En el fondo, Seth Rogen y sus amigotes (Evan Goldberg, Michael Cera, James Franco y el resto de la pandilla) son como niños que juegan a ensuciarse. A veces nos reímos con ellos, a veces dan pena... y, en ocasiones, desatan las iras de los adultos más rancios. Véase para probarlo la están liando en Francia a cuenta de La fiesta de las salchichas: la película animada y escatológica sobre sexo, comida y crisis de fe ha recibido la calificación para menores de 12 años en el país galo, lo cual ha puesto de uñas a La Manif Pour Tous ("La manifestación de todos"), un colectivo de asociaciones organizado para boicotear la oposición al matrimonio igualitario y a los derechos LGBT en general. Pensemos en un HazteOir o un Foro de la Familia del país vecino, y no iremos desencaminados.
"Explicadnos por qué habéis autorizado la exhibición de una orgía para toda la familia": así es como interpela La Manif Pour Tous al comité francés de calificación de películas en un ofendido tuit, acompañado de imágenes explícitas (o así) de La fiesta de las salchichas. Asimismo, informa AV Club, la web religiosa Info Chretienne ("Información cristiana") también la ha emprendido contra el filme, apelando a los cabezas de familia en estos términos: "No dejéis que la poderosa industria del porno convierta a vuestros hijos en futuros zombies drogadictos". "¡Los efectos de la pornografía sobre el cerebro son comparables a los de la heroína!", prosigue el sitio.
Protestando de esta manera contra la cinta de Rogen y Goldberg, la derecha cristiana de Francia ha dado lugar a varias paradojas. La primera llega si recordamos que, en el país vecino, Cincuenta sombras de Grey recibió también una calificación para menores de 12 años (con lo cual, por lo que se ve, los censores supieron medir bien el auténtico potencial transgresor de ese filme). Después, conviene recordar que, en Suecia, La fiesta de las salchichas recibió una calificación para menores de 7 años acompañados. Y, por último, señalemos que la película no es sólo una exhibición de guarrerías, sino también una reflexión muy amarga (y muy atea) sobre la religión. Pero los proponentes del boicot, según parece, se han quedado sólo con lo evidente.
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