[San Sebastián 2015] Día 8: Bombas de Stendhal

[San Sebastián 2015] Día 8: Bombas de Stendhal
[San Sebastián 2015] Día 8: Bombas de Stendhal
[San Sebastián 2015] Día 8: Bombas de Stendhal

¿De qué se habla hoy en San Sebastián? De quinielas, de premios, de Conchas, de cuándo vuelves a casa (¿en tren, en bus o, los más afortunados, en avión?) y de qué película no te puedes perder si la rescatan el último día del certamen. Última peli, última crónica, último pintxo, último txakolí, y esa reflexión anual derivada del Síndrome de Stendhal donostiarra: ¿Qué podemos hacer, a quién podemos engañar, para quedarnos a vivir aquí en Donosti para siempre?

¿Qué hemos visto?  Una mezcla rara de pelis. Primero lo bueno: la mejor película del Festival para este cronista (medio festival, vamos), junto con el taxi de Jafar Panahi (lamentablemente, las dos eran Perlas de otros festivales) ha sido la película húngara Son of Saul, un relato/retrato (y nunca la mezcla fue tan obvia) en primer plano, sin apenas profundidad de campo, de una jornada en la vida de un prisionero (miembro de los sonderkommando, presos con atribuciones y trabajos, aunque igualmente sentenciados) de un campo de concentración nazi. Durísima en el fondo y en la fonda, su director, Laszlo Nemes, te arrastra a un macabro recorrido de ultrafondista del horror persiguiendo a lo que queda de un hombre empeñado, entre el caos y la sinrazón, en enterrar un cadáver salido de las cámaras de gas que asegura ser el de su hijo. Voy a tomar aire. Sensacional película, difícil de olvidar.

Vámonos al otro extremo: no tiene demasiado sentido, aunque este cronista y todas las almas puras que todavía quedan por el certamen compartirán al menos su espíritu y el reflejo de la indignación, que un documental de estilo televisivo como No estamos solos, película de Pere Joan Ventura sobre los movimientos sociales surgidos en España en los últimos tiempos, participe en la Sección Oficial del Festival, ni siquiera como Proyección Especial, que le llaman. Que los organizadores del festival también compartan su espíritu no parece suficiente bagaje.

En cuanto a la competición, ya habíamos visto antes de llegar a Donosti esa miniatura preciosa de Marc Recha con un Sergi López en estado de gracia (su mejor trabajo en mucho tiempo, y el propio hijo de Recha, un crío que te llevarías a casa, que es Un dia perfecte per volar y que yo no vinculo al proceso independentista de Catalunya como algunos apuntan o desean apuntar. La última película presentada a concurso ha sido la canadiense (quebequesa) Les démons, de Philip Lesage, un cineasta inédito comercialmente en España con muy buenas maneras, estilo e impronta propios, mucho gusto rodando e imbricando la música en el montaje, pero que no acaba de encontrar el equilibrio para encajar las piezas de su historia a medio camino entre el despertar de un niño al mundo de los adultos y la peripecia de un pederasta. Mucha clase desperdiciada por el camino en el cruce de historias.

De vuelta a las películas fuera de competencia, y para terminar, un paseo por Hollywood con la esperada Black Mass, dirigida por Scott Cooper. Cooper, un actor en sus inicios que dio el salto a la dirección, es el realizador de Corazón salvaje (el Oscar a Jeff Bridges) y de otro policíaco que no se estrenó comercialmente en España como Out of Furnace. Buen tono, espléndido y extenso reparto, elegancia formal, y más de lo mismo a buen nivel para una solvente película sobre gangsters. Disfrutable, notable incluso, pero nada que la haga imprescindible en su estilo. Comparaciones odiosas, historias reales llevadas a la ficción de corte clásico ambas, hay más sorpresas en El clan de Pablo Trapero, que en la película del gangster irlandés de Boston Jimmy Bulger interpretado por un Johnny Depp con lentillas.

¿Con quién hemos hablado? Con Pablo Trapero, director de El clan, un cineasta que pese a su juventud (43 años, los mismos que, por ejemplo, Alejandro Amenábar, para hacernos una idea) ya tiene una carrera abundante en películas interesantes, contrastadas y, añadiría yo, sin ningún fiasco entre su filmografía, siempre solvente, desde Mundo grúa hasta Elefante blanco, pasando por El bonaerense, Familia rodante, Carancho o Leonera). Trapero, que reconoció que los pelos de este cronista le recordaban a los del hijo del protagonista (y coprotagonista de la historia) de su película (y lo que es aún mejor, a Carles Puyol, el ex jugador del Barcelona), afirmó también sentirse encantado de que tener como productor de su película a Pedro Almodóvar, un cineasta cuyas películas lleva viendo toda la vida.

¿Qué hemos comido? Por no insistir con el bufé del desayuno ni con los pintxos, me centraré en algunas golosinas que he podido tomar entre horas. Un par de Danish Pastries, como les llaman ahora a los bollos en miniatura, en la suite del hotel María Cristina en la que entrevisté a Pablo Trapero, gentileza de Warner y El Deseo, al alimón, y, ya metidos en azúcar, un brioche clásico relleno de nata, que responde al evocador y muy sutil nombre de Bomba de nata. Fue en la pastelería Oiartzun, en la esquina del Boulevard donostiarra con la calle Mayor. En la confitería Izar, frente al Teatro Principal, también bordan estas auténticas granadas de mano para la dieta. Gloriosas. Así difícilmente salvaríamos al soldado Ryan.

Conchómetro:  Les démons cierra la lista de películas a competición con interesantes apuestas de su realizador, pero no parece poder adelantar a las apuestas seguras en cuanto a títulos (Truman, Terence Davies, High-Rise) y a intérpretes (Darín, Julianne Moore). Sergi López está estupendo, digno de premio, mejor que nunca, en Un dia perfecte per volar, pero Darín es mucho Darín, y dicen por aquí que el Festival está en deuda con el actor argentino desde El secreto de sus ojos.

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