#TERRORMANÍA: Las películas de Stephen King, de peor a mejor

La fecunda obra del escritor de Maine ha dado pie a muchas grandes películas, y también a unos cuantos truños abismales.
#TERRORMANÍA: Las películas de Stephen King, de peor a mejor
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Stephen King en Creepshow.
#TERRORMANÍA: Las películas de Stephen King, de peor a mejor

Hay que quererle: no sólo por su campechanía, ni porque siga reconociendo que su mayor vicio (y mira que los ha tenido) es el de escribir, aun tras haber publicado 50 novelas y más de 200 cuentos. Si, a sus venerables 67 años, Stephen King nos inspira tanto respeto como ternura, es porque en el fondo nunca ha dejado de ser un fan venido a más. Tremendamente irregular en su producción, como suele suceder con los autores así de prolíficos, este señor nacido en Maine vive su vida de creador como el proverbial niño en la tienda de caramelos, lanzándose a probar todas las variedades literarias (pero dejando siempre claro que el terror y lo fantástico son sus géneros del alma), aguantando los palos de sus enemigos en el mundo académico (Harold Bloom, el 'archicrítico' de EE UU, se la tiene jurada) y propinando sus propias collejas, como pueden atestiguar Stephenie Meyer Crepúsculo. Ah, y también haciendo historia del cine.

Además de un currículum impresionante en la letra impresa, Stephen King cuenta con 189 créditos como guionista, en multitud de géneros y de formatos (sus obras han dado lugar a series y telefilmes, así como a una enorme cantidad de cortometrajes). Por supuesto, la suma de tanto título ha dado lugar a unas cuantas obras maestras y también a una buena colección de truños. Y por eso dedicamos este informe a repasar su huella: a continuación encontrarás unas cuantas películas tremendamente espantosas (y no por los sustos, precisamente), algunos títulos menores que deberías revisar, y cinco peliculones que nunca deberías perderte.

La rebelión de las máquinas (1986)

Universalmente aclamada como la peor adaptación al cine de una obra de Stephen King, La rebelión de las máquinas cuenta con una distinción especial: su director fue el propio King, en el cénit de su fama ochentera y puesto hasta las cejas de cocaína. Con un guión que hace aguas por los cuatro costados, un montaje que supera todos los parámetros de lo churrigueresco y un reparto ocupado en preguntarse qué demonios está haciendo ahí (especialmente Emilio Estévez, quien sin duda se acordaba mucho de su hermano Charlie Sheen cuando veía al director), el filme cuenta sin embargo con una cañera banda sonora de AC/DC, y con unos valores de producción tan abisales que, a falta de otros méritos, permiten echarse unas risas con los amigos. Ahora bien: a su remake televisivo Trucks (1997) hay que negarle la gasolina súper.

Thinner (1992)

Con su grotesca premisa y su implacable desarrollo, Maleficio queda sin duda como uno de los trabajos literarios más terroríficos de Stephen King. O más bien de Richard Bachman, el seudónimo con el que el escritor desahogaba su grafomanía a comienzos de los 80. En cambio, el director Tom Holland (Noche de miedo, Muñeco diabólico) no anduvo muy lucido cuando le tocó adaptarlo al cine, pese a que su película respetaba bastante la historia de Billy Hayeck, obeso abogado condenado al adelgazamiento por una maldición gitana. Lo peor de Thinner no es la baja calidad de sus efectos especiales, ni su seriedad impostada, sino el hecho de que, más que asustarnos, o que hacernos reír involuntariamente, acaba dejándonos igual.

Alianza macabra  (1995)

Allá por 1979 (¡qué tiempos!), un Tobe Hooper en estado de gracia había rodado El misterio de Salem's Lot, estupenda adaptación de uno de los primeros éxitos de Stephen King. Por desgracia, el Hooper de 1995 ya no era el mismo de aquella miniserie televisiva, y menos aún el de La matanza de Texas Poltergeist. El hecho de que estemos ante una película de terror cuyo monstruo es una máquina caníbal de doblar pantalones (al escritor, por lo que se ve, le marcó su etapa como empleado en una lavandería) no salva a la cinta de unos efectos especiales tan carentes de presupuesto como de gracia, y menos aún de la presencia de un Robert Englund (Pesadilla en Elm Street) sin garra ninguna.

