¿Existe el 'blockbuster' de izquierdas?

En 'Elysium', Neill Blomkamp aborda temas como la lucha de clases y la sanidad pública. ¿Son sinceras películas como esta, o sólo frutos del postureo de Hollywood? Por YAGO GARCÍA
¿Existe el 'blockbuster' de izquierdas?
¿Existe el 'blockbuster' de izquierdas?
¿Existe el 'blockbuster' de izquierdas?

Tratándose de una película de Neill Blomkamp, admitamos que Elysium llega a nuestras pantallas con un plus de confianza. No sólo por el nombre de su director, la espectacularidad futurista garantizada por los diseños de Syd Mead, o la presencia de Matt Damon como currela vengador y con exoesqueleto. Algo que contribuye a cimentar la buena pinta del filme es su condición de película política con explosiones y tiros. ¿Suena raro? Pues, la verdad, no debería serlo tanto: Blomkamp, quien ya armó District 9 en torno a la huella del apartheid en sudáfrica, invoca en su película de 2013 asuntos tan peliagudos como la creciente brecha entre ricos y pobres, la destrucción del medio ambiente y, sobre todo, el acceso gratuito a la sanidad. Tema este último capaz de escocer tanto en EE UU como en España.

Sin embargo, hay algo en Elysium que no cuadra del todo. ¿Será su presupuesto multimillonario? No demasiado, la verdad: los 86 millones de euros que ha costado palidecen frente a, pongamos, los 143 millones de Pacific Rim, película cuya promoción prescinde de cualquier argumento social o ideológico. ¿Serán las intenciones de Blomkamp? Lo dudamos: todo fan de la ciencia-ficción conoce la utilidad de esta como instrumento satírico. Entonces, ¿qué es lo que nos escama? Sencillo: como todos los blockbusters, la cinta del sudafricano es el producto de una gran compañía multinacional, en concreto de Sony. Es decir, que en el fondo no deja de ser fruto de ese mismo sistema cuyos excesos pretende criticar.

Las discusiones sobre la capacidad (o incapacidad) del cine para remover conciencias ya eran viejas cuando el soviético Ilya Ehrenburg escribió su tratado anti-Hollywood Fábrica de sueños. No obstante, los hechos están ahí: muchas estrellas con gran atractivo comercial (George Clooney) no se cortan al opinar sobre política desde posturas progresistas, e incluso directores con ambiciones palomiteras como Joss Whedon (Los Vengadores) no se privan de significarse, con más o menos escepticismo. Quienes quieran reflexiones profundas y de hondo calado siempre pueden acudir a textos de Guy Debord o Jacques Ranciére. Nosotros, simples plumillas, nos limitamos a formular una pregunta: ¿Es posible un blockbuster de izquierdas?

A dicho interrogante, Rubén Romero Santos contesta con un "sí". Pero formulado, ojo, desde el desencanto: "¿Por qué no? Si hace dinero, Hollywood es capaz de producir un panegírico de Stalin e intentar hacernos creer que inventó la penicilina y compuso el Concierto de Aranjuez". el profesor universitario y crítico de CINEMANÍA prosigue advirtiéndonos de que "suena a chascarrillo, pero no lo es: baste recordar que, durante muchos años y hasta que el Departamento de Estado se lo impidió, Hollywood colaboró estrechamente con Hitler". Desde el punto de vista de Romero Santos, la cuestión "reside en si hay alguien preparado intelectualmente en Hollywood para hacer ese tipo de filme. Yo creo que no".

Por su parte, Nando Salvá, también colaborador de esta casa (y de El Periódico de Catalunya) replica a nuestros argumentos punto por punto. El primero, acerca del empleo de millonadas en realizar películas, cuando gran parte de la población mundial se encuentra sumido en la pobreza absoluta. No deberíamos caer en demagogias del tipo 'habiendo gente que se muere de hambre en África...", nos advierte Salvá. "Es decir, hacer blockbusters vale mucho dinero y no por ello hay que dejar de hacerlos, sobre todo porque, nos guste o no, cumplen su función". Por otra parte, este experto añade la puntilla a su reflexión: mientras los filmes den dinero, a los estudios les importa un pimiento que tengan o no ambiciones de protesta política. Y a los directores, casi que también: "Toda la palabrería relacionada con la conciencia social de la que se envuelven películas como Elysium sirve sobre todo para rellenar pressbooks y artículos en periódicos, pero no es algo que los cineastas se tomen verdaderamente en serio".

