[Cannes 2019] 'Zombi Child': vudú contestatario en el internado femenino

Con un hipnótico exorcismo de estilo, el francés Bertrand Bonello vuelve a las raíces sensoriales de su cine con un relato de terror que es su mejor película desde 'De la guerra'.
[Cannes 2019] 'Zombi Child': vudú contestatario en el internado femenino
[Cannes 2019] 'Zombi Child': vudú contestatario en el internado femenino
[Cannes 2019] 'Zombi Child': vudú contestatario en el internado femenino

La edición de 2019 del Festival de Cannes se recordará por los zombies. No hablamos del aspecto cada mañana de los periodistas que lo cubrimos (que también), sino por la aparición recurrente de los muertos vivientes o reanimados en las películas presentes en el festival. Además de la inauguración con The Dead Don't Die de Jim Jarmusch, el motivo reaparece con Mati Diop en Atlantique y también es central en una de las mejores películas que han pasado este año por Cannes: Zombi Child, el título de Bertrand Bonello a competición en la Quincena de Realizadores.

Zombi Child es una historia de terror feminista, contestataria, hipnótica y sensual contada de manera fragmentada mediante una asombrosa estructura por bloques. Empieza en Haití en 1962, donde un hombre es víctima de un conjuro: muere y su cuerpo es revivido o, más bien, zombificado para servir como mano de obra en una plantación. Medio siglo después, en el más prestigioso internado femenino de Francia (al que acuden como alumnas familiares de quienes han recibido la Legión de Honor), una adolescente haitiana se incorpora a las clases y entabla amistad con sus nuevas compañeras.

El grueso de la película pertenece al fortalecimiento de la relación entre las protagonistas, observando sus rutinas estudiantiles (con asiento de primera fila a clases de Historia sobre Michelet o Literatura citando a Balzac) y rituales adolescentes con la misma dedicación fascinada de ese otro microcosmos femenino que construyó Bonello en Casa de tolerancia (2011). Esa mezcla de interés y pudor ante las conversaciones y las redes de conexión invisibles entre un puñado de chicas adolescentes, inevitablemente sujetas a la mirada masculina del director que las muestra cual nínfulas salidas de un Brisseau, casa a la perfección con la aparición del vudú en la trama.

La nueva estudiante es descendiente del zombie del principio, y su tía una sacerdotisa (mambo) versada en el vudú. La iniciación en el rito animista, entre faldas plisadas y camisas de uniforme escolar más cerca de Jóvenes y brujas (1996) que de Picnic en Hanging Rock (1975), siembra en la nacarada Louise Labeque la idea de recurrir al vudú para recuperar el amor de su novio, que acaba de cortar con ella por carta. Como cabe imaginar, los actos que desencadena ese plan juega con fuerzas más allá de su control.

Bonello abraza los códigos del terror a la sombra de Jacques Tourneur y registra rituales haitianos como hizo Maya Deren en los años 50. Pero el cineasta galo también propone una estructura narrativa peculiar, que niega la continuidad lineal de los acontecimientos para ordenarlos en una progresión más temática que cronológica. Así, dando saltos en el tiempo, se permite el placer de poner final feliz a una historia de rebelión y mantenimiento de las raíces culturales propias frente al empuje del neocolonialismo, aceptando una contaminación de códigos (Damso, Rihanna) que no tendría por qué ser nociva si nace del afecto.

Zombi Child habla de un grupo de chicas, jóvenes nuevas generaciones vinculadas a la élite francesa, pero sobre todo del camino de la protagonista haitiana y la evidencia de una multiculturalidad que debe ir mucho más allá de los eslóganes promocionales del Estado y encontrar razón de ser dentro de cada ciudadano. De cómo recordar quiénes somos es lo que nos separa de los zombies.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento