ali

  • GUIÓN: Barry Jenkins

  • VEREDICTO: ¿Una obra maestra? Ni lo sabemos, ni nos importa: estamos demasiado ocupados esperando la siguiente película de su director.

  • DURACIÓN: 111 min.

  • DISTRIBUIDORA: Diamond Films

  • ESTRENO: 10/02/2017

  • imdb: https://www.imdb.com/title/tt4975722

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