[Opinión] Hollywood no quiere autores, sólo mercenarios

Meter en cintura a los directores, limitar presupuestos y dar preferencia a las franquicias: esa es la tendencia en la industria, y nos perjudica a todos
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"Yo he hecho esa película: ese tío sólo la ha dirigido". Esta cita, atribuida a varios magnates del cine, describe muy bien cual era la situación de los directores en el Hollywood clásico… y, dirán algunos, también en el de ahora. Por si no fuera bastante con el caso de Phil Lord Chris Miller, despedidos de Han Solo cuando sólo faltaban semanas para acabar el rodaje, ahora son unas declaraciones sobre Toby Emmerich (el presidente de Warner Bros.) las que siembran la preocupación sobre la supervivencia de la creatividad en los grandes estudios.

Según una fuente anónima, citada por The Hollywood Reporter, los planes de Emmerich para las producciones de Warner son claros. Por una parte, el máximo responsable del estudio quiere centrarse en franquicias y blockbusters como las adaptaciones de cómics de DClos spin-off de Harry Potter y las cintas animadas con licencia de Lego. Por otro, quiere que sus producciones de formato mediano (aquellas en las que no se invierten millonadas, y de las que tampoco se espera que generen millonadas en taquilla) se mantengan bajo un control férreo.

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"Los presupuestos deben mantenerse al mínimo, y debe evitarse contratar a directores que quieran tener derecho al montaje final", señala el confidente. Y añade que Toby Emmerich "cree que el estudio puede tener el control creativo y, al mismo tiempo, contratar a cineastas de primera fila". De acuerdo con este chivatazo, sólo dos directores actualmente cercanos a Warner se librarían de estas restricciones, y son dos señores a quienes nadie se atrevería a llevar la contraria: Clint Eastwood Christopher Nolan. 

"Eso no lo va a ver nadie"

Supongamos que el resto de grandes estudios de Hollywood están tomando este mismo derrotero. Y, es más, supongamos que el modelo a seguir para ellos es el del tridente Disney-Lucasfilm-Marvel, con 'productores-autores' como Kevin Feige Kathleen Kennedy reduciendo a directores y guionistas al rol de meros asalariados. ¿Qué obtendremos con ello? La certeza de que las majors se están pegando a sí mismas un tiro en el pie. Porque, aunque los productores y los expertos en marketing suelan olvidarlo, la inventiva no sólo resulta satisfactoria para los críticos: a veces, también sirve para ganar dinero.

Por ejemplo, ¿recordáis a ese director que recibió el encargo de filmar una película de serie B sobre mafiosos, y al que despidieron varias veces de su propio rodaje? ¿O a ese otro que quiso resucitar los viejos seriales de aventuras, sin que apenas nadie creyese en lo que hacía? Seguro que sí: sus nombres eran Francis Ford Coppola George Lucas, y los resultados de sus desvelos (entre los que se incluyeron ataques de pánico, peleas épicas con sus productores y, en el caso de Lucas, un infarto) se titularon El padrino Star Wars. 

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Ante historias como estas, eso sí, uno debe tener ojo para no idealizar el pasado: talento aparte, estos dos casos (y otros, como los de Pulp Fiction, El exorcista o incluso Iron Manse debieron tanto a la calidad de la obra en sí como a la chiripa y a factores extracinematográficos. Pero también es cierto que, cuanto más diversa sea la cartelera más probabilidades habrá de que un estudio se lleve una sorpresa en taquilla. Recordemos aquella comedia romántica que se estrenó en 1990, con una actriz semidesconocida y un galán en horas bajas. Nadie daba un céntimo por aquel filme, dado que apareció en pleno apogeo de los actioners como RoboCop Desafío total. Pero, si decimos que los actores en cuestión se llamaban Julia Roberts Richard Gere, entenderéis por dónde van los tiros…

Aquí perdemos todos

Está claro que el caso de Pretty Woman fue el de un producto industrial, concebido desde el principio (y muy a pesar de su guionista) como un filme para el gran público. Pero también es verdad que Touchstone, la subsidiaria de Disney que la puso en marcha, no se esperaba ni de lejos que se convirtiera en un fenómeno mundial. Si escarbamos en la historia del cine made in Hollywood, nos encontraremos más casos así de lo que parece. Y todos nos transmiten el mismo mensaje: reducir los proyectos de presupuesto mediano a la mínima expresión, sacrificar las ideas 'distintas' o inesperadas en aras del taquillazo, no sólo es lesivo para el espectador. También es una receta para que las productoras se encaminen al desastre. Porque todas las fórmulas acaban por agotarse.

Es más: aunque no lo parezca, los que peor parados salen son los amantes del cine de género. Al fin y al cabo, los proyectos más cultos y 'de autor' suelen generarse de por sí fuera de las majors, cuentan con el circuito de festivales para darse a conocer y, tras la llegada del VOD, lo tienen más fácil que nunca para encontrar un público. Pero, ¿qué pasa con el terror, la ciencia-ficción y estilos afines? ¿Te imaginas que a John Carpenter le hubieran cortado el grifo rodando 1997: Rescate en Nueva York, porque Kurt Russell no daba el tipo como protagonista de una franquicia? ¿O que a George Miller no le hubieran facilitado los medios para Mad Max: Furia en la carretera, porque casar feminismo, esteticismo y acción desaforada no pintaba bien para los analistas de marketing? Ese, a juzgar por los planes de Toby Emmerich, es el mundo al que vamos encaminados.

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Al hilo de todo esto, cabe apuntar una última conclusión. Porque novedades como estas son el indicio de que (al menos, en las grandes empresas) el gremio de los productores ya no es lo que era. No en vano expertos como Peter Biskind aseguran que parte de la decadencia de Hollywood en los 80 tuvo lugar cuando los viejos piratas y capataces fueron sustituidos por una nueva quinta, que había frecuentado más las aulas de Empresariales que las salas de cine.

Puede que los magnates 'old school', desde Zanuck y David O. Selznick hasta Robert Evans, fueran unos buitres codiciosos, pero, leyendo sus biografías, vemos que también amaban (a su retorcida manera) el séptimo arte. Y, paradójicamente, también respetaban a esos mismos directores a los que hacían la vida imposible. En cambio, diríase que sus sucesores tienen la preocupante tendencia de mirar menos la pantalla que los estudios de mercado. Y, hasta que no se demuestre lo contrario, lo que se ve en una película es el reparto, el diseño de producción, la puesta en escena, el guión… pero no las cifras. 

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Tal vez esta situación acabe desembocando en un nuevo boom del cine independiente, como el que tuvo lugar a comienzos de los 90. En parte, recordemos, porque una buena parte del público estaba aburrido de ver cómo los estudios trataban de recalentar una y otra vez los hallazgos de Lucas y de Steven Spielberg sin entregar nada valioso. Y tal vez sean las plataformas de VOD los pescadores que ganen con este río revuelto, dada su mayor flexibilidad en la producción y la distribución. Sólo tenemos clara una cosa: hasta que esta situación no se aclare, todos vamos apañados.

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