"Quien vaya a ver Elysium esperando que le cuenten cosas interesantes sobre temas sociales tiene un serio problema de ingenuidad", remacha Nando Salvá. Lo cual nos lleva al segundo punto de nuestro cuestionario: ¿No es una hipocresía que los estudios dediquen sus medios a vender protesta al por mayor? Recordemos, sin ir más lejos, que el filósofo francés Jacques Baudrillard mandó a los Wachowski a tomar viento cuando estos le solicitaron ayuda en el guión de Matrix Reloaded. Nada halagado por que los hermanos hubiesen recurrido a su libro Cultura y simulacro para concebir la trilogía, el erudito sentenció que su colaboración con los hermanos era "inconcebible", y remachó afirmando: "Matrix es la clase de película que las propias máquinas de Matrix hubieran producido". Amén de señalar que el sistema gusta de "producir sus propios reflejos en negativo" para sofocar con ellas toda forma de contestación.

Con esta respuesta, y otras en su línea, Baudrillard demostró conocer las aventuras de Neo de primera mano. Pero, anécdotas aparte, la cuestión queda ahí. Nando Salvá opina que películas como Elysium (o como Matrix) "fomentan el tipo de consumo cultural de palomitas y Pepsi mediana que anula todo ánimo subversivo en la sociedad", y achaca ciertas veleidades en directores y estrellas de Hollywood al "postureo". Rubén Romero Santos, por su parte, tira con bala hacia este último blanco: "Hollywood vive, como siempre ha vivido, en su burbuja (o mejor dicho, en sus piscinas), y ni siquiera es capaz de diferenciar entre la justicia social y la caridad de esa reencarnación de la Madre Teresa que es Agelina Jolie", comenta. Y, acto seguido, alude a otro tema doloroso: la adopción, por parte de movimientos antisistema, de iconografía made in Hollywood. "Para mí, uno de los momentos más descacharrantes de los noticiarios es ver las manifestaciones de 'la verdadera izquierda' protestando contra la globalización con sus máscaras de V de Vendetta… ¡que fabrica y comercializa una multinacional como Warner!", indica.

Antes, Romero Santos nos ha comentado que esta situación se debe a causas estructurales de más envergadura, como son "la incapacidad de la izquierda para articular un discurso coherente" o, sobre todo, la falta de cultura política entre el público joven: "Vayan a un colegio: pregunten lo que es la socialdemocracia, el comunismo o el estado del bienestar, pero ¡ojo! Lleven pañuelos de papel porque lo que van (o no) a oír les va hacer llorar… o reír". Una falta de cultura que, añadimos nosotros, no sólo se extiendería a las cosas públicas, sino también a lo audiovisual. Por ejemplo, el director inglés Peter Watkins lleva décadas alertando en contra de lo que él denomina "monoforma", el conjunto de reglas narrativas que, exportado desde Hollywood, somete al cine (y al público) a un molde industrial y orientado al beneficio. Si, como dice el refrán, "somos lo que comemos", nosotros podríamos añadir que somos también lo que vemos en la gran pantalla. Y, de hacer caso a Watkins, esta nos ceba con productos cuya calidad y efectos para nuestro organismo son abismales.

Interrogado sobre el tema, Nando Salvá admite la existencia de un pecado original. Pero opina también que quienes lo cometen no son los directores de Hollywood, ni los estudios ("Muchas compañías multinacionales usan la conciencia social o humanitaria como forma de publicidad engañosa", indica) sino muchos directores que uno asocia con otro cine, más concienciado: "Puede haber conflicto en el cine de Ken Loach por diferentes motivos, o en el que trata de ser independiente pero que a la vez necesita hacer concesiones para, por ejemplo, lograr distribución". Rubén Romero Santos, por su parte, ofrece una vía para la esperanza desde una óptica calificable como postmoderna: "Como dice Umberto Eco, a fin de cuentas hay tantas versiones como espectadores y el mensaje final lo elabora cada uno a su gusto y manera. El problema es qué tipo de mensaje pueden extraer unos espectadores que, cada vez, están menos formados en asuntos que tengan que ver con la política".

Más noticias de cine, próximos estrenos y series de televisión en CINEMANÍA.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento