Entrevista a Glen Keane, creador de 'Enredados'

Un hombre a un lápiz pegado. Así podríamos definir a Glen Keane (Pensilvania, 1954), el artista que, a finales de los ochenta, resucitó a Disney dibujando una sirenita llamada Ariel. Después vendrían personajes tan inolvidables como Aladdin, la Bestia, Pocahontas o Tarzán, a los que ha dado forma y vida.

Su última creación es Enredados, un film que concibió en 1996 y que dirigió hasta que, en 2008, un infarto le obligó a pasarle la batuta a Nathan Greno y Bryan Howard (Bolt). Basada en la historia de la melenuda Rapunzel, el quincuagésimo clásico de Disney mezcla los cuentos de hadas con la animación digital.

Durante la charla, Keane no puede evitar arrancar una hoja de su cuaderno y dibujarnos una Rapunzel (puedes ver el boceto al final del texto). “Dibujar es algo que no puedo dejar de hacer”, nos cuenta mientras, con cuatro trazos, la princesita cobra vida. “La animación es una combinación de todas las artes y la que presenta mayores retos”, prosigue.

En una ocasión comentó que había una cruel ironía en el hecho de que todos los personajes que había animado tenían más pelo que usted. Imagino que después de hacer Enredados ya se puede jubilar.

No sé, ¡Tal vez! (carcajadas). Sí, siempre he identificado el cabello de un personaje como un elemento que les define. Lo que me motiva de la animación es dar vida a lo que está dentro de un personaje: dibujar esa pasión inquebrantable que tiene el personaje de creer que lo imposible es posible. Y de alguna manera el cabello es una manifestación visual de su alma.

En el caso de Ariel, su cabello está siempre flotando: un recuerdo de que quiere subir, pero allí arriba no puede respirar. Ese era el reto de su historia. En el caso de Rapunzel, ella ha nacido fruto de un poder sobrenatural. Y es incontenible, se va a convertir en lo que se supone que es, para lo que ha nacido. Su cabello es un símbolo de eso, porque sale y se escapa de la torre. Nada es accidental en el diseño de un personaje, ya sea su cabello o cualquier otra manifestación externa.

En octubre del 2009, antes del estreno de Tiana y el sapo, charlamos con John Lasseter y nos dijo que si al público le gustaba iba a haber más películas de animación tradicional. ¿Por qué se ha decidió hacer Enredados por ordenador?

Ahora mismo Ron Clements y John Musker están trabajando en otra película de animación hecha a mano, por lo que la intención de Disney es continuar. Pero ¿por qué no utilizar el ordenador como una celebración del dibujo hecho a mano? Creo que podemos explorar nuevos horizontes.

Aunque anteriormente había trabajado con el ordenador -en la secuencia del salón de La Bella y la bestia o los fondos de Tarzán, por ejemplo-, usted viene del mundo de la animación tradicional. ¿Hay mucha diferencia a la hora de trabajar con una técnica u otra?

En algunos aspectos creo que la animación por ordenador está arriesgando más que el dibujo hecho a mano. No nos podemos dormir en los laureles y pensar que si lo dibujamos a mano tiene que ser bueno porque está hecho artesanalmente y hay un valor en ello. Lo que te tienes que preguntar es: ¿los dibujos y los diseños que estamos haciendo son tan expresivos como pueden ser? ¿Son nuevos? ¿Estamos empujando los límites? No creo que hayamos estado haciendo esto con la animación tradicional, así que me gustaría que nos retáramos a hacer mucho mas de lo que hemos hecho en el pasado para que esta forma de arte pueda sobrevivir.

Con Enredados, de alguna forma, el estudio redefine su canon después de hacer películas tan “poco Disney” como Chicken Little, Descubriendo a los Robinson o Bolt. ¿Estamos ante el primer cuento moderno de la compañía?

Cuando empecé esta historia en 1996 no me importaba lo que era necesariamente bueno para Disney o no. Lo veía como una historia que tenía que contar, así que la motivación era muy pura. Tal vez porque llevo treinta y dos años en Disney y esta forma de contar cuentos es algo natural para mí. Ahora bien, cuando veo desde fuera veo cosas como las que has mencionado me pregunto: ¿Por qué estamos haciendo películas que no se sienten como películas Disney? Tienes que aceptar quien eres. No pasa nada por hacer un cuento de hadas en un mundo en el que los demás estudios parece que huyen de todo esto y sienten que tienen que molar un montón. Seguro que dicen que las películas que hacemos son un poco ñoñas. Pero creo que hay que ser honesto, como Frank Capra cuando hizo Qué bello es vivir. Esas son las clase de películas que quiero que hagamos en Disney.

Después del nombramiento de John Lasster –con el que coincidiste de joven en CarlArts- como director creativo de Disney se ha notado un aumento en la calidad de las películas. ¿Es posible que la compañía viva otra Edad Dorada?

Es interesante porque cada edad dorada ha comenzado con un cuento de hadas. La primera con Blancanieves; luego el renacimiento con La sirenita; y ahora con Enredados parece ser que estamos redescubriendo nuestras raíces. También es cierto que en cada una de estas eras el estudio se convirtió en una especie de universidad. Para preparar Blancanieves Walt transformó Disney en una escuela de arte. Lo que hacía era elevar la capacidad de los artistas para contar esa historia. Con La sirenita ocurrió lo mismo. Cuando la hicimos acabábamos de pasar por un proceso de formación. Y con Enredados igual: todos hemos tenido formación en esta nueva forma artística, sin olvidar quiénes somos en la animación tradicional. Hemos tenido clases de anatomía, dibujo, escultura, interpretación… Siento que estas son las semillas para un nuevo renacimiento.

Enredados es, además, un paso de gigante a nivel técnico, tanto en los efectos especiales –hay una secuencia con 46.000 faroles y otra con 3.000 figurantes- como en la animación de los humanos, que suele ser el talón de Aquiles del medio. ¿Cuáles son los retos a superar o los límites de la animación hecha por ordenador?

Con Enredados hemos aprendido que todavía tenemos un largo camino por recorrer. Tenemos que crear herramientas mejores y más flexibles para los artistas. Me asombra la capacidad que tienen los dibujantes que trabajan con el ordenador para estar centrados en su actuación, en la emoción que intentar transmitir en cada escena, porque están controlando un montón de botones para lograr una expresión. Es un sistema tremendamente complejo a la hora dibujar comparado con el lápiz. Cuando yo dibujo el lápiz está directamente vinculado con mi corazón. Ni siquiera veo la imagen. Tengo solo una sensación y me sale. La meta es desarrollar una herramienta de ordenador que sea tan expresiva como un lápiz.

¿Qué crees que hubiera pensado un visionario como Walt Disney de la animación digital y el 3D?

Creo que le hubiera encantado porque siempre estaba detrás de las nuevas tecnologías y le movía la idea de crear un mundo que fuera más creíble, de construir cosas como Disneylandia, donde puedes caminar por las calles, etc.… Disneylandia fue la precursora de la animación tridimensional. Nuestro reto ahora es impulsar el dibujo hecho a mano en una nueva dirección, que es lo que hubiera hecho él.