CINEMANÍA nº269

Lady Bird
CINEMANÍA nº269
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UNA CIERTA TENDENCIA1 PIONERA. Hacía ya casi 20 años que Ana Mariscal (1923-1995) no había vuelto a dirigir una película. A mediados de los 80, y con su proverbial simpatía y un punto de inocencia no exenta de sorna, la gran Rafaela Aparicio, que había trabajado a sus órdenes en aquel sainete con boleto de 14 aciertos titulado La quiniela (1959), se hacía cruces: “No me lo explico. Todo lo que sea de inteligencia, lo mismo lo puede hacer una mujer que un hombre. Es inteligentísima, no entiendo por qué Ana Mariscal no sigue dirigiendo películas”.

Actriz de presencia y carácter, protagonista de Raza (la película del régimen: la escribió Franco con el seudónimo de Jaime de Andrade) y de varios otros éxitos de los 40, Ana Mariscal, licenciada en ciencias exactas, decidió un buen día lanzarse a la calle con una cámara “sin consultarlo con nadie” y rodar una película neorrealista en la España de 1954. Casi nadie vio Segundo López, aventurero urbano, pequeña joya hoy de culto, pero aquel paseo por la España del hambre y la picaresca fue el inicio de una carrera solvente, truncada años más tarde, después de diez largos dirigidos (y producidos por su empresa familiar, Bosco Films), alternando con una prestigiosa carrera como actriz. No hubo una razón particular, simplemente tuvo que ir dejándolo. Levantar un proyecto y dirigirlo se hacía muy cuesta arriba: ser mujer en un territorio dominado por hombres no le ayudó (ya en democracia, haber tenido éxito en el franquismo fue una segunda losa). Su valentía y talento son un ejemplo que remite al caso de Greta Gerwig, actriz de cimientos sólidos que dio el paso natural a la dirección dirigiéndose a sí misma como Mariscal (Nights and Weekends, 2008), y que ahora regresa para la puesta en escena de Lady Bird, una de esas pequeñas películas que pueden mover montañas. Porque, tristemente, hoy todavía las mujeres encuentran muchos más obstáculos para llevar a cabo sus proyectos cinematográficos.

2 PUNTA DE LANZA. Protagonizado por su álter ego, la también interesantísima Saoirse Ronan, el filme de Gerwig es la producción indie que rompe moldes en Hollywood. Su directora se ha abierto hueco a codazos entre las sensaciones del año. Lo malo es que, en 2018, 55 años después de que Ana Mariscal dirigiese la fenomenal adaptación de El camino de Delibes (otra de las películas malditas del cine español), sigue siendo noticia que un filme dirigido por una mujer llegue a lo más alto. Ello no es más que otra variante del tema general que subyace bajo las voces que se han levantado desde Hollywood (y de ahí al resto del mundo) en los últimos meses. No es la primera vez, ya lo hicieron para reclamar igualdad de sueldos, pedir mayor visibilidad o atacar el sexismo frívolo de la alfombra roja… Actrices, guionistas, directoras, técnicas (y muchos hombres junto a ellas) han vuelto a armarse de valor y se han plantado frente a los abusos sexuales y de poder. Son una necesaria punta de lanza en una sociedad que aún replica muchos clichés machistas. Y hay que aprovechar su capacidad para ser más escuchadas, por popularidad, por carisma, que las profesionales de otros sectores en los que no se pueden abrir puertas y ventanas para que corra el aire. Porque, aunque supuestamente hablamos de cine, de su industria y sus trabajadores, en realidad lo hacemos de toda la sociedad occidental (no digamos ya en otras sociedades menos avanzadas), en la que la mujer no ha logrado la igualdad. Hay que defender el fondo de la cuestión, incluso aunque, como en toda campaña replicada y reaprovechada por los medios y las RRSS, desaparezcan los grises.

3 AUTORÍA, AUTORÍA. Es curioso cómo el antiguo debate sobre la Teoría del Autor defendida por François Truffaut y sus compañeros de Cahiers du Cinéma ha dado un salto al otro lado. Pasan ya 64 años desde Una cierta tendencia del cine francés, aquel ensayo-carta de amor del director de Los 400 golpes y ahora el meollo está delante de la pantalla: el cine era una experiencia que iba de lo colectivo (la presencia en salas) a lo individual y hoy va mutando de lo individual (el consumo en otras pantallas) a lo colectivo (compartir la experiencia en redes). Aceptadas las tesis de la Nouvelle Vague (con matices, como que la podamos llamar Teoría de la Autoría, pese a la rima, para ampliar el género) en nuestro Especial Autores, si hasta la experiencia ha dado tal giro con los años, cómo no equilibrar esa cierta tendencia del cine actual por la que más del 80% de las películas son dirigidas por hombres.

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