CINEMANÍA nº279

El regreso de Mary Poppins
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LA INSTITUTRIZ PROMETIDAGOOD OLD MARY. La Guerra Fría, las tesiones raciales, la muerte de JFK… ¿Contra todo eso luchaba la Mary Poppins que llegó en paraguas en 1964? Comparto una inexcusable (lo sé) fascinación por las teorías que vinculan la obras creativas al momento histórico y justifican su existencia por las más peregrinas razones políticas. Las hay plausibles, claro: M, el vampiro de Düsseldorf y el nazismo, los marcianos de los años 50 y el comunismo, la apología ultracapitalista del Hollywood ochentero y de ahí, para arriba. La caraba. Hasta llegar a todas estas películas que, recién llegado Donald Trump al poder, parecían incluir un flequillo naranja en sus fórmulas magistrales. Y eso que ni siquiera era candidato cuando se estaban rodando. Me pirro por ese todo vale ventajista que interpreta a toro pasado las intenciones de cualquier autor. Y me inspiran indulgencia quizás porque, en el fondo, cualquier análisis crítico de una película que surge ajeno a la opinión del creador incurre en esa falta de la que tantas veces somos cómplices. Por cierto, cuanto más absurdas y extemporáneas, más me gustan esas teorías. Porque muy jodidos tenemos que estar entonces para que la buena de Mary Poppins tenga que volver a caer del cielo. Tal vez solo era la secuela que tocaba, o que Al encuentro de Mr. Banks dejó buenos réditos, o acaso que unos algoritmos determinan que necesitamos nuevos deshollinadores contra Trump y la postverdad. Sin embargo, me gusta pensar que sí, que, efectivamente, este regreso de Mary Poppins a Cherry Tree Lane quizá sea nuestra última opción para salvarnos de nosotros mismos. Peregrino pero precioso.

2 ESPEJITO. El pensamiento positivo de Disney vuelve, pero no siempre fue así. Antes de comprar el universo Star Wars ya tenía lado oscuro. Verbigracia: mientras ultimaba los preparativos para el rodaje de Suspiria, el romano Dario Argento, maestro popularizador del giallo, le pidió a su amigo Luciano Tavoli, director de fotografía, que volviese a ver Blancanieves y los siete enanitos. El uso expresivo del Technicolor en aquella película de 1937 impactó al cineasta italiano. En su apuesta por los colores más audaces para el revelado de su thriller, cabía ese contraste con la oscuridad y los tonos negros aterciopelados que lucían la bruja y la reina del cuento animado, que remiten a la taimada presencia de Alida Valli y Joan Bennett entre bailarinas. Tavoli hizo pruebas y, al mostrárselas a Argento, el director quedó tan sorprendido que se acercó a la pantalla y tocó con sus dedos la imagen proyectada, incrédulo.

Si aquel espejito, espejito, contenía parte del empuje diabólico de la Suspiria original, ahora Luca Guadagnino la retoma, un poco como homenaje y otro poco para que no la reconozca ni la madre que la parió. Los referentes del director de Io sono l’amore y Call Me by Your Name suelen apuntar más alto, no le queda espacio para el lado oscuro de Blancanieves, pero encontrar la cara B de Disney, tantas veces asociado a la ñoñería, en el origen de un clásico de terror nos deja tan a cuadros como al capo de la fábrica de los sueños que recibió la idea de Tim Burton para hacer Pesadilla antes de Navidad.

¡VIVEN! En Disney nunca imaginaron que aquellos muñecos moribundos y esqueléticos de Burton tendrían éxito. Igual que nadie daba un duro por aquel ratón que quería competir con el gato Perico (Félix the Cat), y que surgió del conejo Oswald. El bueno de Mickey ha cumplido 90 años, y ni siquiera su horripilante tono de voz declamando ese abracadabrante “Miska Muska Mickey Mouse” en sus actuales aventuras infantiles podrá acabar con su mito. No adivinamos tampoco por qué superhéroes como Spider-Man triunfaron y otros de esa misma época, molones como Iceman o los Inhumanos no pasan de ser segundones. Ni el propio Stan Lee, desde el cielo de los cómics, tiene una respuesta. Nadie sabe nada, en esa idea que todos intuimos, pero que solo el guionista William Goldman acertó a plasmar. Y en eso estamos. Que, ojo, al menos suena mucho mejor que el final de su línea más famosa, al terminar de presentar la venganza de Iñigo de Montoya en La princesa prometida: “Prepárate a morir”. Entre unas cosas y otras, asustados e ignorantes, nos aferramos a una institutriz. Mary Poppins, rescátanos.

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