El extraño caso de Dan O'Bannon

El padre de los aliens fue un guionista maldito que tan pronto fascinaba como sacaba de quicio a todo el que se le acercara
El extraño caso de Dan O'Bannon
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El extraño caso de Dan O'Bannon

Alien, el octavo pasajero: Escena del chestbuster, o lo que es lo mismo, el momento en que un xenomorfo rompe el pecho de John Hurt. En alguno de los lugares que oculta el fuera de cuadro, hay un hombre que sonríe ante la lluvia de sangre. Esa escena ha sido su pequeña victoria.

Pero antes de seguir con ese momento, conviene rebobinar hasta el día de 1969 en que se inaugura el curso de cine en la University of Southern California. Allí, aunque el decano repita que ninguno de esos nuevos alumnos conseguirá ser director de cine, se citan nombres como W. D. Richter,  Terence H. Winkless, Nick Castle, John Carpenter o Dan O’Bannon.

A los pocos días de empezar el curso, casi todos los compañeros tienen algo claro: O’Bannon es un genio. Es una fuerza de la naturaleza llena de ideas y mala leche que asombra a todo el mundo con sus rarezas: duerme rodeado de revistas porno, se pasa el día devorando novelas de Ciencia Ficción y se alimenta casi exclusivamente de café y tortitas.

De regalo, tiene una capacidad increíble para crear efectos especiales con trucos caseros, lo que lleva a Carpenter a pedirle ayuda para hacer una película usando los recursos de la Universidad. Entre los dos escriben Dark Star, un guion que Carpenter dirige y en el que O’Bannon se encarga del montaje y los efectos (amén de dar vida a uno de los protagonistas). Pasan las mil y una para terminarla, pero cuando lo consiguen, el productor Jack Harris les pide  que la alarguen hasta los 70 minutos, lo que hace que O’Bannon se invente una subtrama con un alienígena que campa a sus anchas por la nave espacial.

El rodaje acaba con O’Bannon sufriendo unos enormes y extraños dolores intestinales, y tras arruinarse trabajando en el Dune de Jodorowsky, se queda a vivir en el sofá de su amigo Ronald Shussett. Es en esos días y en ese sofá cuando O’Bannon y Shussett reutilizan la idea del extraterrestre que aparecía en Dark Star (1974) y la mezclan con algo que el propio guionista sufre a diario: la sensación de que hay algo creciendo dentro de él y que hará que su cuerpo explote en cualquier momento.

El guion llama la atención de la productora de Walter Hill, que aunque no acaba de confiar en él, piensa que esa idea de un extraterrestre surgiendo de dentro de un humano, vale la pena. A través de ellos, el manuscrito acaba en la Fox -que mata por conseguir nuevos proyectos de Ciencia Ficción tras La Guerra de las Galaxias- y Sandy Lieberson, el ejecutivo que elige leer ese guion de entre los varios que le presentan, lo hace por una sola razón: en la portada pone Dan O’Bannon, un nombre del que se lleva hablando desde sus años en la universidad.

O’Bannon moriría prematuramente en diciembre de 2009, cuando se acababan de cumplir 30 años del éxito de Alien, el octavo pasajero. A lo largo de su carrera, firmaría películas como Desafío Total o Lifeforce, y su marcado carácter le llevaría a hacérselas pasar canutas a Ridley Scott y a pelearse con mucha gente, desde John Carpenter a Walter Hill. La causa de su muerte sería una enfermedad llamada Enfermedad de Chron, la misma que le producía los dolores intestinales y que quedó inmortalizada en el cine mediante el chestbuster. Aquel día de aquel rodaje, ante la lluvia de sangre, Dan O’Bannon consiguió el sueño de todo contador de historias: convertir su mayor pesadilla en una escena imborrable.

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