Llantas, cañones y caos: 10 grandes momentos del cine con tanques

Repasamos la historia de los carros blindados en el cine.
Llantas, cañones y caos: 10 grandes momentos del cine con tanques
Llantas, cañones y caos: 10 grandes momentos del cine con tanques
Llantas, cañones y caos: 10 grandes momentos del cine con tanques

Nos guste o no, ellos cambiaron la guerra para siempre: su resistencia al fuego enemigo, combinada con una demoledora potencia de fuego y la capacidad para avanzar sobre casi cualquier tipo de terreno sólido, llevaron a la gloria a grandes estrategas (Erwin Rommel, Gyorgy Zhukov), y sembraron el mundo de cadáveres en batallas tan terribles como las de Kursk, El Alamein y las Ardenas, por citar sólo las más conocidas. Desde la Segunda Guerra Mundial, en suma, todos los soldados saben que los tanques no son cosa de broma. Nosotros hemos seleccionado unos cuantos momentos del cine que no hubieran sido lo mismo sin carros de combate.

Los violentos de Kelly (Brian G. Hutton, 1970)

Primero, toma a Clint Eastwood (el Kelly del título), a un Donald Sutherland en plena posesión de sus poderes como intérprete de tíos raros y a un Telly Savalas muy calvo, y ponles a la cabeza de un pelotón de soldados borrachos, irresponsables y con más ganas de matar nazis que Aldo Raine. Después, infórmales del lugar donde el III Reich esconde una fortuna en lingotes de oro. Y, para llevarles a dicho escondrijo, proporciónales un medio de transporte a su medida: un precioso panzerkampfwagen Tiger II confiscado al enemigo y armado hasta los dientes (en realidad, por ironías del cine, un T-34 soviético modificado). El resultado será una de las comedias bélicas más descacharrantes de la historia.

Salvar al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998)

Durante la II Guerra Mundial, los tanques Tiger eran el terror de la infantería aliada. Si quieres saber por qué, sólo tienes que recordar los minutos finales de esta película, cuando el capitán Tom Hanks y su pelotón (en el que figuraban Vin Diesel, Tom Sizemore y el francotirador Adam Goldberg) se enfrentaban a uno de ellos en un pueblecito francés, suscitando una batalla de esas en las que muere hasta el apuntador. Y todo por culpa de ese Matt Damon al que no le da la gana ser salvado por nuestros héroes. Da rabia, ¿no?

Patton (Franklin J. Schaffner, 1970)

¿Querías tanques? Pues toma tres tazas: con un guión gracias al cual Francis Ford Coppola se llevó su primer Oscar y con el temperamental George C. Scott (que rechazó su estatuilla) en el papel titular, Patton es un efectivo biopic del general más desquiciado de la historia de EE UU. Enfrentado a los rigores del frente norteafricano, librando su propia guerra de egos con el inglés Montgomery (Michael Bates) y con un "magnífico hijo de perra" como Erwin Rommel como máximo rival, Patton quiere ganar a toda costa. Y si eso implica convertir los arenales de Túnez en una humeante chatarrería llena de carros Sherman despanzurrados, pues sea, que por algo él es la reencarnación de Aníbal.

Los panzers de la muerte (Gordon Hessler, 1987)

panzers_muerte

Aunque ahora casi nadie se acuerda de ellas, las novelas bélicas escritas por el muy fraudulento Sven Hassel fueron grandes éxitos de librería desde los 60 hasta bien entrados los 80. Esta adaptación de su libro más popular nos presenta en carne y hueso al brutal 'Hermanito', el avispado Porta y el resto de psicópatas enrolados a la fuerza en un batallón de castigo de la Wehrmatch: un encantador ramillete de malditos bastardos con uniforme nazi, siempre dispuesto a pasárselo pipa a bordo de una bestia acorazada.

La bestia de la guerra (Kevin Reynolds, 1988)

Abandonamos por un momento la Segunda Guerra Mundial y sus cosas para abordar un conflicto más cercano en el tiempo, y cada vez más influyente en nuestro devenir cotidiano: la invasión soviética de Afganistán. Estamos en 1981, y sobre el duro territorio del país asiático se mueve un tanque T-62 muy lejos de su unidad, entre cuya desmoralizada tripulación ruski encontramos rostros tan anglosajones como los de Jason Patric Stephen Baldwin. Muy harto de su tiránico comandante (George Dzundza), el soldado Patric acabará renunciando a los ideales del Ejército Rojo y haciéndose amigo de unos muyaidines muy majos: por mucho que hoy en día pueda extrañarnos, ninguno de estos últimos atiende al nombre de Osama.

Lebanon (Samuel Maoz, 2009)

Aunque menos dados a la épica carrista que las llanuras de Rusia o los bosques de las Ardenas, los territorios de Oriente Medio han sido el escenario de grandes operaciones de guerra acorazada. Sin ir más lejos, esta producción israelí, ganadora del León de Oro en Venecia, nos traslada al interior de uno de los muchos tanques Merkava (tremendos aparatos, descritos por su creador como "un cruce entre la Muerte y una madre judía") que sembraron el terror en el Líbano durante la invasión israelí de 1982. Claustrofóbica donde las haya, la película nos encierra en el interior del vehículo con los miedos, las dudas y los crímenes de guerra (eso de usar fósforo blanco no está bien visto en La Haya, chicos) de un grupo de soldados con más bien poca idea de estrategia militar.

Fast & Furious 6 (Justin Lin, 2013)

Bueno, vale: los cochazos tuneados de Vin Diesel, Paul Walker, Michelle Rodriguez y el resto del gang imponen tanto, o más, que un acorazado con cañón de 120 milímetros. Pero aquí no vamos a hablar de ellos, sino de esa memorable escena en la que nuestros héroes son perseguidos por todo un señor tanque en mitad de una autopista. La situación  marca un antes y un después en los anales de la violencia motorizada y es de esas que hacen necesario, no ya un plan B, sino también (como dice Ludacris) "un plan C, un plan D e incluso un plan E".

El equipo A (Joe Carnahan, 2010)

De nuevo, volvemos a hacer un poco de trampa: la versión fílmica de las aventuras de Hannibal Smith (aquí, un Liam Neeson encantado de que sus planes salgan bien) sólo contaron con un tanque en una escena. Pero qué escena, lectoras y lectores: pocas películas (o ninguna, aparte de esta) se han atrevido, no ya a lanzar un carro de combate en caída libre, sino a pasarse por el forro todas las leyes de la física haciendo que los protas guíen dicha caída a cañonazo limpio. ¿Inverosímil? Pues sí. ¿Divertido a fuer de exagerado? Pues también, y muchísimo.

Sahara (Zoltan Korda, 1942)

Ahora nos toca volver a la II Guerra Mundial, y a uno de sus teatros de operaciones más cruentos en lo que a tanques se refiere: el norte de África, donde transcurre la historia de esta película nominada a tres Oscar (no se llevó ninguno) y que destaca por varias razones. Llevar la firma del director de Las cuatro plumas, y hermano de Alexander Korda, es una de ellas, pero hay más: por ejemplo, que en la tripulación de su tanque haya espacio para un actor afroamericano (aunque el actor de marras, Rex Ingram, haga de sudanés) o que el capitán del vehículo sea nada menos que Humphrey Bogart. Patton y Montgomery podían decir lo que quisieran, pero frente al marido de Lauren Bacall, al mariscal Rommel no le habría valido de nada su genialidad estratégica.

Tron (Steven Lisberger, 1982)

¿Ha aguantado esta película la prueba del tiempo? Pues va a ser que no: según nos recordó dolorosamente su secuela Tron Legacy (2010), el imaginario de Tron está irreversiblemente anclado en los 80, y su ritmo narrativo deja mucho que desear. ¿Sigue siendo Paranoides espaciales uno de los mejores videojuegos imaginarios de cine? Pues va a ser que sí: la imagen de Jeff Bridges pilotando un tanque virtual durante su incursión en el mundo de los píxeles sigue siendo tan memorable como divertida.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento