Paco León: "7 años' es una partida de ajedrez donde el peón puede hacer jaque al rey"

De Luisma a Luis. De la comedia al thriller. De Aída a 7 años. Paco León no tiene miedo a los restos. Es más, los busca. Lo conocimos imitando a Raquel Revuelta y Anne Igartiburu en Homo zapping, pero sin duda la fama le llegó interpretando al hermano de Aída por las calles de Esperanza Sur. Ahora c0protagoniza la primera película en español de Netflix, 7 años, de Roger Gual (Smoking Room), en la que cuatro amigos y a su vez socios fundadores de una empresa se verán forzados a decidir quién de ellos deberá entrar en prisión para salvar al resto de la ruina personal y financiera.

Entre ese Luisma de Aída y el Luis que nos presenta de la mano de Gual, destaca su exitosa inmersión en el mundo de la dirección: Carmina o revienta (con la dificultad añadida de dar órdenes a tu madre y a tu hermana) y Kiki, el amor se hace dan buena fe de su talento tras las cámaras. El futuro pinta bien para el actor y director sevillano, lleno de desafíos, como a él le gusta.

¿Cómo te embarcas en 7 años?

Me llamaron y me dijeron: “Estamos preparando la primera producción de Netflix en español con Roger Gual, Juan Pablo Raba, Juana Acosta y Alex Brendemühl. Es un thriller y hay un personaje que creemos que puedes hacer”. Y yo: “¿En serio? ¿A mí, que soy un payaso, me veis haciendo eso?”. Y la verdad es que ha sido un regalo, porque es una película muy de actores, en una sola localización y el proceso de rodaje con el resto del elenco y Roger ha sido una experiencia muy bonita. ¡Casi era teatro!

Así que desde el principio querían que interpretaras a Luis.

Sí, era el personaje que más me pegaba. Me gustaba de él que tuviera un aura de misterio, con un giro posterior muy interesante. A los demás se les cala muy pronto: este es el tiburón, esta es la chica lista, el otro va de chulillo… Pero no sabes de qué va Luis. Además, él es el más “normal” de los socios, el único que se sorprende al ver cómo se comporta el resto ante una situación así.

Pero esa "normalidad" juega en su contra.

Totalmente. Sus socios entienden que jugar sucio forma parte del triunfo y acomplejan a Luis por tener escrúpulos. Pero en realidad es el más fuerte de todos, porque posee determinación y tiene poco que perder. Lo único que consideraba suyo era esa familia, esa empresa, esos amigos, y ha visto que aquello era un nido de víboras. Y al final muere matando…

Hablabas antes del cambio de registro que ha supuesto este papel en tu carrera, más enfocada a la comedia. ¿Te sentiste cómodo en este thriller?

A la hora de trabajar, tampoco hay tanta diferencia. Cuando uno hace una buena comedia, siempre hay momentos melodramáticos, un poquito más intensos. Mis cuatro compañeros [también Manuel Morón] son verdaderos expertos, controlan mucho este género y sus tiempos. Así que por un lado me sentía arropado por ellos, pero por otro cargaba con esa presión de jugar con compañeros de primera línea. Pero me he divertido mucho. A mí me gusta meterme en camisa de once varas y explorar nuevos territorios aunque al final la cague. Y estoy contento con el resultado.

¿Cómo fue trabajar con Roger Gual?

Antes no lo conocía, aunque soy súper fan de Smoking Room. Su manera de rodar me parece muy cercana: de soltar la cámara, dejar que los actores jueguen, y de repente desdibujar el texto, buscar la improvisación, que algo pase de verdad. Yo, como director, también lo practico cuando hago mis pelis.

Cinco actores “encerrados” en una sola localización. ¿Cómo fue ese proceso de rodaje?

Lo complicado era crear las relaciones entre los personajes. Mi personaje, por ejemplo, tiene un vínculo como de hermanos con el de Juan Pablo, de hacerse rabiar, de tocarse, de miradas cómplices, de “ay por favor”. Yo planteé durante un ensayo que esto era una familia y cada uno tenía unos roles: hay un padre, hay una madre, hay un hermano mayor y hay un hermano pequeño. El padre es el que tiene la autoridad, pero también hay que retarle. Y la madre está mediando. Se ve claramente en una de las escenas en la que Luis rememora la anécdota de cuando presentaron un software en Las Vegas, que empezó siendo un desastre de presentación y al final salieron adelante como una familia.

