Amy Adams integral

De aspirante a bailarina a eterna nominada al Oscar: reivindicamos la carrera de una de las mejores actrices de su generación.
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Desde la princesa de cuento emperifollada que sale de una boca de alcantarilla en Times Square en Encantada: La historia de Giselle, hasta la lingüista que se comunica con los extraterrestres en La llegada; desde la fiel esposa del cabecilla de una organización religiosa en The Master, hasta la mujer fatal y amante de Christian Bale en La grane estafa americana. Son muchas las imágenes que nos vienen a la mente cuando pensamos en Amy Adams (Italia, 1974).

Algunos siguen recordándola como la joven con coletas y brackets que enamoró a Leonardo DiCaprio en Atrápame si puedes. Para otros, es la actriz a la que (hablando de Leo) más se le resiste el Oscar. Hay quien todavía la confunde con Isla Fisher (o confunde a Isla Fisher con ella). Los más seriéfilos aún la recuerda bebiendo batidos de kryptonita en Smallville, revolucionando a los empleados de The Office o bebiéndose su pena en Heridas abiertas, mientras que para la mayoría de fans de DC es la Lois Lane moderna.

Pero más allá de todas estas escenas que ya forman parte del imaginario popular de cualquier cinéfilo, la intérprete ha conseguido algo de lo que solo artistas consagrados como Meryl Streep, Robert De Niro o el ya mencionado DiCaprio pueden fardar: que el hecho de que su nombre aparezca en los títulos de crédito de una película sea sinónimo de calidad.

De bailarina a actriz en serie

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Amy Adams no creció soñando con ser actriz. Nacida en Italia y criada en Castle Rock, Colorado, en el seno de una familia mormona, pronto se alejó de sus creencias religiosas tras el divorcio de sus padres, él cantante y ella culturista profesional. Pasó su adolescencia en la casa de unos amigos de la familia, donde, en lugar de improvisar discursos de agradecimiento frente al espejo con un champú en la mano como si se tratase de un Oscar, jugaba a ser cantante o bailarina. 

Fue durante sus últimos años de instituto, y empujada por su pasión por el baile, cuando entró en contacto con el teatro musical. También trabajaba como dependienta en Gap y servía mesas en la cadena de restaurantes Hooters, con sus patines y su mini short anaranjado, para pagarse su primer coche. "Sabía que quería actuar, pero no específicamente en películas. Siempre me vi sobre el escenario", ha contado Adams.

Después llegaron los innumerables castings, la melena pelirroja ("Cuando dejé de ser rubia, la gente empezó a tratarme de otra forma") y su primera oportunidad, con 25 años, en la película Muérete bonita. A su debut le siguieron pequeños papeles en televisión, que intercalaba con personajes secundarios en películas como Colgado de Sara o Pumpkin. 

Participó en las series más aclamadas de principios de los 2000, como Buffy, cazavampiros, Embrujadas, El ala oeste de la casa blanca o Smallville, pero en roles tan mínimos que en aquel entonces nadie podía imaginar que aquella joven que jugaba con kryptonita en la ficción de Tom Welling terminaría convirtiéndose en la Lois Lane de Henry Cavill en El hombre de acero. "Pensé en tirar la toalla. Sentía tanta frustración. No sabía si lo conseguiría", recuerda de sus comienzos.

La protegida de Spielberg

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Sin embargo, algo tenía esa veinteañera prácticamente desconocida que llamó la atención de Steven Spielberg. O, mejor dicho, de la directora de casting Deborah Zane. Ella fue quien pasó el vídeo con la audición de Adams al director de Tiburón que, tras Minority Report, estaba por llevar a la gran pantalla la historia real del estafador Frank W. Abagnale en Atrápame si puedes. Esa prueba bastó para que Spielberg vieran en Adams la dulzura e inocencia que la enfermera Brenda Strong requería.

De la noche a la mañana, pasó de intercalar pequeños papeles en cine y televisión a compartir set con Spielberg y Leonardo DiCaprio. "Fue muy gracioso porque me encantaba DiCaprio. No por Titanic, sino por Los problemas crecen. Pero cuando lo conoces, el enamoramiento adolescente se acaba. Ahora es Leo", recordaba en una entrevista concedida a Stephen Colbert. Se trata del papel que, si bien aún no puso su nombre en las agendas de los peces gordos de Hollywood, le dio la primera gran oportunidad de su carrera. "Si no fuera por Spielberg, ahora mismo no estaría aquí", ha asegurado recientemente.

