Érase una vez 'Assassin’s Creed' en Almería

Viajamos al Desierto de Tabernas, templo del Eurowestern, el Europudding y cualquier producción con el prefijo EURO, donde el videojuego cobra vida.
Érase una vez 'Assassin’s Creed' en Almería
Érase una vez 'Assassin’s Creed' en Almería
Érase una vez 'Assassin’s Creed' en Almería

Es tan cierto que hasta puede ser cursi ponerlo por escrito: hay algo alucinante en ver un rodaje en Almería. Llegar al lugar y escuchar historias sobre John Milius y Schwarzenegger rodando Conan, el Bárbaro es un estado mental al que cualquier cinéfilo debería peregrinar una vez en la vida. Viajar por la zona, reconocer rincones en los que Indiana Jones casi perdió la vida, reconstruir planos de westerns rodados en Techniscope o buscar los coches de Los guerreros del sol, un sucedáneo de Mad Max producido por Mel Brooks que dejó allí sus vehículos futuristas, es todo un viaje interior que hace que cualquier rodaje en cualquier otra parte parezca una anomalía que alguien de producción deba solucionar. Suene cursi por escrito o no, en Almería el cine adquiere una dimensión distinta, mucho más corpórea que en cualquier otro rincón de la historia del cine.

Allí, en algún punto tras una gasolinera de la A-92 está la avanzadilla de un nuevo rodaje. Han llegado hace poco, tras sufrir el calor de Malta y casi dándose “la vez” con Juego de tronos, que acaba de abandonar la provincia. El equipo oculta el nombre de la película bajo el título de Time Out of Mind, pero realmente se trata de Assassin’s Creed, una superproducción protagonizada por Michael Fassbender que adapta una conocida franquicia de videojuegos cuya premisa, para el no iniciado en los juegos, podemos resumir diciendo que consiste en una guerra llevada a lo largo de los siglos por dos sociedades secretas: los Assassins y los Templarios.

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Lo que sorprende nada más pisar el Desierto de Tabernas es descubrir que la relación entre Assassin’s Creed y España va mucho más lejos que el hecho de la localización almeriense. Perdido más allá de la autopista y de la gasolinera y tras unos cuantos controles, el director Justin Kurzel rueda la que será una de las primeras secuencias de acción de la película y que está ambientada en la reconquista de Granada. “Estamos rodeados de historia del cine”, comenta entusiasmado el director de Macbeth antes de desvelar que los flashbacks de la película (los juegos de Assassin’s Creed transcurren entre el presente y el pasado, y eso es algo que conserva esta adaptación al cine) están situados en la España del siglo XV, con la Inquisición jugando un papel fundamental y con Michael Fassbender dando vida a un español llamado Aguilar.

A pesar de las evidentes pantallas verdes en las que, es de imaginar, los efectos digitales incrustarán el Reino Nazarí, se nota un especial cuidado en la secuencia de acción, donde cinco cámaras ruedan cómo una carreta debe saltar por los aires tras una explosión de la que Aguilar escapa por los pelos. “Justin ha hecho posible que el videojuego sea una experiencia cinematográficamente real”, explica el productor Patrick Crowley mientras da algunas órdenes en rudimentario castellano a unos miembros españoles del rodaje. “Ya en su primera película, Snowtown, todo era brutal. Sentías que la violencia estaba ahí. A su lado, Macbeth es una historia de amor”. “Quiero hacer la película como en la vieja escuela, con la acción en cámara”, puntualiza el director.

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La persecución de "lo real" (la localización también obliga a ello) lleva incluso a que uno de los elementos más conocidos del videojuego, el llamado Salto de fe en el que el protagonista se deja caer al vacío, haya sido realizado "en cámara" por un especialista que ha saltado desde una altura de 38 metros para hacer la acrobacia. Sin embargo, a pesar de elementos como ese salto o de la estructura "en dos tiempos" propia de los juegos, existe una línea que parece, va a separar a la película de los videojuegos de Assassin's Creed; o al menos eso es algo que los miembros del equipo se esfuerzan en dejar claro.

La idea es alcanzar un equilibrio entre los juegos originales y un largometraje que pueda impresionar a los espectadores que no sepan de la existencia de estos. Fassbender, también en el rol de productor, lo deja claro: “Ubisoft se me acercó en 2009 para presentarme estos videojuegos. Yo no había jugado nunca a ellos, pero me fascinaron cosas como que los personajes lleven memoria impresa en su código genético. Eso le daba una dimensión mayor a las posibilidades de contar una historia en ese universo y me involucré desde el principio, buscando a guionistas y creando un equipo para poner en marcha el proyecto. Ha sido un proceso muy largo. Teníamos que ser respetuosos con el videojuego y llevar al guión elementos que están dentro de su núcleo, pero al mismo tiempo queríamos hacer nuestra propia experiencia cinematográfica”.

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Como en las mejores producciones de la historia de Almería, por el decorado desfilan equipo y extras españoles, todos ataviados con ropajes del siglo XV, pero también actores como Carlos Bardem o Javier Gutiérrez, que da vida a Tomás de Torquemada. Sin embargo, si hay alguien que tiene fascinado al equipo extranjero, es Hovik Keuchkerian, el poeta, boxeador, monologuista, actor y por encima de todo, hombre libre, al que la mayoría del público descubrió con Alacrán Enamorado y su nominación al Goya. De hecho, tan pronto como pisamos el rodaje, varios miembros del equipo nos empiezan a hablar de él, preguntando cosas como “¿Es muy famoso en España?” “¿Es verdad que era boxeador?” o “¿Sabías que también escribe libros?”.

El autor del monólogo de las croquetas (si no sabes de lo que hablamos busca YA MISMO “Croquetas Hovik” en Google) da vida a Ojeda, el jefe de los caballeros templarios y su papel de villano, vestido de negro y persiguiendo a Michael Fassbender, impresiona nada más verle pisar el único desierto de Europa. “No puedo creerme que esté aquí”, explica ilusionado como si fuera un primerizo. “Estoy muy emocionado e intento hacerlo lo mejor posible. Esto es un regalo. Estoy en una película como Assassin’s Creed y va a haber un muñeco con mi cara ¿Qué más puedo pedir?”

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Minutos después, las cinco cámaras que envían señal al combo de Justin Kurzel están pendientes de Hovik. Este, antes de la escena de acción, se prepara y calienta como un boxeador, haciendo “sombras”. Como los actores de Guerreros del Sol, como Giuliano Gemma, como aquel Clint Eastwood al que hacían fotos con la Guardia Civil o como el mismo John Milius diciendo palabrotas bajo la mirada de Schwarzenegger, la figura de Hovik, lanzando puñetazos al aire, es perfecta para recordar que en ninguna parte de la Península, y quizá del mundo, se respira la historia de un cine tan físico y tan corpóreo como en Almería. Seguro que Assassin's Creed es un poco más impresionante gracias a esos kilómetros cuadrados de polvo y tierra.

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