'Hank Williams: Una voz a la deriva' y otras 7 grandes películas sobre música country

Tom Hiddleston se calza el sombrero para dar vida a Hank Williams, el hombre que hizo famoso el estilo musical seguido por todos estos clásicos del cine
'Hank Williams: Una voz a la deriva' y otras 7 grandes películas sobre música country
'Hank Williams: Una voz a la deriva' y otras 7 grandes películas sobre música country
'Hank Williams: Una voz a la deriva' y otras 7 grandes películas sobre música country

Ya lo decía Leonard Cohen, nada menos: si quieres aprender cuatro cosas sobre la soledad, escucha a Hank Williams. Hablamos de un señor nacido en lo más profundo del 'Deep South' (en Alabama, para ser exactos), de moral y costumbres muy dudosas, y que pasó su vida bebiendo como una bestia, drogándose como un condenado, yendo de matrimonio en matrimonio... y componiendo canciones que resultaron cruciales para la música country, y también para el rock, para el soul y para casi cualquier estilo musical de la segunda mitad del siglo XX. ¿Puede, pues, un actor tan inglés y tan Loki como Tom Hiddleston meterse en la piel de semejante sujeto, al que llamaban "el Shakespeare de los palurdos"?

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La respuesta es: "Sí, puede". Porque lo mejor de Hank Williams, una voz a la deriva, el biopic que ya está disponible en España en dvd, es cómo Hiddleston se hace con el personaje de Hank Williams, cantando sus canciones y dando vida a sus conflictos. De hecho, ya se rumorea que el actor podría ser un serio candidato al Oscar. Mientras esperamos que el Valhalla tome cartas en el asunto, y Tom se haga con una estatuilla en Los Ángeles, recordamos una buena colección de filmes con sombreros de ala ancha (ellos) y cardados imposibles (ellas), que suenan a guitarras slide, violines  y voces roncas por el polvo del camino.

El aventurero de medianoche (C. Eastwood, 1982)

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Ahora que el viejo Clint se está haciendo de oro con Sullyestá bien recordar una de sus películas más infravaloradas, y también más personales. Porque Eastwood es un melómano contumaz, y, contándonos la vida de Red Stovall (un músico imaginario, mezcla de Hank Williams y, también, del grandísimo Jimmy Rodgers) se marca un filme que es, a la vez, una comedia picaresca, una road movie en los EE UU de la Gran Depresión y un retrato trágico de esos músicos que vivían a salto de mata mientras plantaban las semillas de la música popular, tal y como la conocemos ahora. Total, pasar tus noches en garitos (¡donde iban hasta los negros!) siempre era mejor que quedarte en el campo recogiendo algodón y pasando hambre. Kyle Eastwood, hijo del mismísimo, coprotagoniza la película.

Nashville (Robert Altman, 1975)

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Mucho antes de que Hayden Panettiere Conny Briton se mudaran a Tennessee, el autor de Vidas cruzadas El juego de Hollywood había entregado ya una película sobre la capital del country. Luciendo un reparto sólido donde los haya (Keith Carradine, Shelley Duval, Jeff Goldblum, Geraldine Chaplin y muchos otros) y una banda sonora que hizo historia, Altman se marca uno de sus característicos dramas corales, con ciento y la madre de personajes dispuestos a lo que sea para triunfar en una ciudad que, debido en parte a Hank Williams, se ha convertido en la capital mundial del country.

O, Brother (Hermanos Coen, 2000)

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Miseria, superstición, ignorancia, prisión, pactos con el diablo en un cruce de caminos... Todas estas cosas yacen bajo los cimientos del country (y de su antepasados, el bluegrass y el hillbilly). Y, como saben los Coen, incluso tales calamidades pueden convertirse en comedia: sólo hacen falta desenfado, guiños a los clásicos (en concreto, a Los viajes de Sullivan, de John Sturges), los ojillos desorbitados de George Clooney y una BSO que, rescatando piezas tradicionales como Man of Constant Sorrow, acabó convertida en un superventas.

Corazón rebelde (Scott Cooper, 2009)

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Hacía ya muchos años, o muchísimos, que Jeff Bridges se iba mereciendo el Oscar. Y, dado que la Academia de Hollywood no le había hecho el honor con El gran Lebowski, ni con Los fabulosos Baker Boys, ni con ninguna otra de sus grandes películas, el actor que fue el 'Nota' decidió dar la nota y ponerse a cantar en este musical sobre una estrella campera en horas bajas. La química de Jeff con sus compañeros de reparto Maggie Gyllenhaal, Colin Farrell Robert Duval resultó espléndida, y, como, para colmo, el tío canta y toca muy bien, la estatuilla acabó cayendo en sus manos.

Quiero ser libre (Michael Apted, 1980)

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"Si llegas a casa borracho, ni sueñes con echarme un polvo": la traducción es un bastante libre, pero de eso iba el primer éxito de Loretta Lynn, una de las reinas del country y una de sus primeras estrellas en cantar desde una perspectiva femenina y orgullosa. En este biopic, con muy poco de cuento de hadas y mucho de retrato social, Lynn es una Sissy Spacek en plena posesión de sus poderes (se llevó el Oscar, por cierto), mientras que un Tommy Lee Jones jovencísimo interpreta a su marido. Y, si buscas más filmes sobre mujeres camperas con actitud, no olvides Dulces sueños (Karel Reizs, 1985), con Jessica Lange Ed Harris contando la vida de la gran Patsy Cline.

En la cuerda floja (James Mangold, 2005)

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Efectivamente: esta es la película por la cual Reese Witherspoon se llevó el Oscar, mientras que Joaquin Phoenix obtuvo una merecida nominación. Y también es una biografía bastante ajustada de Johnny Cash, un señor al cual Bob Dylan tenía (y tiene) en un altar, y que, como tantas otras figuras del country, pasó su vida oscilando entre una fuerte fe religiosa y una natural inclinación por hacer el bandarra, ponerse hasta las trancas de alcohol y otras sustancias y componer canciones que hablaban de matar a un hombre en Reno sólo para verle morir. Aquí hay poco sitio para sombreros de cowboy y trajes con lentejuelas, la verdad.

Songcatcher (Maggie Greenwald, 2000)

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Antes de ser el eje de una industria multimillonaria, antes incluso de que existieran los discos, las músicas cuya fusión daría forma al country eran patrimonio de las comunidades más pobres de EE UU. Sin ir más lejos, los mineros de los montes Apalaches. Los únicos que se interesaban por sus canciones eran musicólogos (o musicólogas, como el personaje de Janet McTeer) que viajaban hasta sus puebluchos armados de papel y pluma, para transcribir las piezas en partitura y evitar que se perdiesen para siempre. Esta película, ganadora del premio especial en Sundance, explica precísamente eso.

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