[Goya 2016] Fernando León de Aranoa: "En la guerra, la primera víctima es el sentido común"

Con motivo de los Premios Goya 2016 recuperamos del archivo CINEMANÍA las entrevistas que realizamos a los nominados a Mejor Dirección.
[Goya 2016] Fernando León de Aranoa: "En la guerra, la primera víctima es el sentido común"
[Goya 2016] Fernando León de Aranoa: "En la guerra, la primera víctima es el sentido común"
[Goya 2016] Fernando León de Aranoa: "En la guerra, la primera víctima es el sentido común"

Foto: Alfredo Arias

La ironía del título remite tanto a la ópera prima de Fernando León de Aranoa en la que sus personajes eran de todo menos familia, como al tinte social que impregna el resto de su filmografía. Cinco años después de Amador, su última ficción sobre una inmigrante al cuidado de un anciano postrado en cama, el director de Barrio, Los lunes al sol o Princesas, nuestro particular Mambrú, se fue a la guerra con Benicio del Toro, Tim Robbins, Olga Kurylenko y Mélanie Thierry para volver y contarnos en Un día perfecto la épica de las pequeñas miserias en contienda.

¿Cómo llegaste a la novela Dejarse llover, de Paula Farias, en la que está inspirada Un día perfecto?

La película nace de dos lugares. Uno de ellos, claramente, es la novela, el más importante. El otro es mi experiencia acompañando a trabajadores humanitarios a rodar pequeños documentales durante estos últimos 15 años. Decía que todo está conectado porque, precisamente, uno de esos trabajos nos lo propuso Paula [Farias]. Ella trabajaba para Médicos sin Fronteras en aquel entonces. Nos enredó. Acabé en Uganda rodando un documental. Allí, el responsable de seguridad de nuestro grupo, el que sería Mambrú en la película [Benicio del Toro], contaba historias increíbles de su experiencia. Yo le dije: “Que sepas que a partir de este momento todo lo que digas no te pertenece, pertenece al público. Algún día lo utilizaré en un guión o para contar una historia”. Él me habló también de la novela. Me contó el pretexto argumental de la historia que fue, realmente, el arranque de la película: un grupo de cooperantes intentando sacar un cadáver de un pozo de agua para que la gente pueda volver a beber. Me gustó porque tiene una aparente sencillez que remite a cosas que no son simples en absoluto.

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¿La novela tenía el tono de la película?

En la novela hay un montón de momentos desquiciados que para mí tienen que ver con el absurdo. Creo que la película habla del trabajo de los cooperantes y de su rutina. Yo quería que la película hablase no de los momentos épicos de una guerra, que quizás estamos más habituados a ver, sino de la rutina, de lo que no se cuenta. Eso que dice el personaje de Benicio del Toro: “Somos los fontaneros de la guerra”. A mí me parece que hay épica en ese día a día tan esforzado. Me parece que tiene mucho mérito tratar de poner orden en ese caos que es una guerra. El otro elemento del que procede el humor es el absurdo, contar la guerra como un lugar en el que la primera víctima es el sentido común. Todo se vuelve absurdo, delirante, difícil de controlar. Aquí no sólo está corrompida el agua del pozo. También lo está la lógica. Estos trabajadores humanitarios representan ese sentido común. La película está escrita de esta manera, todos los obstáculos que se van encontrando según avanza la trama. A veces por burocracia (como en el caso de Naciones Unidas), por odio (de los vecinos), por miedo; siempre hay un buen motivo para no ayudar.

Teniendo en cuenta ese absurdo y aunque a primera vista no lo parezca, Un día perfecto haría buen programa doble con Familia, tu ópera prima.

[Ríe] Es posible. Es verdad que en Familia, a fuerza de hacer esa metáfora tan bestia, de contar una familia como una compañía de teatro, era muy absurda la situación y había mucho de lugar de encierro también. Un día perfecto, aunque tiene esa paradoja de los grandes paisajes en realidad también es claustrofóbica. Y su humor nace de ese choque permanente que se da en las guerras con el sentido común.

¿Eso se percibe en las guerras? ¿Lo has percibido tú cuando has ido?

En la película está condensado porque es un relato de 24 horas. Pero sí, esa dificultad para hacer cosas en apariencia simples sí que está ahí. Por ponerte un ejemplo, en Uganda para trabajar en un campo de refugiados todas las mañanas tenía que esperar a que el ejército me autorizase a salir. Había un momento en el que era salir, llegar, y tener que regresar.

"Elías Querejeta era alguien que no le tenía miedo al riesgo. Un productor que no hacía ningún cálculo en ese sentido".

¿Por qué decidiste rodar en inglés?

Por una cuestión de realismo. La experiencia cuando he andado por ahí con equipos humanitarios es que hablan inglés, vienen de todo el mundo y es la manera de entenderse. Es esa gran torre de Babel que añade algo más de confusión pero que a mí, como elemento para la película, me parecía muy interesante. La mezcla de idiomas y de culturas añade más caos al caos.

¿Tenías claro que querías trabajar con Benicio del Toro y Tim Robbins?

