[BCN Film Fest 2019] 'Cartas a Roxane': Érase un poeta a una nariz pegado

Traicionando el espíritu trágico de 'Cyrano de Bergerac', Alexis Michalik fabula sobre su proceso de construcción, regalando una deliciosa comedia entre bastidores
[BCN Film Fest 2019] 'Cartas a Roxane': Érase un poeta a una nariz pegado
[BCN Film Fest 2019] 'Cartas a Roxane': Érase un poeta a una nariz pegado
[BCN Film Fest 2019] 'Cartas a Roxane': Érase un poeta a una nariz pegado

Niño prodigio del teatro francés, Alexis Michalik se lanza al cine para adaptar una pieza propia que, a su vez, reinterpreta, o directamente fabula sobre la creación de la que es, probablemente, la más importante obra de la historia teatral francesa: Cyrano de Bergerac. El dramaturgo, y ahora cineasta, se ha hartado de confesar que la oscarizada Shakespeare enamorado sirvió de referencia directa para dar forma a una comedia luminosa que ya triunfó en los escenarios parisinos y que va camino de hacer lo propio con su paso a la pantalla. No hay pizca de voluntad documental en esta mirada al proceso de escritura que Edmond Rostand llevó a cabo: basado en hechos reales, sí; cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, también.

[BCN Film Fest 2019] 'Cartas a Roxane': Érase un poeta a una nariz pegado

El Rostand de la película es un joven escritor fracasado, casado y padre, acuciado por las deudas, aunque con dos ángeles de la guarda: la actriz Sarah Bernhardt y el actor Constant Coquelin (a la sazón, el primer Cyrano que representó la obra; los espectadores más pacientes podrán verle en acción en una vieja grabación sobre los títulos de crédito). Ante la que podría ser su última oportunidad de trascender, Rostand encontrará una musa inesperada en la soñadora y romántica ayudante de vestuario de la que se ha enamorado su, tan guapo como torpe, mejor amigo. Vaya, que, sin comerlo ni beberlo, el autor se encuentra regalando sus versos y sus palabras a las habilidades de seducción más bien macarras de su colega, aplicando su experiencia a la página en blanco y encontrando finalmente la luz. Cartas a Roxane es, pues, dos Cyranos en uno: aunque en esta locura de función que Rostand y su compañía construyen a golpes de talento e improvisación (ojo, en esta ficción, Cyrano de Bergerac se escribe, se monta y ensaya... ¡en tres semanas!) hay más de ese vodevil que tanto critica el protagonista, que de poesía y tragedia. Puertas que se abren y se cierran, visitas a un burdel (con un tronchante cameo ruso), duelos entre escritores y un estreno que, enfocado entre bastidores, remite al Noises Off de Michael Frayn (texto traducido de mil maneras en sus muchos pasos por nuestros escenarios).

No se le puede negar ingenio y encanto a este disfrutable viaje literario; tampoco un exceso de ambición formal en el salto al cine de Alexis Michalik: lo hace a lo grande, con hechuras de superproducción, ampulosos movimientos de cámara y estética casi disneyana en el dibujo del París de finales del siglo XIX. Con un sólido reparto en el que brilla especialmente un Olivier Gourmet alejadísimo de sus turbios roles para los Dardenne, Cartas a Roxane es un juguete simpático, muy divertido, luminoso y con mucha chispa.

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