6 joyas de Atlántida Film Fest 2015 que no te puedes perder (I)

El festival de cine 'online' de Filmin celebra su quinta edición y aquí te ofrecemos un puñado de títulos imprescindibles de su programación que deberías correr a ver.
6 joyas de Atlántida Film Fest 2015 que no te puedes perder (I)
6 joyas de Atlántida Film Fest 2015 que no te puedes perder (I)
6 joyas de Atlántida Film Fest 2015 que no te puedes perder (I)

Hasta el 9 de julio puedes sumergirte en la programación de la quinta edición de Atlántida Film Fest, el festival internacional de cine online que tiene lugar en Filmin. Como cada año, en CINEMANÍA lanzamos una serie de recomendaciones como sugerencias para los distintos caminos y bifurcaciones que pueden tomarse a través de la Sección Oficial, la paralela Atlas o la de cortometrajes.

(Sin olvidar que este año resulta especialmente recomendable la retrospectiva (Anti)Propaganda de cine político donde, además de la visión de Sergei Loznitsa sobre las manifestaciones del Euromaidán de 2013 y 2014 en Ucrania en Maidan, se pueden encontrar obras tan importantes como Propaganda (Slavko Martinov), Aim High in Creation! (Anna Broinowski) o Songs from the North (Soon-Mi Yoo), imprescindibles para entender un lugar del planeta tan opaco como Corea del Norte).

Stand by for Tape Back-Up

Brillante, absorbente y, en última instancia, agotador es el ejercicio que realiza el artista escocés Ross Sutherland en esta pieza sobre el poder homónomo de las imágenes y cómo nuestros sesgos cognitivos nos llevan a aceptar cualquier explicación más o menos convincente del mundo. Reproduciendo y rebobinando de forma obsesiva una cinta de VHS donde su abuelo fallecido grababa sus programas de televisión favoritos, Sutherland rinde homenaje a sus memorias y cuenta su infancia usando fragmentos mal grabados y con tracking defectuoso de Los cazafantasmas, El príncipe de Bel-Air, concursos o anuncios añejos. Cada extracto esconde distintos significados según las palabras que el autor va desgranando en un torrente hip-hop de intimidad a flor de piel. Seguramente sea una de las obras más originales de todo el festival.

Fort Buchanan

Siempre es digno de entusiasmo ver cómo cada año Francia ofrece un puñado de debuts con mucho que ofrecer al panorama cinematográfico mundial. Aquí tenemos el caso del primer largometraje de Benjamin Crotty, filmado en 16mm durante varias estaciones para contar la distendida rutina de una comunidad de parejas (hombres y mujeres) de soldados desplazados a un conflicto en Yibuti. Crotty combina diálogos extraídos de telefilmes y realities estadounidenses sobre ese mismo tema con una peculiar sensualidad y ligereza hacia los acercamientos y gestión del deseo digna de Alain Guiraudie. Una de las mejores óperas primas del cine francés reciente, que engancha por su atmósfera relajada y los giros de tono que mete con prácticamente cada cambio de escena.

Taller Capuchoc

Si en la abrumadora Mi loco Erasmus asistíamos a la disolución paulatina de un documental imposible siendo absorbido por el demencial torrente obsesivo de Didac Alcaraz, el siguiente largo de Carlo Padial mantiene el mismo espíritu de libertad formal mientras se repliega sobre su protagonista, un escritor frustrado y dubitativo interpretado por esa supernova llamada Miguel Noguera, pero con una narrativa mucho más caótica y llena de puntos de fuga. Los talleres literarios, la impostura intelectual, la farsa que rige nuestra existencia cotidiana y la cafeína como único combustible contra el desaliento vital son algunos de los temas que aparecen desperdigados en una narración mutante y llena de caras afines a Los Pioneros del Siglo XXI (el colosal Josep Segui, Xavi Daura de Venga Monjas, David Pareja) que mientras avanza retrocede, como una tarde perdida en un taller literario cualquiera. Sigue siendo imposible discernir si las películas de Padial pertenecen al genéro de humor o de asfixiante terror cósmico, lo que es una gran señal.

Traffic Department

Cuesta sentirse cómodo dentro de la narrativa esquizofrénica de la cuarta película del polaco Wojciech Smarzowski, preñada de cortes e imágenes procedentes de toda clase de dispositivos de grabación (teléfonos móviles, cámaras de seguridad, etc.) entremezcladas en una sinfonía de puntos de vista que puede resultar caótica. Pero a medida que Traffic Department se va asentando y la historia empieza a centrarse en las tribulaciones del sargento Król del hipercorrupto Departamento de Tráfico de la Policía de Varsovia, acusado de un crimen que ni siquiera está del todo seguro de no haber cometido, toma la forma de uno de los relatos policiales más crudos y frenéticos del último cine europeo. Así podría haber sido la miniserie Babylon iniciada por Danny Boyle, pero se quedó muy a medias.

The Tribe

Una de las niñas bonitas del circuito de festivales del año pasado (doblemente premiada en la Semana de la Crítica de Cannes, aclamada en Locarno, con premio en Sitges y en los European Film Awards) sirve para llamar la atención sobre un realizador que ya estaba dando de qué hablar con su obra previa en forma de cortometrajes. El ucraniano Miroslav Slaboshpitsky puede inclinarse demasiado hacia esa tendencia de cierto cine de autor europeo encantado con el tremendismo y las imágenes impactantes concebidas para remover en sus asientos al público sofisticado mientras hace gala de un pulso formal a prueba de balas (en este caso, todo el filme está estructurado en largos planos secuencia), pero en The Tribe lo compensa con una propuesta llena de posibilidades: se centra en una comunidad cerrada de estudiantes sordomudos, por lo que durante todo el filme los personajes se comunican mediante el lenguaje de signos. Sin subtítulos ni expresión oral, Slaboshpitsky recupera la necesidad de que los espectadores se fijen en lo que ocurre en la pantalla para desentrañar la acción.

La habitación azul

Mathieu Amalric no se conforma con ser el mejor actor francés de las dos últimas décadas, sino que también se está forjando una filmografía impecable como director. Después de la adorable Tournée (Mejor dirección en Cannes 2010), Amalric ha endurecido su puesta en escena para adaptar una novela policiaco-judicial de Georges Simenon prestando delicada atención a los detalles al fondo de los espacios y dotando a los hechos de una sensualidad asfixiante que, como los rígidos encuadres, encierra a los personajes, esclavos de sus deseos, tras los barrotes de sus acciones.

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