Antonio Isasi-Isasmendi, el pionero al que nadie esperaba

Fallece Isasi-Isasmendi, uno de los nombres propios del cine negro español y director que firmó películas como 'Estambul 65' o 'Las Vegas, 500 millones'
Antonio Isasi-Isasmendi, el pionero al que nadie esperaba
Antonio Isasi-Isasmendi, el pionero al que nadie esperaba
Antonio Isasi-Isasmendi, el pionero al que nadie esperaba

Algo se desgajó del cine español durante los años 60. Una serie de cineastas se salió de la fuerza centrífuga de nuestra industria, empezando a viajar con una libertad que hoy nos parece normal gracias a directores "con la maleta hecha" como Cortés, Mira, Vigalondo o Fresnadillo, pero cuyas aspiraciones en aquel momento eran vistas con cierta condescendencia por parte de la industria.

No todos los nombres propios que pasaron por esa experiencia corrieron la misma suerte, y es cierto que en el intento de volar alto, muchos acabaron nadando en las simas de la serie más zeta y del género más repleto de clichés, lugares comunes y desnudos gratuitos. Pero entre los que mejor fueron capaces de diferenciarse de los modelos preestablecidos y de alcanzar su propio estatus, destacó Antonio Isasi-Isasmendi, hijo de la actriz (y profesora de teatro) Nieves Lasa.

Isasi, cuya vida daría para dos autobiografías (Memorias tras la cámara y Los días grises) tendría una de las escuelas más envidiables y efectivas para aprender a contar historias, la de la moviola, montando títulos como En un rincón de España o Mi adorado Juan, dos comedias de ese cineasta tan injustamente ovlidado como fue Jerónimo Mihura y en cuyo regazo (aunque no en el único) Isasi aprendió el oficio .

Antonio Isasi-Isasmendi, el pionero al que nadie esperaba

Por el contrario, no sería hasta unos años después, cuando, como autor, mostró una temprana ansia de vanguardismo al fijarse en un suceso real y utilizarlo para firmar junto a Julio Coll el guion (y montar la película) de Apartado de Correos 1.001 (Julio Salvador, 1950), punta de lanza del cine policiaco barcelonés junto con Brigada Criminal.

A pesar de ser un título con un capítulo propio en la historia del cine español, el espíritu de Isasi todavía estaba larvario en la película de Salvador y tendría que ir expandiéndose y contrayéndose a lo largo de una serie de películas como director que fueron desde su debut, Relato policiaco, a Tierra de todos, un sorprendente título que en 1962 se aventuraba a contar una historia de la Guerra Civil que sustituía el prisma del franquista "cine de cruzada" por el del espectáculo bélico y la reconciliación de las dos Españas.

Antonio Isasi-Isasmendi, el pionero al que nadie esperaba

Con la temeridad de haber reducido la política en una película sobre la Guerra Civil hasta el punto de disolverla en el espectáculo cinematográfico, Isasi había completado, sin saberlo, una etapa dentro de su cine. Su siguiente título, La máscara de Scaramouche daría buena cuenta de ello al utilizar al personaje de Sabatini para rodar un europudding muy superior a la media en el que se usaba Burgos y su Catedral para simular que los personajes estaban en Paris y en la que, de regalo para la mitología de la película, debutaba Álvaro de Luna.

Isasi no era, ni de lejos, el primer cineasta de la época en empezar a abrazar esas coproducciones europeas en las que cada actor daba la réplica en su idioma y en las que tan pronto un rodaje empezaba en la Casa de Campo de Madrid como terminaba en un estudio de Roma, pero su modelo empezaba a dar muestras, además de un notable conocimiento del oficio de director, de una verdadera fe por la apuesta internacional y de género que dejaba claro que no se estaba ante un oportunista que intentaba abrirse camino en esa especie de "UEFA Champions League" del cine de barrio con pipas y bombón helado que fueron las coproducciones entre Italia, España, Francia y Alemania (del Oeste, claro).

Antonio Isasi-Isasmendi, el pionero al que nadie esperaba

Una buena muestra de su imparable proyección sería que en los siguientes años, Isasi-Isasmendi encadenaría una de las cimas del subgénero conocido como eurospy, Estambul 65, con una de sus películas más conocidas, Las Vegas, 500 millones / They came to rob Las Vegas, una superproducción distribuida a nivel mundial por Warner y con un Gary Lockwood que venía de rodar 2001, Una Odisea del Espacio con Kubrick. Tuvo incluso tiempo de sustituir a Tulio Demicheli (quien a su vez había hecho lo propio con el argentino Hugo Fregonese) en Los Monstruos del Terror, último estertor del Imperio Bronston en España hasta el punto de que (cuentan las malas lenguas) una vez terminado el rodaje, era tal el descalabro económico, que arruinados los productores tuvieron que pagarle el sueldo a Michael Rennie regalándole el piso que tenía uno de ellos y que daba al estadio del Real Madrid.

Sin embargo, ninguno de esos méritos explicaría tan bien al neófito quién fue Antonio Isasi como detenerse a observar la banda sonora de su siguiente trabajo, Un verano para matar, una película cuya música a cargo de Luis Enrique Bacalov fue reutilizada en la segunda entrega de Kill Bill ¿Hay mejor muestra de haber alcanzado un estatus dentro del cine de acción de culto que el ser citado por el exhumador de VHS y cine pulp por excelencia del cine actual?

A Isasi no le quedarían muchas más películas por rodar y se tomaría su tiempo para hacerlo, pero entre las pocos títulos que añadiría a su filmografía, figuran dos adaptaciones literarias. Por un lado, El Perro, de Vázquez-Figueroa, y El aire de un crimen, de Juan Benet. Un dato que sirve para despejar, si es que todavía hace falta a estas alturas, las sospechas que en aquellos tiempos se podían tener por cineastas como él, a los que se solía mirar de lado y con condescendencia intelectual pese a que hacían cosas tan fascinantes como lanzarse a rodar una película bélica sobre la Guerra Civil.

Ayer, Isasi-Isasmendi fallecía en Ibiza a los 90. Con él desaparecía algo más que un director, desaparecía un pionero del cine español y alguien que convirtió en hazaña esos viajes por todo el mundo que hoy están tan normalizados en nuestra industria. Es posible que ni siquiera el Goya de Honor que recibió en el año 2000 sea suficiente para hacer justicia al legado de inteligencia, celuloide y casquillos de bala que dejó tras de sí.

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