Los misteriosos huevos de Marlon Brando

¿Qué llevó al actor de 'El Padrino' a prestar su imagen a una compañía huevera en 1967? Aquí te contamos su delirante historia.
Los misteriosos huevos de Marlon Brando
Los misteriosos huevos de Marlon Brando
Los misteriosos huevos de Marlon Brando

[Leyendo este artículo, uno podría pensar que la historia de Marlon Brando, Joe Flynn y sus revolucionarias ideas sobre la producción y consumo de huevos es demasiado buena para ser verdad. Lo cual es totalmente cierto: se trata de un montaje obra del humorista Chris Shapan, humorista experto en lanzar noticias falsas centradas en presuntos anuncios protagonizados por celebrities. Verdadero o no, el relato sigue mereciéndose una lectura atenta...]

Para muchas estrellas de Hollywood, aparecer en una campaña publicitaria es un arma de doble filo: a ese momento de satisfacción cuando uno se embolsa el cheque de turno pueden seguirle años o décadas de vergüenza, dependiendo de lo famoso que uno sea en el momento de rodar el spot y de lo poco que éste resista al paso de las modas. Que se lo pregunten a Brad Pitt, perseguido desde su juventud por cierto anuncio de patatas fritas extrafinas, a ese Arnold Schwarzenegger cuyos trabajos en Japón tienen muy poco que ver con Kurosawa o al personaje de Bill Murray en Lost in Translation. Y, si alguna vez hubo una estrella masculina de Hollywood celosa de su intimidad, esa fue Marlon Brando: el actor de La ley del silencio y de El Padrino siempre se mostró tan proclive a descuidar su imagen como a retirarse del ojo público. Por eso, en CINEMANÍA no pudimos sino quedarnos pasmados cuando descubrimos el anuncio que Brando protagonizó alrededor de 1967. En esta promo de prensa (y a página completa, nada menos) el astro de Omaha no sólo se mostraba muy sonriente, sino que además lo hacía para cantar las excelencias de una marca de huevos. ¿Qué demonios habría llevado a Marlon a algo así?

Pues, según revela un artículo en Dangerous Minds, Marlon Brando no accedió a protagonizar dicho anuncio a cambio de una morterada de billetes (aunque, dado que ya era por entonces uno de los actores mejor valorados del mundo, bien podría haberlos exigido), sino que su presencia en él se debió a una pasión inmoderada por los desayunos bien hechos. Porque la huevería en cuestión no era una huevería cualquiera: se trataba de Joe Flynn's Personal Eggs, una empresa cuya historia forma por sí sola un pequeño y delirante capítulo de la historia de Hollywood.

Empecemos por el principio: el señor Joe Flynn, futuro fundador de la compañía, era un actor procedente de Ohio y residente en Los Ángeles. Tras los consabidos inicios en el teatro (donde, además de interpretar y dirigir, le sacaba partido a sus talentos de ventrílocuo) y disc jockey radiofónico, Flynn se había trasladado a la Meca del cine alrededor de 1950, labrándose un hueco en el naciente medio televisivo (en especial gracias a la serie McHale's Navy) y convirtiéndose en un apreciado secundario cómico en las producciones Disney de imagen real. Algo que le permitió vivir con desahogo, y también dedicarse a un hobby poco ortodoxo: la crianza de gallinas. Fiel a sus orígenes campesinos, Flynn mantenía un corral en el patio trasero de su casa, lo cual le permitía disponer de huevos frescos todas las mañanas. Con encomiable generosidad, además, Joe Flynn solía convidar a sus colegas actores a desayunos pantagruélicos, cuyo plato estrella eran... Lo has adivinado: los huevos, especialmente los huevos revueltos. Unos huevos por los que Marlon Brando sentía, más que afición, una auténtica fascinación.

