[Berlín 2019] ‘The Golden Glove’, la asquerosidad moral según Fatih Akin

El ruido de la cabeza del cadáver, una mujer, contra la escalera. Golpes secos. El ruido de la sierra en su cuello. Así arranca The Golden Glove, la nueva película del casi siempre polémico Fatih Akin, que vuelve al Festival de Berlín después de ganar hace 15 años el Oso de Oro por Contra la pared.

Akin ha dicho en la rueda de prensa: “A diferencia de otros directores, no quiero celebrar la violencia”. Su cámara quizá no muestre la sangre salpicando, esa sierra cortando, esos utensilios de cocina que el protagonista impotente usa contra sus víctimas, pero no hace falta para sentir que se regodea en esa suciedad moral y física hasta revolver el estómago. Literalmente. Es una película a la que ir con el estómago vacío para poder aguantar hasta el final.

Y aun así no muchos periodistas se han salido del pase de prensa y hasta alguno se ha arrancado con algún aplauso para enfrentar a los abucheos.

The Golden Glove es la película que más ha revuelto y provocado a la Berlinale y, claramente, era la intención de su director, sin ningún escrúpulo para retratar a Fritz Honka, este asesino en serie real que mató entre 1970 y 1975 a al menos cuatro mujeres, las descuartizó y guardó partes de sus cuerpos en su casas. Las quejas de los vecinos por el olor putrefacto nunca se escucharon. Ese mismo olor putrefacto y misógino que traspasa la pantalla y cuesta un buen rato olvidar.

El guion es adaptación del libro homónimo que escribió Heinz Strunk, titulado así por uno de los bares que frecuentaba Honka en el barrio de St. Pauli en Hamburgo y donde conoció a alguna de esas mujeres.

Akin lo estaba adaptando en pleno movimiento #MeToo y ha contado que eso “impactó en dónde ponían la cámara”, que tuvieron psicólogas en el rodaje para ayudar a los actores ante la crudeza de las escenas. Como esa estrangulación que alarga y alarga, ¿por qué? Esa es la pregunta que se queda tras pasar el mal trago estomacal. ¿Por qué?