[Goya 2017] Emma Suárez: "Nos pasa lo que somos"

La actriz aspira a dos estatuillas el próximo 4 de febrero por sus trabajos en 'La próxima piel' y 'Julieta'
[Goya 2017] Emma Suárez: "Nos pasa lo que somos"
[Goya 2017] Emma Suárez: "Nos pasa lo que somos"
[Goya 2017] Emma Suárez: "Nos pasa lo que somos"

Color manzana, más verdes de lo que parecen en pantalla, los ojos de Emma Suárez brillan mientras piensa las respuestas de esta entrevista. Hablamos en la terraza de la cervecería Santa Bárbara, en Alonso Martínez, donde los camareros la llaman por su nombre y ella a ellos. Envuelta en un estiloso vestido negro y con deportivas rosas, podría ser la niña que debutó hace 36 años en Memorias de Leticia Valle, aunque en La próxima piel y en Julieta, películas por las que ha sido nominada a mejor actriz protagonista y de reparto en la presente edición de los Premios Goya, interprete a una madre y en su conversación se haga evidente el paso del tiempo.

Has dicho en más de una ocasión que te encantó el guión de La próxima piel, que por eso te involucraste en el proyecto.

Sí. Lo leí hace 10 años. De hecho, en medio, se coló Murieron por encima de sus posibilidades. Yo conocí a Iñaki [nombre de pila de Isaki Lacuesta] y a Isa [Campo] en Canarias, en un festival de cine, hace 15 años. Allí me hablaron de La próxima piel por primera vez y cuando me mandaron el guión me quedé conmocionada. Me pareció maravilloso. Estoy enamorada de esta película.

¿Cómo fue el rodaje en el Pirineo catalán?

Fuimos un equipo muy reducido de la película. Empezamos a ensayar con Àlex [Monner, coprotagonista] y con Isa e Isaki. Fue un proceso realmente muy bonito. Además, yo había coincidido con Àlex en Héroes, que fue su primera película. Se le veía tan emocionado después de aquel viaje. Me recordó a mí. Yo hice mi primera película con 14 años. En un momento hablé con él y le dije: “No nos conocemos pero yo empecé igual que tú, mis padres me llevaron a unas pruebas y quedé seleccionada. Yo no era actriz ni pensaba serlo, ni me podía imaginar que haría esa película o que seguiría dedicándome a esto”. Con esto le quería decir que nunca sabes lo que va a pasar con tu vida. Porque él tenía la sensación de que había vivido algo y que ahí acababa. “Y puede ser que volvamos a trabajar juntos”, le dije también.

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¿Cómo fue el reencuentro?

Con Àlex ha sido muy especial. Nos mirábamos a los ojos y estábamos conectados para interpretar a Ana y a Gabriel. Ha sido un rodaje muy duro por las condiciones pero muy entrañable. Iñaki e Isa crean un universo de mucha confianza, hay mucha apertura a la hora de trabajar con ellos y algo muy poético en sus imágenes y en los sentimientos que transmiten. Algo muy puro.

¿Cómo preparaste tu personaje?

El personaje de Ana es una mujer que vive en un lugar aislado, uno de esos pueblos en los que todos conocen la vida de todos pero nadie pregunta. Estuvimos trabajando con Bruno Todeschini, con Sergi López. Es un guión muy apetecible a la hora de trabajar, porque te provoca muchas preguntas. En la historia existe constantemente la pregunta de si el personaje de Àlex es quien dice ser. El único personaje que no se hace esa pregunta o, si se la hace, se la hace en la absoluta intimidad y no le importa, es Ana, su madre. Pero es la única que le reconoce desde el primer momento. La próxima piel habla del amor, de la necesidad de amar a alguien, la necesidad que tenemos, no sólo de amar a alguien, sino de dar amor. También habla de cómo las mujeres podemos tener hijos de todas las maneras. Los hijos se adoptan y, finalmente, lo que importa es lo que tú seas capaz de dar a esas criaturas. El vínculo biológico es secundario. Lo importante es la necesidad de amor que tenemos todos.