Sonámbulos (1992)

Está claro: en 1992, Stephen King habría hecho bien dejando el cine en paz y marchándose a la Expo de Sevilla con su familia. Porque, además del pinchazo de Thinner, aquel año también llegaron a las pantallas otros dos títulos muy deficientes que contaban con su nombre. El primero fue El cortador de césped, irrisorio megaflop del cual el propio King hizo retirar su nombre, y al que dejamos en paz (aunque no se lo merece) dado que no es un filme de terror, sino un thriller tecnológico. La segunda de dichas aberraciones fue esta peliculilla que buscaba darle un giro al género de hombres-lobo, cambiando a los licántropos por hombres-gato. La intención era entregar un trabajo de terror sexual y edípico con ecos de La mujer pantera, pero el resultado acabó necesitado de una visita al veterinario.

El cazador de sueños (2005)

Tenía una novela bastante estimable como punto de partida. Tenía a Morgan Freeman, saltándose su encasillamiento como abuelete guay para hacer de villano. Tenía a un tipo tan solvente como Lawrence Kasdan en la silla de tijera, y a nada menos que William Goldman (Todos los hombres del presidente, La princesa prometida) como guionista. Y, sin embargo, la primera novela de King tras el accidente que casi le cuesta la vida en 1999 pasó al cine en forma de una película que los críticos recibieron a dentelladas, que fracasó en taquilla y que (según comenta el propio Kasdan) mandó la carrera de su director al desguace. Por lo visto, King vendió los derechos de la adaptación por la módica cantidad de un dólar. Vistos los resultados, mucho fue.

Los chicos del maíz (1984)

Tras nada menos que seis secuelas, a cual más desangelada, más un remake (2009) y la secuela del remake (2011), Los chicos del maíz ha quedado como uno de los productos menos prestigiosos del cine kingiano. Craso error, a nuestro juicio. Al igual que el relato que le sirve de partida, el primer filme de la franquicia resulta una atinada colisión entre dos de las principales influencias del escritor: el terror cósmico de H. P. Lovecraft y los espantos cotidianos de la gran Shirley Jackson. A partir de esas fuentes, el resultado es una fina sátira de la derecha religiosa y agrícola de EE UU, aquella que por entonces suponía uno de los principales apoyos electorales de un tal Ronald Reagan. Si estas razones, y la presencia de Linda Hamilton, no sirven para despertar tu interés, discúlpanos cuando te ofrezcamos en sacrificio a El Que Camina Detrás De La Fila.

Christine (1983)

Citemos un hecho cierto: Stephen King es un macarra. Además de su cuantioso historial toxicómano, el autor de Maine siempre le ha profesado un amor incondicional al rock más grasiento y, sobre todo, a los vehículos de gran cilindrada y motor insaciable. Normal, pues, que su novela protagonizada por un automóvil asesino (un Plymouth Fury de 1958) tuviese como director a otro macarra ilustre: John Carpenter. El director de La noche de Halloween quería llevar al cine la novela Ojos de fuego, pero tras el fracaso en taquilla de La Cosa dicho libro quedó fuera de su alcance (acabaría siendo adaptada en 1984, con Drew Barrymore de protagonista). Carpenter se sobrepuso filmando una secuencia inicial antológica, ausente en el original, y entregando un clásico menos con mucho gracejo.

La zona muerta (1983)

Como sabemos, King sigue teniendo enfilado a Stanley Kubrick, pese a que el genio del Bronx lleva ya 16 años muerto y enterrado. Aun así, reconozcamos que el escritor se ha enfrentado a otro cineasta igual de duro de roer: un tal David Cronenberg. El canadiense morboso se encargó a regañadientes de adaptar esta historia precognitiva y apocalíptica, rechazando el guión escrito por el propio King y negándose a contar con Bill Murray como protagonista en favor de un Christopher Walken tan espectral como siempre. Al final, tanto tira y afloja fue para bien: la película resultó angustiosa y hermética, contando entre sus fans (¡sorpresa!) al mismo escritor. "¿Qué tendrá ese que no tenga yo?", debió pensar Stanley.

