Según parece, Arabia Saudí no es país para cinéfilos. Y menos aún para quienes disfrutan del cine en pantalla grande: durante los 80, las presiones de los islamistas llevaron al cierre de todas las salas del país, marcando el comienzo de un veto que no se ha levantado hasta este mismo año. Y la primera producción occidental en aprovechar el levantamiento de la prohibición ha sido... Emoji: La película.
Si bien la cinta de Tony Leondis se ha ganado el odio casi unánime de los críticos (recordemos que Entertainment Weekly la nombró peor película de 2017), ha tenido el honor de proyectarse en la ciudad de Yida, en la costa del Mar Rojo. Ante la falta de infraestructuras, la cinta se exhibe en un cine improvisado cuyos únicos equipamientos son una alfombra roja, una pantalla con su proyector y una máquina de palomitas. Más que suficiente, si nos preguntan.
El estreno de Emoji es la punta de lanza de una previsible apertura al cine en el reino saudita. Se espera que, con vistas a 2030, el gobierno haya autorizado la apertura de 300 salas (2.000 pantallas en total). Por supuesto, los filmes que se proyectarán en ellas estarán sometidos a una censura férrea, pero algo es algo. En cuanto a las películas de producción propia, también podrían tener una oportunidad de oro: desde el estreno en 2004 de Dhilal al Samt, la primera cinta producida en el país, el cine saudí ha tenido una trayectoria marcada por la precariedad y los choques con las autoridades.
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