¿Cómo decías que se llamaba la actriz de Encantada?

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Sería tres años después de haber trabajado con Spielberg, ya entrada en la treintena, cuando la actriz conseguiría el personaje que daría comienzo a la Edad Dorada de su carrera, esa en la que, 14 años después, aún continuamos. Junebug, una dramedia indie dirigida por Phil Morrison, pondría a la intérprete en el punto de mira gracias al papel de Ashley, la cuñada embarazada de la peculiar familia protagonista. También le traería la primera de sus cinco nominaciones a los Oscar. 

Dos años, varios banquetes (El día de la boda, ¡Boda a la vista!) y tres episodios de The Office más tarde, llegó la princesa Disney. Encantada: La historia de Giselle, con Susan Sarandon y canciones de Alan Menken (La bella y la bestia), se convirtió en el cuento de hadas neoyorquino contemporáneo más exitoso, una sorpresa para los recelosos ante tanta canción y tanta cursilería que se preveía en los tráilers. Todo gracias a esa Amy Adams que supo dotar de las dosis justas de inocencia y espontaneidad a Giselle. Y pensar que, pese a la buena recepción de Junebug, Patrick Dempsey, alias Doctor Macizo, y James Marsden, alias Cíclope, eran los reclamos estelares antes del estreno...

Pronto nos reencontraremos con Giselle en la secuela de Encantada, que se titularía Disenchanted y cuyo rodaje acaba de terminar. La película llegará el año que viene a Disney+ y el reparto incorpora a Maya Rudolph como la villana e Yvette Nicole Brown como su secuaz.

Ha nacido una estrella

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Muchos pensaron que el papel de Giselle iba a encasillar a Adams. Pero si hay algo que se le da especialmente bien a la actriz es esquivar el encasillamiento. No en vano, se tiño de pelirroja para no ser una rubia más. Tras su paso por Andalasia, Adams se propuso no dejar género cinematográfico, director consagrado, elenco estelar ("Tom Hanks y Meryl Streep han sido quienes más me han marcado") ni guion con potencial por probar. 

Desde sus nominaciones a los Oscar en los filmes de David O. Russell (The Fighter y La gran estafa americana, en la que tiempo después confesaría que el director le hizo llorar: "Estaba realmente devastada en el plató"), hasta sus trabajos con Mike Nichols (La guerra de Charlie Wilson), Tim Burton (Big Eyes) o Tom Ford (Animales nocturnos), pasando por comedias tan recomendables como Un gran día para ellas, la actriz ha dado buena cuenta de su talento, así como de su tino a la hora de elegir proyectos.

“Ahora la gente sabe que puedo hacer de todo", ha afirmado. Prueba de ello son tres de sus producciones más aplaudidas: La duda, donde daba vida a la ingenua hermana James; The Master, en la piel de la leal esposa de un fanático religioso; y La llegada, como la lingüista alien de Denis Villeneuve. Curiosamente, la consagración ha llegado a la actriz a la tan temida edad de los treinta y muchos, cuarenta y pocos años: "Cuando estaba a punto de cumplir 40 años, la gente me advertía de que el final de mi carrera se acercaba. Pero me siento más segura y tengo más que decir ahora que nunca antes".

La Lois Lane pelirroja

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Su papel de Lois Lane en el universo superheroico de Zack Snyder merece una mención aparte, no por tratarse de una de sus mejores actuaciones, sino por la repercusión inevitable que tiene adentrarse en el cine de capas y mallas en la actualidad. 

Margot Kidder, la primera Lois Lane del cine, ha sido probablemente quien mejor ha definido el papel de Adams en DC: “Han cogido a una de las mejores actrices americanas del momento, ¡y no le han dado nada que hacer! ¿Cómo hacen esa estupidez? Han hecho que interprete a la que solía ser la novia, un rol que terminó en los 60 con los derechos de las mujeres”. Opinión que se confirma más aún tras sus "cameos" en Batman v SupermanLiga de la Justicia. 

