CINEMANÍA nº275

Las 100 mejores películas del siglo XXI
CINEMANÍA nº275
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LA CARRETERA DEL SIGLO1 ¡AGUA VA! William Mulholland tuvo una vida de película. Nacido en Belfast a mediados del siglo XIX, pasó una infancia difícil: su madre murió cuando el pequeño Will acababa de cumplir siete años, se crió a golpe de vara en un estricto colegio católico y, tras una paliza de su padre por traer malas notas, huyó para enrolarse en la marina mercante a los 14. Llegó a Los Ángeles en 1877, cuando en la ciudad vivían 9.000 almas. Faltaban 18 años para que los hermanos Lumière retratasen a los obreros saliendo de su fábrica en Lyon. Sin oficio en tierra, decidido a volver a hacerse a la mar, el joven Mulholland aceptó el trabajo de excavar pozos para sobrevivir. Entró en el negocio que le llevó del océano al agua dulce. Aquel hombre hecho a sí mismo tuvo una visión: la ciudad de Los Ángeles sólo tendría futuro si conseguía un descomunal suministro de agua. Así, movido por su sueño, fue como un hombre sin estudios acabó siendo jefe de ingenieros del acueducto de L.A., obra clave para el desarrollo de la ciudad y de la industria del cine, pero también el origen de las mafias, como contó magistralmente Polanski a través de la nariz de Jack Nicholson en Chinatown. Mulholland, que había logrado que su nombre luciese para la eternidad en una larga avenida en las colinas, cayó en desgracia: un pantano en los alrededores de la ciudad reventó a las pocas horas de que él lo revisara y causó la muerte de 400 personas. Arruinado y trastornado, murió al poco tiempo.

En esa perversión de delirios venenosos asociados a L.A. se ha movido bien David Lynch. Comparada siempre con Sunset Boulevard de Billy Wilder (otra calle mítica de la ciudad de los sueños y otra historia narrada por un buscavidas vivo y muerto a la vez), Mulholland Drive es otro monumento a esa descomunal ilusión de realidad que es el cine. Elegida por el equipo de CINEMANÍA como la mejor película en lo que llevamos de siglo, Lynch acierta siempre. Ya sea su película un homenaje a los hombres y mujeres que llegaron a la Meca del cine a buscarse la vida, ya se confirme que Mulholland Drive es un homenaje a la carretera con más embrujo de esa ciudad indomesticable, de ese concepto inextricable que llamamos Hollywood.

2 2000. ¿Cuándo empieza el siglo XXI? No hubo año 0 y la centuria comenzó en 2001, así que las películas del año 2000 no han entrado en nuestra selección. Como quiera que las fronteras artísticas son mucho más permeables (la Academia premia en 2001 las mejores de 2000; las fechas de estrenos saltaban de un año a otro entre EE UU y España con más frecuencia que hoy), es justo recordar unas cuantas películas de aquel año fronterizo y carismático. No estarán pues en nuestra lista ni Gladiator ni Tigre y dragón, que arrasaron en los Oscar, ni los Coen con O Brother ni Memento, segundo largo de Nolan. El protegido, de Shyamalan, otro ausente de nuestros 100. Más lejos quedan Magnolia, de P. T. A., Man on the Moon, de Forman, y El talento de Mr. Ripley, de Minghella, tres clásicos de diciembre del 99, que llegaron al mundo en 2000. De Oriente llegaron obras cumbre como In the Mood for Love, de Wong Kar-wai, y la prodigiosa Yi Yi, de Edward Yang. ¿Y en Europa? 2000 fue el año de Billy Elliot, de Bailar en la oscuridad de Von Trier, Código desconocido de Haneke y de Los espigadores y la espigadora, de Varda. La argentina Nueve reinas descubrió a Ricardo Darín. Y en España: Leo, El Bola, La comunidad y You’re the One.

3 ¿Y LAS TUYAS? Ahí van nueve películas que no verás en la lista. Son las de mi lista de 20 que se quedaron fuera, como tantas otras de mis compañeros: La clase (L. Cantet), Super 8 (J.J. Abrams), La última noche (S. Lee), Love Actually (R. Curtis), Big Fish (T. Burton), 24 Hour Party People (M. Winterbottom), El año más violento (J.C. Chandor), Langosta (Y. Lanthimos) y El hijo de Saúl (L. Nemes). Ha sido apasionante repasar los últimos 18 años, un ejercicio sobre cómo relacionarnos con el cine del que somos coetáneos, una manera de analizar nuestro crecimiento como espectadores y reconocernos (o no) a nosotros mismos. Algo más complejo que cuando juzgamos toda la historia del cine y nos enfrentamos a clásicos con un peso cultural que nos trasciende, pero también más libre. Y ya se sabe: la libertad en el cine no la carga el diablo, sino David Lynch. Feliz agosto, somos CINEMANÍA y nos encantan las listas.

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