Creepshow (1982)

Medianamente irregular, como suele ocurrir con las películas episódicas, Creepshow adapta cinco historias breves rescatadas por King para la ocasión. ¿Por qué, pues, es digna? Para empezar, porque rinde un cachondo homenaje a los tebeos de terror clásicos, como Historias de la cripta. Para seguir, porque la dirige un titán como George A. Romero, por entonces en el ápice de sus capacidades. Y también porque, en su ilustre reparto (del cual forman parte Ed Harris, Ted Danson y un Leslie Nielsen en modo psicótico), hallamos al propio Stephen King, quien se marca un antológico rol como palurdo radiactivo en el sketch La solitaria muerte de Jordy Verrill. No puede decirse que el cine se perdiera a un actorazo, la verdad, pero las muecas del escritor resultan a veces dignas de todo un Jim Carrey.

La niebla (2007)

Estamos seguros de que, la primera vez que King y Frank Darabont se vieron las caras, una dulce música comenzó a sonar y el aire se llenó de corazoncitos fosforescentes. No en vano el creador de The Walking Dead ha sido uno de los directores que mejor ha sabido entender a King, captando tanto su lado realista (Cadena perpetua) como su evolución hacia el simbolismo fantástico (La milla verde) y, por supuesto, su producción terrorífica, como prueba este peliculón. A partir de una novela corta publicada en 1980, La niebla se las apaña para ser un homenaje a los horrores primigenios de Lovecraft (sí, otra vez él), un estudio sobre la histeria colectiva y un ejemplo de cómo un hipermercado puede resultar más terrorífico que cualquier mansión de Nueva Inglaterra, siempre que lo rodees de criaturas con tentáculos y encierres tras su escaparate a un rebaño de individuos superados por las circunstancias.

Misery (1990)

¿Por qué el patinazo de William Goldman en El cazador de sueños resultó tan frustrante? Pues, además de por lo mala que era la película en sí, porque la interacción entre King y el guionista había producido esta joyita quince años antes. Claro que, en Misery, King y Goldman también habían contado con las buenas artes de Rob Reiner (Cuenta conmigo) detrás de la cámara, y con los talentos de Kathy Bates (ganadora del Oscar a la Actriz Principal) y de James Caan como protagonistas de una comedia de los horrores, las obsesiones y los fandoms. Seguro que las pesadillas de J. K. Rowling, George R. R. Martin, Suzanne Collins y otros escritores de best sellers se parecen mucho al cuento del autor harto de todo y la enfermera asesina.

Carrie (1976)

Antes de convertirse en uno de los escritores más leídos del mundo, Stephen King trabajó unos años como profesor de instituto. Gracias a eso, pudo casarse con su sufrida novia Tabitha Spruce (44 años de matrimonio, y contando), y también acumular material para el que sería su primer éxito literario. Y, si Carrie (la novela) era ya un trabajo sobresaliente, su adaptación al cine fue aún mejor: rodado con todo el exceso del que era capaz un Brian De Palma pletórico, y contando con un reparto de campanillas (¿a quién no le inspira ternura Sissy Spacek, y quién no se queda helado con las miradas de Piper Laurie?), el filme es tanto un estupendo trabajo de terror como una denuncia implacable de la enseñanza, la familia y los roles de género como sistemas represivos.  Seas hombre o mujer, y tengas la edad que tengas, seguro que en tus recuerdos también hay un cubo de sangre.

El resplandor (1980)

¿Por qué, pese a todos estos años, a Stephen King siguen saliéndole garras de adamántium cada vez que alguien menciona a Kubrick en su presencia? ¿Por qué su odio a esta película llega a tal extremo que impulsó el rodaje de una adaptación televisiva -y fallida- en 1997? Nosotros tenemos una teoría: escribiendo El resplandor, King volcó buena parte de sus miedos como escritor recién llegado a la fama, padre de familia primerizo y drogadicto contumaz. Desviando el eje de la historia desde los fantasmas del Hotel Overlook a la vesanía de su protagonista Jack Torrance (un Jack Nicholson desatadísimo, por si hiciera falta recordarlo), esta película hizo suyas esas obsesiones, plasmándolas de una forma matemática, implacable y muy, muy cruel. De este modo, ¿podría responder el odio de King, no a las libertades que se tomaron el director y la guionista Dianne Johnson, sino al hecho de verse demasiado a sí mismo en ese escritor frustrado, mal marido y mal padre? Quién sabe. Pero, si eso fuera cierto, El resplandor habría sumado un mérito más para su puesto como mejor película de terror jamás rodada: la densidad de su espanto es tal, que ni el propio creador de éste sale indemne de su visionado.

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