[SITGES 2018] 'Lo que esconde Silver Lake': el nacimiento de un filme de culto

El director de 'It Follows' pasa de promesa a autor consagrado con un neo-noir capaz de combinar la solemnidad de 'Vértigo' de Hitchcock con ideas dignas de Scooby-Doo.
[SITGES 2018] 'Lo que esconde Silver Lake': el nacimiento de un filme de culto
[SITGES 2018] 'Lo que esconde Silver Lake': el nacimiento de un filme de culto
[SITGES 2018] 'Lo que esconde Silver Lake': el nacimiento de un filme de culto

Un día cualquiera, por la noche. Una chica sale corriendo de su casa, ubicada en una zona residencial típicamente estadounidense. Huye de algo o alguien, no sabemos de quién. Está claramente asustada y huye hacia la playa. Para cuando amanece, su cuerpo yace sin vida en una postura imposible. Así arrancaba la espléndida It Follows (2014), una de las películas de terror más importantes de los últimos años y un film que demostraba que su responsable, David Robert Mitchell, tenía madera para convertirse en uno de los grandes nombres del panorama indie actual. Cuatro años antes ya había dado algunas pinceladas a su universo adolescente, veraniego, sudoroso y nostálgico con The Myth of the American Sleepover (2010) pero fue desde luego en el ya clásico film con Maika Monroe cuando todas sus cartas estaban sobre la mesa.

Con Lo que esconde Silver Lake (Under the Silver Lake, 2018) sigue explorando su imaginario pero lo hace cambiando el contexto. Si en It Follows se miraba en los clásicos de los 80, ambientando el film en una época indeterminada y en la que había varios elementos anacrónicos para crear cierta confusión, aquí apuesta por una idea arriesgada: narrar, mediante los códigos del cine de Hollywood de los años 50-60 una película ambientada en el presente pero con un tono deudor de films como Un largo adiós (Robert Altman, 1973) o La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954).

La mezcla de elementos funciona perfectamente y se permite, a su manera, ser una suerte de Vértigo para la generación millennial, aplicando los mecanismos del misterio del film de Hitchcock e incluso la misma premisa: un hombre (magníficamente interpretado por Andrew Garfield) se obsesiona con su vecina y tras pasar una noche con ella, al día siguiente desaparece sin dejar rastro. Lo que sigue a continuación es una suerte de búsqueda mediante códigos ocultos y misterios sin resolver a medio camino entre Colombo y la lógica de un episodio de Scooby Doo.

Mitchell tiene 44 años y como hijo de su tiempo (pasó su infancia y adolescencia entre cómics, las consolas de 8 bits, películas de Amblin…) es capaz de evidenciar que su nostalgia es la nuestra. Desde hits de los Backstreet Boys a números de Amazing Spider-Man apilados (ni qué decir de la declaración de intenciones a este respecto con una secuencia protagonizada por Garfield) hasta el Super Mario Bros. en la NES, ejemplares de Nintendo Power o los mapas de los cereales. Su mundo y la forma en que se contrapone a la narración es lo que convierte a Lo que esconde Silver Lake en una película no sólo atípica sino sobre todo, valiosa.

Allá donde un titán como Paul Thomas Anderson fracasó con Puro vicio (Inherent Vice, 2014), Mitchell sale airoso porque comprende que el ejercicio de nostalgia no funcionaría si no fuera porque las referencias deben complementar al contenido y no ser únicamente el centro de la experiencia. Lo que esconde Silver Lake es un neo-noir ejemplar, alucinado y consciente de su capacidad para reinterpretar sus fuentes sin sentirse más importante que éstas. Es una película magnífica, que se cocina a fuego lento pero que ofrece recompensas que sólo están al alcance de los grandes narradores de su generación. Y Mitchell se confirma como uno de ellos.

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