Esa escena precisamente evidencia que Luis es el único que cree en esa familia, mientras el resto sigue intentando salir airoso de la situación.

Claro, estaba el peligro de que quedara ñoño. En este tipo de género, lo guay es ser malo [ríe]. No los osos amorosos. Pero el bueno se puede convertir en malo en cualquier momento si le tocan mucho la fibra. Es una partida de ajedrez a cuatro [imagen recurrente en la película] donde se demuestra que el peón puede hacer jaque al rey.

Dinero negro, blanqueo, Suiza… ¿Es esta película un guiño a la actualidad política española?

Hombre, es un tema muy contemporáneo, y está a la orden del día. Pero la película trata más un dilema moral y humano, de cómo se dañan estas relaciones de amistad. Se intenta explicar un poco de dónde nace la ambición, la corrupción, pero centrándolo en los daños colaterales. Sería más sobre los mensajes entre Rajoy y Bárcenas que sobre Bárcenas [ríe]. De qué pasa con una amistad cuando salen todos los trapos sucios, cuando todo el mundo se quiere salvar. Estos cuatro “amigos” la han jodido de verdad, profundamente. Pase lo que pase al final, el daño ya está hecho. Para la segunda parte de 7 años lo tienen difícil [ríe].

¿Cómo ha sido trabajar con Netflix?

A partir de ahora, que empieza el lanzamiento de la película, es donde empieza a notarse la marca. Es un lujazo trabajar con un sello así, sobre todo, siendo esta su primera película en español. Además, cuando se estrene, 82 millones de suscriptores lo tendrán simultáneamente disponible en sus televisores o tablets. Ese es el futuro y el presente. Yo ya lo vaticinaba un poco en el estreno multiplataforma de Carmina o revienta.

Desde tus facetas de actor y director, ¿cómo valoras la incursión de estas nuevas plataformas en el mundo del cine?

Creo que democratizan, favorecen que la producción no sea tan generalista. No todo es fast food ni blockbusters, y hay hay películas “pequeñas”, como 7 años, muy teatrales, con un sólo espacio, de actores, que tienen su público. Y de repente Netflix las hace. La televisión de pago y las nuevas plataformas de vídeo bajo demanda favorecen la diversidad y la creación. En la industria española, por ejemplo, lo que sobra es talento y falta distribución. Por lo que contar con este tipo de canales, con una marca como Netflix, y una distribución en más de 190 países, es un lujo.

Así que la distribución internacional es una de las ventajas que ofrece Netflix.

El producto español se vende bien fuera. Pero se vende bien fuera cuando se vende. Yo lo sé porque he hecho tres películas y afortunadamente Kiki ha tenido mucha distribución fuera [va a llegar a EE UU]. El producto que se hace en España es exportable, pero necesita el canal y gracias a Netflix, lo tiene.

¿Eres consumidor habitual de este tipo de plataformas?

Pues, la verdad, “en casa de herrero, cuchillo de palo”. No veo la tele, estoy por hacerme socio de Netflix pero ni siquiera lo soy todavía. También me gusta mucho ir al cine, aunque para mí esa experiencia no es incompatible con las nuevas plataformas. Las películas duran tan poco en salas que a veces te las pierdes y así tienes una nueva ventana donde verlas. Está entre mis deberes disfrutar de una buena televisión a la carta.

¿Qué nos puedes adelantar sobre tus futuros proyectos?

Estamos a punto de empezar a rodar TOC TOC, una nueva película de un éxito teatral francés. Así que estoy con la incertidumbre, con los nervios de empezar un nuevo rodaje y un nuevo proyecto. Y también pensando y escribiendo para volver a dirigir.

¿Ahora mismo te consideras más director o actor?

Yo creo que ambos por igual. Lo de la dirección no estaba previsto, era una actividad extraescolar que se ha convertido en algo importante. Y ahora lo llevo todo para adelante, me gusta que sea así.

7 años se estrena el 28 de octubre.