[Cannes 2019] 'Les misérables' empotra el policiaco francés en la banlieue

Ladj Ly debuta en Cannes con un enérgico thriller policial en la periferia parisina que relee a Victor Hugo para hacer de la glorificación del follón su discurso político.
[Cannes 2019] 'Les misérables' empotra el policiaco francés en la banlieue
[Cannes 2019] 'Les misérables' empotra el policiaco francés en la banlieue
[Cannes 2019] 'Les misérables' empotra el policiaco francés en la banlieue

No es muy habitual que tu primer largometraje debute en la competición por la Palma de Oro. Lo ha conseguido el francés Ladj Ly con Les misérables, aunque su condición de ópera prima debe matizarse con el corto homónimo que aquí expande, la codirección de un documental muy visto en Francia como A viva voz (2016) y años de trabajo dentro del colectivo audiovisual Kourtrajmé en compañía de Romain Gavras Kim Chapiron, donde se dedican a promocionar el cine y la creación cinematográfica como herramienta identitaria en los barrios marginales de inmigrantes.

Les misérables es un proyecto completamente enraizado en la experiencia Kourtrajmé y la vida en los suburbios o banlieues parisinas. En los documentales 365 jours à Clichy-Montfermeil (2005) y Go Fast Connection (2008) Ly trató el asunto de los disturbios de 2005 y su plasmación en el lenguaje mediático, mientras que en Les misérables se acerca a Montfermeil –donde Victor Hugo escribió su novela sobre el contrato social hace siglo y medio– para ambientar un thriller pegado al cogote de una patrulla policial que repasa todos los tópicos del género apuntándose a la estética documental y el tono de confrontación agresiva propios de los videoclips de Gavras.

Eso sí, no hay mucha intención de innovar a partir de los referentes que sigue la película, clásicos de la testosterana policial como Training Day (2001) o Sin tregua (2012). Damien Bonnard interpreta al agente nuevo que llega a la Brigada de Lucha contra la Delincuencia con buena voluntad y valores intactos; obviamente, no tarda en chocar con la veteranía chulesca de sus dos nuevos compañeros asignados por una comisaria encarnada por Jeanne Balibar en un genial cameo que ojalá hubiera durado más.

Pero en ese caso estaríamos hablando de una actualización de la genial Ley 627 (1992) de Bertrand Tavernier y es evidente que Ly no está para las mismas sutilezas. Aquí el trío policial viene a representar una gradación del concepto poli bueno/poli malo a medida que se enfrentan a la cotidianeidad criminal de la localidad, plasmado como un fresco multirracial con conflictos y tensiones latentes entre bandas organizadas que para saltar por los aires apenas necesitan un chispazo; por ejemplo, la llegada de un circo y el consiguiente robo de uno de sus cachorros de león.

Es evidente que el director busca insuflar a sus imágenes la energía dinámica de El odio (1995), pero mientras que el filme de Mathieu Kassovitz –su segundo largo, también un casi debutante que compitió por la Palma de Oro– recurría al legado de la Nouvelle Vague para hablar a pie de calle, las miras de Ly tienden a la espectacularidad de Hollywood y la glorificación del follón como discurso político.

Ahí es donde la película llega más agotada, cuando se desvía del actioner puro buscando titulares comprometidos y olvida sacar más partido a la plástica de las imágenes de drone que apuntaba al principio, aunque su apuesta sea por anestesiar el juicio crítico con un despliegue formal sin fisuras.

La contundencia adrenalínica del clímax se habría bastado por sí sola sin necesidad de lanzarse a buscar comparaciones con Haz lo que debas. Si Les misérables de Ladj Ly se defiende sin problemas en la liga de thrillers galos como Noche de venganza (Frédéric Jardin, 2011) o los filmes de Fred Cavayé, cuando toca medirla contra la combatividad de Spike Lee pierde la partida.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento