Robert Englund: "En mi pesadilla favorita sale Belén Rueda"

El intérprete de Freddy Krueger en 'Pesadilla en Elm Street' se ha pasado por el festival Nocturna a recoger un premio, y a hablarnos de sus malos sueños.
Robert Englund: "En mi pesadilla favorita sale Belén Rueda"
Robert Englund: "En mi pesadilla favorita sale Belén Rueda"
Robert Englund: "En mi pesadilla favorita sale Belén Rueda"

"¡Sentaos, mis niños!", nos dice, en perfecto castellano de Elm Street. Y no tenemos más remedio que obedecerle, puesto que estamos ante Robert Englund. O, lo que es lo mismo, ante Freddy Krueger: el único e irrepetible asesino onírico de Pesadilla en Elm Street y sus secuelas (lo sentimos, Jackie Earle Haley, sabemos que hiciste lo que te dejaron) ha venido a pasar unos días en Madrid, donde recogerá su premio como Maestro del Fantástico en el festival Nocturna 2015. Antes de anuestra cita con él, nosotros habíamos oído que este señor de 67 años (nació en Glendale, California, en 1947) era un dechado de buen humor y excéntrica amabilidad, dispuesto siempre a conversar tanto con un periodista como con cualquier fan que, desde la buena educación, quiera charlar un rato con él. Y, en el escasísimo tiempo que nos ha concedido la organización del certamen, vamos a comprobar que esos rumores son ciertos.

Para empezar, descubrimos que a Robert Englund le encanta España. Y no sólo porque sus películas como Freddy tengan muchos admiradores por aquí: "Los fans españoles siempre me han tratado muy bien, desde que hice esa serie de televisión llamada V, que tuvo tanto éxito [1983-1985, con Englund como el amable 'lagarto' Willie]: ya entonces me llegaban cartas de espectadores españoles. La primera vez que vine fue al festival de Sitges, con Sam Raimi, hace muchos años, a recoger un premio, y desde entonces he vuelto unas cuantas veces". Englund se remite a las palabras del director Alexandre Aja (también homenajeado en Nocturna) para echar al público español un piropo de altura: "Como dice 'Alejandro', en España existe una predisposición especial a acoger el cine menos convencional. Debe estar en el ADN, pero tenéis como un radar especial para detectar películas de otras culturas". 

¿Está seguro Robert Englund de eso? Tanto da, porque a este hombre no hay quien le pare: "Hace poco fui a un festival enorme en México DF. ¿Sabéis qué es lo que les vuelve locos por allá?" Ni idea. "¡El terror japonés! Películas sobre las que yo no he oído hablar en mi vida, y eso que he participado en jurados con un montón de directores japoneses. Es curioso cómo las diferentes culturas se fijan en distintos tipos de terror. Sin ir más lejos, El laberinto del fauno tuvo mucho éxito en EE UU. Pero, claro, si ves esa película sabiendo quién fue el Generalísimo [en castellano] captas su historia mucho mejor". 

Seguramente, el buen humor de Englund se debe a un detalle que nunca valoraremos lo suficiente: además de ser un currante del cine de género (es bueno recordar que se presentó a los cástings de la primera Star Wars, aspirando al papel de Han Solo) es un apasionado del cine de terror. Y está lo bastante orgulloso de Pesadilla en Elm Street como para no necesitar que nadie le saque el tema: "El atractivo universal de Pesadilla en Elm Street es muy sencillo: todo el mundo tiene malos sueños. Según los científicos, el número posible de sueños es limitado: ya seas un esquimal en Alaska, un zulú en Sudáfrica, un ruso durmiendo la mona en San Petersburgo o una chica adolescente en Argentina, tus pesadillas siempre corresponderán a esos patrones. Los sueños en los que caes sin parar, en los que te ahogas, los de raíz sexual... Son pesadillas, al fin y al cabo".

Ya que estamos, ¿tiene pesadillas Robert Englund? "A veces sí. Sin ir más lejos, anoche tuve una en la que salía Belén Rueda". Y, cuando dice ésto, acompaña sus palabras con un sonido gorgoteante, cien por cien kruegeresco: esperemos que la actriz de El orfanato no corra peligro. "Ya en serio, por supuesto que tengo pesadillas. Las mías suelen ser del tipo estresante. Ya sabes, esas en las que piensas que tienes que hacer un examen de matemáticas para el que no has estudiado, o que no tienes dinero para pagar la hipoteca". A continuación, entra en detalles: "En esos sueños, sueles volver a tu pasado, y eso es lo que me pasa a mí: tengo que interpretar una obra de Shakespeare, estoy entre bambalinas... Y me doy cuenta de que me he olvidado del texto. Quiero repasar mi copia del guion, pero no la encuentro. ¡Y yo sé que estaba ahí! De golpe, se encienden los focos, se levanta el telón, y suenan los aplausos. Voy a interpretar a Shakespeare, pero no tengo ni idea de lo que decir. Entonces, siento ganas de vomitar, y... ¡bluargh!".

Contándonos su pesadilla, Englund se ha marcado un one man show impresionante. No extraña que su interpretación sea el plato fuerte de las dos películas que presenta en Nocturna: Fear Clinic (en la que interpreta a un psiquiatra de métodos poco ortodoxos) y, sobre todo, The Last Showing, donde le vemos encarnando a un proyeccionista de cine deseoso de ajustar las cuentas con las proyecciones digitales y ese torture porn, tan poco imaginativo él, que ha marcado la pauta del terror en Hollywood. Ahora bien: ¿qué necesita una película de terror para que Robert Englund se interese por ella? "Bueno, me gusta la originalidad. Me gustan los buenos sustos, obviamente. Pero también hace falta un punto de familiaridad. ¿Te has fijado en las películas de vampiros? Esas funcionan cuando te explican las reglas: los reflejos en los espejos, los crucifijos [se señala al que lleva colgando del cuello]. Eso es lo importante. Porque iré a donde una película quiera llevarme, pero necesito saber cuáles son las reglas de esa película".

Si por nosotros fuera, la charla con Robert Englund podría prolongarse durante mucho tiempo más. Pero los horarios son los que son, y debemos acabar ya mismo. "¿No podemos hacer una más?", pregunta el actor, pero ni siquiera él consigue una prórroga. "¿Ves por qué me gusta venir a España? Aquí siempre me hacen buenas preguntas en las entrevistas", se despide. Y pensamos que hablar con él ha tenido bastante más de sueño que de pesadilla.

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