No era sólo que Brando se pasara habitualmente (a veces, a altas horas de la noche) por la casa de Joe Flynn, en busca de sus tesoros ovoides. Es que también se convirtió en su más fiel propagandista, cantando las excelencias de aquellos huevos a lo largo y ancho de Hollywood. A resultas de dicho 'boca oreja', Flynn acabó pasando tanto tiempo en el plató como en su cocina, batiendo claras y yemas que después almacenaba en tupperwares y congelaba. Harto de dicha situación, este granjero a su pesar decidió cobrar por sus servicios, pensando que así su clientela (especialmente Marlon, tacaño contumaz) les dejarían en paz a él y a sus gallinas. Pero, por suerte o por desgracia, dicha maniobra no sirvió de nada: las estrellas, con Marlon Brando a la cabeza, seguían dándole la lata, dispuestas a pagar lo que fuera por aquellos huevos primitivamente precocinados. ¿Qué hacer ante tal situación?

La primera medida adoptada por Joe Flynn para convertirse en un magnate de los huevos fue más o menos racional: adquirir un terreno cerca de la angelina Avenida Orion para dedicarlo a la producción de huevos al por mayor. La segunda medida, instigada por el propio Marlon Brando, no fue tan aconsejable. Porque, además de convertirse en empresario, Joe Flynn también hizo sus pinitos en el campo de la innovación tecnológica, inventando un artilugio al que denominó 'tanque personal de huevos'. Se trataba de una suerte de congelador, enfriado mediante nitrógeno líquido, en el que las amas de casa de EE UU podían almacenar el huevo batido para a continuación verterlo en la sartén o la cacerola mediante un grifo. Y no sólo eso: el actor también adquirió una flotilla de camiones-cisterna, siempre repletos del viscoso material y dispuestos a rellenar los 'tanques personales de huevos' a petición de sus suscriptores. Pese a que el artefacto resultaba carísimo, Brando adquirió un modelo deluxe que dispensaba dos variedades hueveras: la normal, y una mezcla especial con harina destinada a la elaboración de crépes.

Gracias a McHale's Navy, la popularidad de Flynn entre el público estadounidense era mayor que nunca por entonces, lo cual se tradujo en una campaña publicitaria basada tanto en dicha fama como en la de aquellas celebrities que recurrían a sus servicios: entre ellas, además de Marlon Brando, figuraban Rod Steiger y Lee J. Cobb, dos compañeros del anterior en La ley del silencio. Pero, aun así, las ventas del 'tanque personal de huevos' no medraban, y Joe Flynn se enfrentaba a la bancarrota. En ese momento, presa de la desesperación y a punto de perder la cabeza (los testimonios afirman que solía perorar sobre sus planes para "remediar el hambre en el mundo a base de huevos"), el actor metido a empresario gallináceo cometió un error fatal, traicionando la confianza de su mejor cliente. Flynn rescató una vieja fotografía de Brando que él mismo había tomado en la cocina de su casa, y la empleó en el famoso anuncio sin pedirle permiso a la estrella. Al descubrirlo, Brando no sólo montó en cólera, dando orden a sus abogados de que iniciaran las pertinentes acciones legales: también hizo rellenar de cemento su tanque personal de huevos para no volver a usarlo jamás.

Arruinado y desesperado, Joe Flynn abandonó para siempre el negocio de los huevos en 1972. Dos años más tarde, su cadáver fue hallado en la piscina de su casa, víctima de lo que podría haber sido, bien un suicidio, bien un asesinato: una entrada más en esa lista de crímenes hollywoodienses sin resolver. Por lo visto, Marlon Brando no sólo se negó a ir a su funeral, sino que se ponía hecho una furia cuando alguien le mencionaba en su presencia. Nosotros nos preguntamos si se acordaría de él en 1999, cuando prestó su voz (en el registro de Don Vito Corleone, como no podía ser de otra manera) a un anuncio de Pepsi. Un anuncio en el que había participado voluntariamente y por el cual, suponemos, sí que debió cobrar la millonada de rigor.

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