[Seminci 2014] Día 7: Rockwell se mete de lleno en la lucha por las espigas

Billante última jornada de la competición oficial con dos películas sobre la infancia.
[Seminci 2014] Día 7: Rockwell se mete de lleno en la lucha por las espigas
[Seminci 2014] Día 7: Rockwell se mete de lleno en la lucha por las espigas
[Seminci 2014] Día 7: Rockwell se mete de lleno en la lucha por las espigas

¿De qué se habla en Valladolid hoy?

De que Hitchcock podría estar equivocado con la primera parte de su mítica frase “nunca trabajes con niños, con animales, ni con Charles Laughton”, al menos si atendemos a los resultados artísticos del trabajo con los infantes en las dos últimas películas que compitieron hoy en sección oficial: Nuestro último verano en Escocia y Little Feet.

De la lección de periodismo de alta escuela que dio ayer Javier Angulo a la hora de asistir a Pablo Berger en la clase magistral de este, repleta de ilusión y de pasión por el cine. La de Berger (Bilbao, 1963) es una carrera a contracorriente, peleada en un momento histórico muy duro en Euskadi para todos los jóvenes artistas. Hijo de clase media y licenciado en Informática, su cinefilia se forjó en el Cine Club FAS, y en la asistencia periódica a los festivales de San Sebastián y Bilbao (Zinebi). Después de debutar con éxito en el cortometraje de terror en 1988 con Mamá (producido por Enrique Urbizu y con la dirección artística de Álex de la Iglesia), decidió hacer las maletas y aprovechar una beca para estudiar en la Universidad de Cine de Nueva York. Regresó a España en 1998, con el guión de Torremolinos 73 bajo el brazo, pero no pudo realizar la película hasta el 2003, gracias en esta ocasión al apoyo del productor Tomás Cimadevilla. Tampoco el éxito de esta (más de 500.000 espectadores en España, con remake chino incluido) otorgó continuidad a su carrera como director (Blancanieves, su siguiente largometraje, data del 2012), por lo que el cineasta consagra los “intervalos” entre película y película a impartir clases en prestigiosas universidades y escuelas de cine, como las de París, Cambridge o la New York Film Academy. Disciplinado y obsesivo, ecléctico y desmitificador (no importa quien esté detrás del pupitre y quién en la mesa del profesor, dijo, “todos aprendemos”), Berger reconoce que los cineastas como él deben aprender a vivir con poquita cosa, con humildad, pero con estilo. Constató además cómo la profecía de Francis Ford Coppola en el documental Hearts of Darkness se está cumpliendo, y es que el momento en el que cualquier joven de Alabama, o de Bilbao, pueda hacer una obra maestra con una diminuta cámara es prácticamente ya una realidad.

Respecto a la banda sonora de Blancanieves, compuesta por Alfonso de Villalonga y que ayer fue interpretada por la Orquesta Sinfónica de Castilla y León ante un Auditorio de más de 1.400 espectadores, Berger explicó que Fernando Franco (el montador del filme) y él, entregaron al compositor una versión silente de la película que era “una manzana envenenada”, pues ya tenía ritmo sonoro sin necesidad de la música. Villalonga multiplicó las capacidades expresivas de la película al crear un score de color y contrastes, con momentos sinfónicos y bombásticos, según Berger, quien consiguió lo que pretendía: un“café con leche” entre la imagen y la música. Finalmente, el cineasta vasco homenajeó a Yuko Harami, fotógrafa, esposa, y estrecha colaboradora.

De que esto, desgraciadamente, se acaba. Han sido ocho días intentísimos de cine de gran calidad en lo que a la programación de la Sección Oficial y de las secciones paralelas se refiere. De una programación que desde el primer día se ha guiado por unos vectores de coherencia y de compromiso con la realidad actual y con las vanguardias y la tradición propia del Festival. La crisis económica, la lucha de clases, el paro, la conciencia histórica, el fanatismo religioso y el futuro incierto fueron temas recurrentes, que en los últimos días además han sido atravesados por el humor y la esperanza en las capacidades del ser humano para sobreponerse a las amenazas más terribles, y por la fe finalmente en las generaciones futuras.

¿Qué hemos visto?

Nuestro último verano en Escocia, la opera prima de los británicos Guy Jenkin y Andy Hamilton, protagonizada por Rosamund Pike (Perdida) y David Tennant Doctor Who, pero sobre todo por un trío de chavales que podrían volver loca a la mismísima Pequeña Miss Sunshine. Dirigidos por los artífices de la teleserie Outnumbered, los pequeños actores están geniales, y aunque es una película un tanto insólita para la Sección Oficial (menos si atendemos a un catálogo que ha prestado atención a los más pequeños también a través de las secciones Seminci Joven y Miniminci, en las que se han recuperado títulos como Dixie y la rebelión zombi, La fórmula del doctor Funes, o Ernest & Celestine), su visionado ha sido de lo más saludable entre tanta propuesta referencial y reflexiva. Se nos vienen a la cabeza Las vacaciones de una chiflada familia americana. pero esto es una producción de la BBC, por lo que la comparación puede resultar de raíz odiosa.

Pese a su naturaleza artesana y privada (el director Alexandre Rockwell presentó el filme diciendo que había pretendido registrar los susurros de los “pequeños”) Little feet son palabras mayores. Tiene la energía de la primera parte de Donde viven los monstruos, de Spike Jonze, el espíritu del libro de Maurice Sendak, y la naturaleza hipnótica de otros viajes de la infancia más o menos fantásticos, como el Picnic de Shunji Iwai o el Somers Town, de Shane Meadows. Pero el director de En la sopa rueda en 16 mm a sus propios hijos Lana y Nico, y a su amigo Nene, lo que añade un plus de autenticidad a una propuesta que en Valladolid merecería tanto respeto como se ganó Boyhood en Cannes. Si la de Richard Linklater es una masterpiece transversal, Little feet es una obra de cámara tangencial, pero también maestra.

Por último, y fuera de concurso ya, se presentaron Rastros de sándalo, de María Ripoll (no se ha podido ver, al cierre de esta crónica), y Unos días para recordar, de Jean Becker, que es la película de clausura del festival, por debajo de lo habitual en estos casos.

¿Qué vino hemos catado?

Menú Seminci en Los Zagales: sustanciosa sopa castellana, atún rojo con tomate natural y salsa de soja, y de postre crema de limón. Todo regado con vino de las Bodegas Compañía, de la Tierra de Castilla y León. Fueron los 15 euros mejor invertidos del Festival en gastronomía.

Espigadera: Alexandre Rockwell estará aquí mañana y ya hay intensos rumores de que se pueda alzar con alguno de los premios gordos del Festival, quizás el de Mejor Director. Little Feet se lo merece.

¿Qué nos espera mañana?

La lectura del Palmarés de la 59ª Semana Internacional de Cine de Valladolid, la Gala de Clausura con la entrega de las espigas del Festival, y el cocktail de despedida, en el que esperamos resarcirnos workalcohólicamente de estos ocho días y siete noches de arduo trabajo periodístico.

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