Empezamos el casting por el personaje de Mambrú. Siendo una película muy coral ese personaje es el que intenta mantener cierto equilibrio en el caos. Me parecía importante tener al actor que iba a interpretar a Mambrú antes que los demás. Le propuse el papel a Benicio muy pronto. Él lo ha visto todo, le interesa mucho el cine, sabe todo de los directores europeos. Yo sabía que había visto mis películas, estuvo en el estreno de Los lunes al sol en Los Ángeles, sabía que le había gustado. Le propuse el guión a través de su agente y respondió muy rápido. Yo creo que le interesó el tema y el tratamiento, que ni es una descripción heroica de los trabajadores ni lo contrario.

¿El Mambrú real ha visto la peli?

No la ha visto porque está en Siria metiendo y sacando ambulancias en Alepo. Él vino unos días a Madrid y lo senté con los actores. Lo que quería era que les llegase el espíritu de su trabajo, que no creo que yo conozca pero sí que he llegado a sentir en algún momento y que intento transmitir. Tiene esa cosa de que aquello es el Lejano Oeste, no hay normas, están los protocolos pero para saltárselos. Ellos te empiezan a contar estas anécdotas terribles que, a la vez, parecen de una película de vaqueros.

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¿Y Tim Robbins?

Fue el siguiente paso a tener a Benicio en el proyecto. Le mandamos el guión y enseguida se apuntó. Lo que le atrajo es lo que trae el personaje a la película: el humor pero también esa necesidad de estar por encima de las cosas, de saltarse las reglas. Para mí el personaje de B es eso. Se maneja bien en la locura de la guerra porque la conoce, porque de alguna manera está dentro de él.

Además de Tim Robbins y Benicio del Toro, en Un día perfecto están Mélanie Thierry, Olga Kurylenko o Sergi López… ¿Hay mucha diferencia al trabajar con actores españoles a extranjeros?

Ha sido lo más parecido a trabajar con uno de estos grupos humanitarios. Eran todos expatriados… Bueno, sobre todo ellos, porque rodamos en el sur de España. Pero no, yo creo que lo que más marca un rodaje como este es que sea una película coral. Esto me pasó en Familia y Los lunes al sol. Esa coralidad para mí era la mayor dificultad. Tuvimos poco tiempo para ensayar porque juntarles a todos era complicado y casi todas las escenas eran conjuntas. Teníamos actores muy buenos que traían aportaciones geniales pero distintas. Así que el reto era hacer que todo eso fluyese, que funcionase… Porque el talento de cada uno de los actores estaba fuera de dudas. Rodar con ellos era un placer. En el caso de Benicio, que es con quien trabajé más, fue muy interesante. Es un socio creativo, se compromete con la película y aporta muchas propuestas más allá de su personaje.

¿Cuánto tiempo pasó desde que escribiste el guión hasta hoy?

En este caso yo había escrito un tratamiento de la película, 30 o 40 páginas del cuento, aunque luego cambié cosas importantes. Pero esa estructura es de antes de rodar Amador. Intento hacer eso siempre, dejar el tratamiento para retomarlo después de rodar otra película y preguntarme si realmente había algo que me cautivaba de verdad, me aporta mucho esa distancia sobre el material… De todas formas, hay algo de lo que te decía antes, de no haber tenido tiempo para ensayar mucho, que creo que le ha venido bien a la película. Esta peli es un poco una respuesta a la anterior, era una película que trabajaba sobre un único personaje, muy medida, donde era todo muy exacto. Cuando terminé me apetecía fiarme más de mi instinto, dejarme llevar, y en ese sentido me ha venido bien la falta de tiempo, la improvisación.

¿Al acabar Un día perfecto leíste el tratamiento que habías dejado preparado antes de empezar a rodar?

Claro, ya lo he estado leyendo. De hecho, ando asomándome a alguna historia que tengo y siempre surge algo nuevo…

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Desde que empezaste, ¿cómo dirías que ha evolucionado el cine en España?

Es difícil decirlo porque tú cambias también. Desde Familia han pasado 19 años, y yo lo que echo de menos de entonces es la espontaneidad. La insolencia, no te paras a pensar si la película va a ir bien o mal o si va a ir a un festival. Eso es lo mejor, lo más interesante de las primeras películas. Yo intento seguir trabajando así. En gran medida lo hago, no pienso mucho si es la película adecuada para hacer, la que más me conviene. Creo que eso no se puede medir. Encuentras una historia, a veces son dos o tres, y al final eliges la que más te apetece hacer. Otra cosa es que tengas la suerte y la habilidad de ponerla en pie. Pero para conseguir eso también ayuda que te apetezca contar esa historia.

¿Y en cuanto a la industria?

Quién sabe. Siempre ha sido difícil producir pelis. Elías fue un productor muy valiente que no siempre lo tuvo fácil, unas películas le salían bien y otras mal… Quizás ahora sí que detecto que las decisiones en cuanto a por qué se hacen o no películas las toman juntas directivas… Pero yo ahí también he tenido suerte. Todas las pelis que he hecho con Elías eran propuestas que yo le llevaba, con la suerte de que él tenía esta cosa de asumir riesgos…

¿Echas de menos a Elías Querejeta?

Sí. Era alguien que no le tenía miedo al riesgo. Alguien que no hacía ningún cálculo en ese sentido. Algo de eso sigue siendo así. Sigo escribiendo las historias y coproduzco con Mediapro y la relación es bastante parecida a la que tenía con Elías, también asumen riesgos y se han embarcado en películas en las que no estaba asegurado el éxito de ninguna manera.

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