[Cannes 2019] Isabelle Huppert va de rohmería a Sintra en 'Frankie'

Empapado de luz portuguesa y con aliento de Rohmer, el director estadounidense narra una historia de encuentros y separaciones en el crepúsculo estival.
[Cannes 2019] Isabelle Huppert va de rohmería a Sintra en 'Frankie'
[Cannes 2019] Isabelle Huppert va de rohmería a Sintra en 'Frankie'
[Cannes 2019] Isabelle Huppert va de rohmería a Sintra en 'Frankie'

¿Qué puede haber mejor que ser hijo de Isabelle Huppert? Quizás que Isabelle Huppert sea tu madre y ponga todo su empeño en liarte con Marisa Tomei durante un viaje a Sintra. En Frankie, la película que ha alejado a Ira Sachs (El amor es extraño, Verano en Brooklyn) de su Nueva York para empaparse de luz portuguesa, esta situación es solamente una del puñado de subtramas que surgen de las vacaciones familiares que planea una famosa actriz (Huppert) para reunir a los suyos por un motivo importante.

A pesar de la localización, más que Oliveira es el espíritu de Eric Rohmer lo que sobrevuela los encuentros y desencuentros que vive el ramillete de personajes convocados por Sachs para desparramarlos por la niebla de Sintra durante un día de verano tardío. Frankie, la actriz, está acompañada por su marido (Brendan Gleeson), su hijo mayor (Jérémie Renier), su hijastra (Vinette Robinson) con su propia familia (marido e hija) y su padre (Pascal Greggory); pronto llega para unirse al grupo de veraneantes una buena amiga (Tomei) con su novio (Greg Kinnear). 

Todos se hallan en un momento de tránsito en su vida, justo antes de afrontar cambios muy radicales (de vivir en una nueva ciudad a un divorcio, una propuesta de matrimonio, el primer amor o incluso la muerte) y cada uno reacciona de manera distinta a su propia crisis vital. La atmósfera de último día de verano, de prácticamente tocar la crisálida de la burbuja de despreocupación vacacional que pronto se romperá y no dejará retrasar más la toma de duras decisiones, es palpable.

Aunque abundan los estilemas rohmerianos –un brazalete, el agua de una fuente con más poder del que parece–, Ira Sachs no cae en los excesos enfáticos de otros cineastas estadounidenses que se intoxican de refinamiento cuando intentan narrar "a la europea". Frankie, como la enorme Isabelle Huppert actuando, no teme mostrarse vulnerable.

Con el director de foto Rui Poças (Tabú, Zama) tras la cámara y piezas de Schubert Debussy en la banda sonora, Sachs cuenta con calma y planos americanos cómo se enredan los hilos de sus criaturas. Hasta llegar a un esmerado plano final, perfecto y kiarostámico, que exhibe todas las cualidades delicadas de una gran película que muchos considerarán pequeña. ¿Pero cuántas se atreven a la osadía de dejar el rayo verde en off?

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