12 lecciones que nos ha enseñado 'Love Actually'

'Love Actually' es uno de los clásicos navideños por excelencia. Repasamos lo que nos enseñó entre declaraciones de amor con pancartas y villancicos de Bill Nighy.
12 lecciones que nos ha enseñado 'Love Actually'
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"Siempre que me siento pesimista por cómo está el mundo pienso en la puerta de llegadas del aeropuerto de Heathrow. La opinión general da a entender que vivimos en un mundo de odio y egoísmo, pero yo no lo entiendo así. A mí me parece que el amor está en todas partes". Son palabras de David, el Primer Ministro británico al que Hugh Grant dio vida en una de las muchas historias que se entrecruzaban en Love Actually.

En esa misma puerta de llegadas, entre tropezones contra las maletas y abrazos de reencuentro, coinciden los protagonistas de esta comedia romántica con la que Richard Curtis cambió el cine navideño. Políticos, estrellas del rock en decadencia, asistentes portuguesas... Todos ellos con las caras estelares de Hugh Grant, Liam Neeson, Colin Firth, Laura Linney, Emma Thompson, Alan Rickman o Bill Nighy.

Pero Love Actually es mucho más que una de las películas navideñas por excelencia. También es una postal de amor y desamor que 15 años después de su estreno se ha convertido en una película de culto. Una improbable sorpresa que llegaba a la gran pantalla española el 21 de noviembre de 2003 condenada a ser 'otra comedia romántica más', pero se convirtió en un clásico. En su 17 aniversario, rememoramos el filme repasando todas las lecciones de vida que nos dio entre guirnaldas y 'villancicos' de Nighy.

Que el amor no se puede contar en una sola historia

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Nunca viene mal recordar que años antes de que la 'trilogía' marshalliana Historias de San Valentín, Noche de fin de año y Feliz día de la madre nos hiciera temer todo lo que tenga que ver con historias entrecruzadas en la gran pantalla, Love Actually demostró que no hay mejor manera de retratar el amor en toda su crudeza que con una película episódica.

Que no hay nada más puro que el primer amor

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Probablemente una de las historias de amor más tiernas de la película sea la protagonizada por el pequeño Sam (Thomas Brodie-Sangster). No solo la del niño que aprende a tocar la batería y se cuela por las puertas de embarque de un aeropuerto para declararse a la chica que le gusta, sino también la de un padrastro (Liam Neeson) y un hijastro, ese mismo niño, cómplices en esa misión tras haber perdido a la mujer que los unía.

Que hay traiciones que se perdonan

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Los triángulos amorosos alcanzaron su cenit con Keira Knightley, Chiwetel Ejiofor y Andrew Lincoln. Una boda, un vídeo que no tenía que haberse visto y unas pancartas con una de las declaraciones de amor más bonitas en gran pantalla fueron suficientes para que perdonáramos ese último beso traicionero entre un chico enamorado y la mujer de su mejor amigo.

Que las grandes historias de amor son a veces las que ni siquiera empiezan

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Acompañamos a Laura Linney por los caminos pantanosos de los amores de oficina. Su enamoramiento casi platónico con Rodrigo Santoro nos recordó que los amores en suspenso, esos que pudieron ser y no fueron, son los más poéticos.

Que si le eres infiel a Emma Thompson, nos le eres infiel a todos...

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... incluso aunque te llames Alan Rickman. Nada más comenzar el filme, nos temíamos lo peor: el típico relato sobre un hombre que pone los cuernos a su mujer con la secretaría joven y atractiva. Sin embargo, el matrimonio de Rickman y Emma Thompson devino en un castillo de naipes sobre el amor que creías eterno pero no lo era, un jarro de agua fría contra la confianza ciega. Nunca un collar fue sinónimo de tanta decepción.

Que no hace falta entenderse para enamorarse

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La comunicación está sobrevalorada. Colin Firth y Lúcia Moniz demuestran que el amor son mujeres que se tiran al río para recatar tus hojas u hombres que te llevan a casa en coche, pero sobre todo esas conversaciones bilingües en las que habláis sin entenderos. Amores que se consolidan entre besos inesperados, propuestas matrimoniales precipitadas y academias de idiomas.

Que no hay mejor sujetavelas que un niño disfrazado de pulpo

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Hugh Grant le da el mejor uso que se le puede dar a un coche presidencial: el de ir a buscar a Martine McCutcheon en la parte "chunga" de Wandsworth, con tan mala suerte de encontrarse con toda su familia de camino a una función escolar navideña. Si sobrevives a un viaje en coche con un niño vestido de pulpo verde que mira impasible a cámara y a un primer beso delante de todo tu posible electorado, eso significa que tu amor es a prueba de balas (y de escándalos públicos, que eso en política siempre está bien).

Que el periodismo gonzo es entrevistar en la radio a Bill Nighy

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A Bill Nighty le toca reflejar la soledad del estrellato. Él dice que se acostó con Britney Spears, pero termina por reconocer que el único 'amor' real que tiene en su vida es su manager, al que ridiculiza constantemente. Cinismo, pose de famosete y una soledad más afinada que esa Christmas Is All Around imposible que se ha ganado un puesto en el Top 10 de 'los temas navideños más reconocible'. ¿Otra lección de Nighy? "No compréis drogas. Convertíos en estrellas del pop. ¡Os las darán gratis!".

Que en el extranjero se liga más 

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Al menos si eres inglés y vas a la EE UU profunda. Hasta el camarero con menos arte para la conquista de Inglaterra (Kris Marshall) y parte del universo triunfa en su primera noche en Milwaukee con su acento british.

Que también existen los fechazos rodando escenas de cama 

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Martin FreemanJoanna Page son dos dobles de escenas de sexo que, entre toma y toma, se conocen, se gustan e incluso quedan para tener una primera cita. Love Actually vuelve a revertir roles en una de las historias de amor más tontorronas e ingenuas de la película.

Que los presidentes que bailan gobiernan mejor

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Entre las muchas aptitudes del Primer Ministro de Hugh Grant está la de mandar a freír espárragos al presidente de EE UU, que para algo vive en "el país de Shakespeare, Churchill, los Beatles, Sean Connery, Harry Potter... el pie derecho de Beckham, y ya puestos también el izquierdo"; besar a su enamorada en plena función infantil de Navidad; y, sobre todo, mover el esqueleto por cada pasillo del edificio del número 10 de Downing Street. Su lección de vida: Baila como si nadie te estuviera mirando... hasta que te miran.

Que los aeropuertos son un micromundo de sentimientos

Gente que viene y va. Despedidas y bienvenidas. Lágrimas de tristeza y de felicidad. Viajes que terminan y otros que están a punto de empezar. Amor por todas partes. Ya sabes, si te sientes pesimista por cómo está el mundo, piensa en la puerta de llegadas del aeropuerto de Heathrow.

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