James Wan, el hombre que trae el terror al presente

Por el estreno de 'La Llorona', te contamos cómo Wan ha pasado de ser el director de 'Saw' a convertirse en uno de los productores más importantes del terror.
James Wan, el hombre que trae el terror al presente
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James Wan, el hombre que trae el terror al presente

Estamos repletos de prejuicios. Especialmente, hacia los géneros. Cuando una buena película resulta ser de terror, fantasía o ciencia ficción, corremos a elevarla de cualquier manera posible. A negar que sea de género. Por eso no es extraño que, en los últimos tiempos, el debate más intenso que ha tenido el género de terror es si existe, o no, el terror elevado. Es decir, si existe un terror bien hecho.

Por fortuna, hay gente a la que esos debates no le importan lo más mínimo. Que saben que el género siempre ha dado buenos frutos. Y entre esa gente, quien trabaja más activamente por demostrarlo es James Wan.

Wan, nacido en Malasia, pero que ha pasado su infancia en Australia y toda su vida laboral en EEUU, hizo su debut en el cine mainstream con una película hoy rara vez recordada: Stygian. Estrenada en el año 2000, de presupuesto mínimo y ya enfocada en algunas de las obsesiones particulares de Wan (como los payasos asesinos) sería su primer acercamiento al cine de terror. Algo que veríamos traducirse, ya en el 2003, en la saga que le llevó al estrellato: Saw.

Escrita junto con un amigo, el guionista Leigh Whannell, Saw fue un auténtico pelotazo. Haciendo más de cien millones en taquilla, habiendo costado poco más de un millón, Wan demostró que había sitio en las carteleras para algo diferente a los slashers y a lo que hasta entonces se denominaba terror psicológico. Era posible combinar las hebras del thriller, el terror y el cine gore para crear una experiencia brutal, rayano el cine policiaco en lo estructural, que no dejara de ser, en el fondo, puro cine de terror.

James Wan, el hombre que trae el terror al presente

A pesar del éxito de la película, James Wan decidió no cometer el error de intentar replicarlo dos veces. En las siguientes películas de Saw solo ejercería de productor ejecutivo, además de concebir la historia (que no escribir el guión) de Saw III. Algo que debió resultarle de gran ayuda para, más tarde, dar el salto a producir sus propias películas. Pero no adelantemos acontecimientos. Pues si bien Wan se hizo conocido con Saw, no significa que todo lo que haya tocado se haya convertido en oro.

Vinculado solo parcialmente a la saga, decidió realizar las películas que quería hacer en vez de seguir repitiendo una y otra vez lo mismo. Por eso en 2007, casi al mismo tiempo que Saw IV, estrenaría dos películas: Silencio desde el mal y Sentenciado a morir. Silencio desde el mal, tomando la ruta de la clásica historia de terror sobrenatural, y Sentenciado a morir, dándole una brutal vuelta de tuerca al cine de venganza, serían un par de películas que pasarían sin pena ni gloria entre crítica y público. En parte por algo que debió parecerle evidente al propio Wan después de estrenadas: ni el terror sobrenatural ni el cine de venganza eran populares ya en aquel momento.

¿Por qué decimos que debió darse cuenta de ello? Porque no volvería como director hasta 2010 cuando, además de acabar (teóricamente) la saga Saw con Saw 3D, estrenó su siguiente película como director, Insidious. Insidious es, en cierto modo, la síntesis y la antítesis de todo lo que había hecho hasta entonces. A fin de cuentas, cuenta una historia de fantasmas clásicas (como en Silencio desde el mal), con un giro más cercano al thriller (como en Sentenciado a morir), pero ahondando en los conflictos personales de los personajes (como en Saw), en vez de en la pura violencia o los golpes de efecto derivados de ella. Y como es lógico, funcionó.

De presupuesto ínfimo y recaudación notable, Insidious se convirtió en la puerta de entrada de Wan a una nueva dimensión. Una repleta de pesadillas, fantasmas y demonios que, en última instancia, remiten a la historia más vieja posible del terror: alguien a quien creíamos conocer no es quien creíamos que es. En este caso, porque está poseído por algo o alguien.

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De ese éxito surgirían también las siguientes dos películas de Wan. Ya en 2013 estrenaría The Conjuring e Insidious: Capítulo 2, donde continuaría su misma lógica. Hacer películas de terror de sabor clásico, que resulten familiares en tanto toman las premisas básicas de un género específico (en este caso, las historias de fantasmas y casas encantadas), para darles una vuelta de tuerca al introducir una estética contemporánea y ahondar, especialmente, en los conflictos internos de los personajes.

Con eso en mente, es lógico que su siguiente paso llegara en 2014, cuando crearía su propia productora: Atomic Monster Productions. Si bien su pretensión con ella era producir películas de terror, comedia y ciencia-ficción de bajo presupuesto, los bajos presupuestos no han tardado en volverse no tan bajos y la diversificación en géneros en abrazar el terror.

Si bien cumplió estrenando en 2014 Annabelle, un spin-off The Conjuring dirigido por John R. Leonetti, director de la interesante Mortal Kombat: Aniquilación, ya en 2016, con la dirección y la producción de la secuela de The Conjuring su presupuesto se elevó hasta los 40 millones. En cualquier caso, obviando ese caso singular, el camino que ha seguido hasta ahora Atomic Monster Productions es manejar presupuestos modestos, seguir expandiendo su particular universo cinematográfico y dar oportunidades a directores que, en otro caso, tendrían que rendirse ante formas menos clásicas del terror.

Ese es el caso de Lights Out y Annabelle: Creation, ambas dirigidas por David F. Sandberg, que recientemente ha dirigido la muy célebre ¡Shazam!; y La monja, dirigida por Corin Hardy, que antes dirigió la estimable The Hallow, que pasó discretamente por taquilla a pesar de ganar el galardón a mejor película de terror de la revista Empire, superando a pesos pesados como It Follows o Crimson Peak.

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¿El resultado? Un éxito tajante. Funcionando todas sus películas de forma excelente en taquilla, consiguiendo que las opiniones de la crítica vayan del halago a la tibieza amable, Wan ha demostrado saber cómo conectar con el público. Algo que va a tener que seguir demostrando en sus próximos estrenos: La Llorona, dirigida por Michael Chaves, un prometedor director que hasta ahora solo ha hecho cortometrajes, y Annabelle Comes Home, dirigida por Gary Dauberman, guionista de la casa que aquí dará el salto a la dirección.

Todo esto resalta lo evidente: James Wan está intentando crear una imagen de marca muy específica para sus producciones. Un terror sencillo, de reminiscencias clásicas, donde lo que predominan son las historias íntimas y los espacios familiares por encima de los set pieces, la casquería y los monstruos CGI. Algo que no solo le permite mantener los presupuestos bajos, sino también hacer una clase de terror mucho más familiar para el público. Uno bien afincado en los principios del género.

Porque al final Wan no hace nada raro. Solo reivindica el género tal y como era concebido antes. Retoma las historias de fantasmas, de posesiones, de demonios y las trae al contexto actual, dándoles una pequeña vuelta de tuerca. Porque lo que dio miedo en su día, adaptado a nuestro tiempo, sigue dando miedo. Algo que sabría mucha más gente si, a fin de cuentas, no nos guiáramos por prejuicios que nos hacen pensar en el terror como en un género menor.

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