Adams siempre brilla, también en sus intervenciones junto a Superman: basta con una mirada compungida de la actriz para que sintamos algo de empatía por la historia del hombre de acero. Sin embargo, tanto el personaje (¿para cuando la intrépida periodista a la que conocimos en los cómics?) como la actriz han resultado demasiado buenas para esta saga de memes de 'Sad Affleck', momentos 'Martha' y bigotes borrados por CGI. 

La intérprete también ha hablado de la dificultad de dar vida a un personaje tan esclavo de la narrativa: "Me encanta interpretarla, pero a veces es complicado porque siento que está al servicio de la historia en lugar de que la historia sirva al personaje. En un universo perfecto ambos aspectos irían de la mano". 

Siempre es el año del Oscar

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La Academia lleva años negando el Oscar a una de las mejores intérpretes de Hollywood, pero su no nominación en 2017, con dos películas con potencial suficiente como para incluirla en la lista, fue de traca. El haber desplegado un poder comunicativo de otro mundo en La llegada, para después lucirse estilosa y tenebrosa a las órdenes de Tom Ford en Animales nocturnos no tuvo recompensa. 

Año y medio después, creímos estar a punto de ver el filme por el que finalmente Adams no solo sumaría su sexta nominación al hombrecillo dorado, sino que se alzaría con el Oscar. La actriz estrenaba El vicio del poder, dirigida por Adam McKay. En ella encarnaba a Lynne Cheney, esposa de Dick Cheney (Christian Bale), controvertido vicepresidente de la Administración Bush que gobernó EE UU de 2001 a 2009.

Sam Rockwell los acompañaba en el papel de George W. Bush, mientras que Steve Carell daba vida al secretario de defensa Donald Rumsfeld. Con semejante reparto, conociendo la predilección de los académicos por las historias basadas en hechos reales, y teniendo en cuenta que no hay nominación al Oscar que se rebele contra el tandem Adams-Bale (Bale se terminó llevando el premio por The Fighter), este título sonaba a galardones por todos lados. Pero a la sexta tampoco fue la vencida para la actriz.

Televisión y empoderamiento

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Y si El vicio del poder parecía una maquina de ganar Oscars, hace dos años aparentemente no había Emmy que se resistiera a Heridas abiertas (aquí podéis leer nuestra crítica), con la que Adams regresaba a la pequeña pantalla como protagonista absoluta. No solo porque prometía ser la próxima Big Little Lies con aires de True Detective. Se trataba de una adaptación de la primera novela de Gillian Flynn (Perdida) y el canadiense Jean-Marc Vallée (Big Little Lies) se había encargado de dirigir sus ocho episodios.

En ella, Adams daba vida a Camille, una reportera de sucesos con tendencia a autolesionarse, que regresaba a su pueblo natal en Missouri para investigar una serie de asesinatos y, de paso, reencontrarse con su dominante madre. 

La actriz aprovechó la promoción de la serie, con un claro mensaje feminista, para pronunciarse sobre todos los cambios que se estaban viviendo en la Hollywood post-Weinstein, con movimientos como Time's Up o Me Too: “Soy una idealista, puede ser molesto y me decepciono constantemente. Antes de que saliera todo lo de Harvey, una joven actriz me dijo: ‘Está pasando esto con un productor, ¿es raro?’. Le dije: ‘Sí, no está bien’. Ella no sabía qué hacer y le dije: ‘Mándale un saludo de mi parte’. Porque, desafortunadamente, conocía a esa persona y pensé que si sabía que no podía tener a una víctima silenciosa, ¿entonces tal vez borraríamos la tentación?”. 

Este año, su La mujer en la ventana, esta vez bajo las órdenes de Joe Wright, no ha tenido la repercusión esperada, pero confiamos en que Kings of America, la miniserie que prepara con Adam McKay, vuelva a traernos a su mejor versión. 

Ella, que hoy cumple 47 años, se enorgullece de haber sido capaz de alejar su vida personal de su vida profesional, de no llevarse a los personajes a casa ni dejar que los reconocimientos le quiten el sueño: "Durante los primeros dos años de carrera no podía separar trabajo de casa, pero ya no vivo en esta especie de espacio obsesivo. No es que mi trabajo no me parezca importante, sino que sé que, al final del día, estaré en casa leyendo cuentos a mi hija". Al fin y al cabo, ¿quién necesita premios con semejante currículum?

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