Miedos

VER UNA PELÍCULA NUEVA de Joe Dante hoy es como releer la vieja colección de cómics que acumula polvo en tu trastero. Sólo necesitas un vistazo para que un montón de imágenes, diálogos e historias empiecen a zumbar en tu cabeza. Miedos es de 2009, pero no hay un

solo motivo para que este director no la hubiese rodado a continuación de Exploradores (1985). Son los mismos chavales e incluso el mismo temor: perder su capacidad para asombrarse e imaginar. Vamos, convertirse en aburridos adultos. Una trampilla en el sótano –a la vez escenario, motor y personaje en la aventura– contiene esa amenaza, aunque también impide a estos chavales hacerla frente y superarla de una vez por todas.

Lamentablemente, el gran problema al que se enfrenta Miedos no tiene que ver con la propia película –correcta, algo tosca en su sucesión de acontecimientos, pero con ocurrencias que la elevan por encima de la media–, sino con el paso del tiempo. Ya puede venderse como una película en 3D e incorporar referencias contemporáneas para provocar la empatía, que para los espectadores de ahora seguirá resultando una película atrapada en lo antiguo y lo pasado de moda. Hay unas cuantas generaciones naturalmente indispuestas a los FX artesanales, los guiños a la auténtica serie Z y las buenas intenciones.

Un ejemplo para ilustrar todo esto: en los 80 un protagonista (Chris Massoglia) que dibuja guay habría sido el espejo en el que se mirasen miles de adolescentes inadaptados. En cambio hoy

hasta los más pringados le miraría por encima del hombro. “¿Ni siquiera tiene un coche que se convierte en robot?”, le preguntarían estos chavales a Dante.

MANUEL PIÑÓN