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El guión de La próxima piel es un guión con muchas capas, que va descubriendo las mentiras de los personajes con maestría. ¿Eso añade dificultad a tu trabajo?

Ahí lo más difícil es encontrar el tono. Estás haciendo equilibrios y es muy sutil, a nada que te pases… Con estas historias hay un trabajo de contención, se trabaja mucho desde la mirada. Las intenciones están dentro. Por eso es muy importante con quién te encuentres actuando, la química, el entendimiento… Para que fluya esa energía. Mi personaje también tiene algo inocente. A mí me gusta mucho esa mujer. Es muy tierna, muy entrañable. Ella decide después de haber decidido. Decide su instinto. Quizás tenga dudas, pero prevalece su necesidad de dar cariño a ese ser que le acaban de entregar.

¿Dirías que eres una actriz intuitiva?

Como mujer, soy intuitiva. Más que como actriz, como mujer. Pero esa intuición me sirve para trabajar también. Mira, yo cuando me leo un guión funciono por instinto, con las tripas. Hay algo, cuando tú lees un guión, que no es mental, que está por encima de las condiciones, de los beneficios… Es el vínculo que se crea instintivamente con esa historia que se acaba de leer. Cuando eso sucede aparece la necesidad profunda de implicarte en ese proyecto. Eso es maravilloso, ahí se ha instalado una semilla y de ella nacerá todo, es la que te provoca la voluntad de componer un personaje, de trabajar con los directores y tus compañeros, de cuidar al personaje que estás componiendo, de inventarlo, de pensar cómo viste, cómo camina, qué le gusta, cómo respira, por qué llora… Es un vínculo que está por encima del bien y del mal, es algo que te sobrepasa.

¿Qué pasa cuando no llega ningún guión que te provoque eso?

Eso es lo difícil. Siempre hay historias que, por alguna razón, te seducen. Claro que hay otras que no, pero ahí está tu criterio para decidir los proyectos en los que te implicas. Yo, en ese sentido, no puedo evitar implicarme en los proyectos que me gustan.

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¿Dirías que el de actriz es un oficio muy vocacional?

Absolutamente vocacional. Sobre todo cuando lo pasas mal, cuando no hay trabajo, cuando no te llaman, cuando te ataca esa incertidumbre brutal que nos acompaña a los actores… Tú puedes tener un momento de mucho éxito y, a lo mejor, la gente desde fuera cree que todo te va muy bien, pero puedes no estar recibiendo proyectos, porque eso depende al final de la industria para la que trabajamos. Claro que hay muchos directores que quieren trabajar y quieren dirigir sus películas, pero igual no encuentran la financiación. Y muchas veces te encuentras implicada en proyectos que quieres hacer a la espera de que se encuentre la financiación.

¿Cómo has evolucionado como actriz a lo largo de tu carrera?

¡Espero que bien! ¡Fíjate! ¡Desde los 14 años! Han pasado 35 años y muchas películas, no sé cuántas, 50 o así. No soy yo muy estadista con mis trabajos, no guardo mis películas, no tengo una colección… Soy un poco caótica en ese sentido. Pero, bueno, he hecho cine, he hecho teatro, he hecho televisión… Y esto es un oficio. Un oficio en el que importa tu vida. Porque todas tus experiencias personales te ayudan. Es un trabajo que habla de emociones y de seres humanos. Para mí este es un trabajo de conocimiento, de conocimiento del alma humana, y a través de los personajes que yo interpreto aprendo también a investigar en territorios desconocidos. Es un oficio de encuentros, con actores, directores, de encuentros con artistas. Eso también me aporta un sentido de la vida.

Y la industria del cine, ¿cómo crees que ha cambiado?

Creo que siempre ha sido muy delicada. Pero no sólo el cine, cualquier disciplina artística. Es muy difícil ser artista en este país. Pero en el cine también, mira a directores como Chávarri o Camus, ¿cómo es posible que no estén haciendo películas?

¿Piensas en lo determinante que fue para tu vida que tus padres te presentasen al casting de Memorias de Leticia Valle?

Hubiera sido otra si no me hubiesen presentado. Dependemos del azar, pero también creo que provocamos inconscientemente lo que nos va pasando. Nos pasa lo que somos. Nuestro carácter es nuestro destino.

¿Nunca te has planteado dirigir o escribir?

Sí, cuando era más joven. Por el hecho de tener una visión global de la historia. Pero ahora me gusta muchísimo lo que hago y ocupa mi vida. No ha habido un momento en el que haya sentido la necesidad de escribir. Supongo que cuento historias a través de los personajes a los que interpreto.

¿Recuerdas a alguien que se te acercase cuando eras joven, como me contabas que hiciste tú con Àlex Monner?

Recuerdo a alguien que trabajó en Memorias de Leticia Valle y me dijo: “No te preocupes nunca de lo que te digan. Tanto si te dicen que eres maravillosa como si te dicen que eres nefasta. Preocúpate de lo que a ti te parece”. Lo vi clarísimo con 14 años, y me ha ayudado mucho después.

Y más siendo actriz, que tú eres tu propio instrumento.

Sí, porque para trabajar como actriz tienes que abrirte en canal. Para ser receptivo y trabajar con emociones, así que estás en un estado de vulnerabilidad, de sensibilidad. Por eso es muy importante la complicidad con el director y la absoluta confianza mutua. Porque, en según qué territorios vayas a entrar, a veces te tocan lugares oscuros o tienes miedo.

Por ejemplo, en Julieta.

Sí, Julieta fue un proceso muy duro. Y además estaba muy sola. Porque rodaba casi todas las escenas sola y tenía que trabajar esa soledad. Pedro [Almodóvar] me ayudó mucho. Me dio referencias que fueron determinantes. Lecturas, películas… Me indicó el camino por el que tenía que navegar. Por ejemplo, me habló de El año del pensamiento mágico, de Joan Didion, ese libro fue determinante para mí. Lo tengo completamente subrayado. Me colocó de una manera muy precisa en el duelo y en la ausencia. Leí también De vidas ajenas, de Emmanuel Carrère…

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¿Te costó mucho salir del personaje de Julieta?

Justo en el caso de Julieta, no. Terminé de rodar un viernes y el lunes empecé a rodar Las furias, con Miguel del Arco. Jaime Chávarri dice que lo mejor cuando uno termina un rodaje es hacer un viaje. Y es verdad, porque, si no, cuesta desengancharte. Has tomado el hábito de ir al rodaje, cada día te encuentras con la familia del equipo… Luego les echas de menos, porque se crean relaciones muy intensas.

¿No es un poco esquizofrénico entrar y salir de los rodajes?

No hay separación. Un actor no tiene varias vidas. Tratas de complementarlo todo y de llevarlo como puedes. Yo trabajo desde las ocho, que me levanto, hasta las 12 de la noche, complementando mi vida profesional con la personal. Hay guiones que tengo que leer, películas de un director que quiero ver porque me ha ofrecido un proyecto, entrevistas, las actividades extraescolares de mi hija… Para mí, mi vida es lo más importante. Claro que mi trabajo es importantísimo. Mi trabajo también es mi identidad. He crecido y me he convertido en mujer dedicándome a esto. No podría dedicarme a otra cosa. Tengo a mis hijos, que son lo más importante de mi existencia y, a la hora de decidir los proyectos, los tengo en cuenta. Pero soy la madre que soy. No puedo dejar de ser actriz porque soy madre ni dejar de ser madre porque soy actriz. Yo soy madre porque lo he sido, no hubo un momento en el que me lo plantease. Formó parte de la experiencia del momento y del amor.

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