CINEMANÍA nº258

Logan
CINEMANÍA nº258
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SIN NOTICIAS DE BAMBI

1. EL HORROR, EL HORROR. Su propia alma de poeta le jugó una mala pasada. Jean Cocteau no quería filmar un cuento de terror, buscaba algo más natural para La bella y la bestia, película cumbre del cine universal. La bestia empezó siendo un ciervo, un animal carismático, pero inofensivo. Sin embargo, esa tendencia tan humana de oscurecerlo todo (de los frailes de Zurbarán a los superhéroes de DC, el tenebrismo siempre vence) dio con el bello Jean Marais convertido en un terrorífico engendro barroco digno de Arcimboldo. De cervatillo a depredador. Por presiones del productor, como casi siempre en la historia del cinematógrafo, y, en este caso, del director de fotografía Henri Alekan.

Ese rostro bestial hizo fortuna. Siempre pensé que, cosas mías, la jeta del Michael J. Fox licántropo de Teen Wolf, aunque se hartaba de pizza (de no haber sido genética, la transformación del bueno de Scott tenía que deberse a la comida basura del insti), bebía del clásico de Cocteau. Luego, cuando llegó Disney con teteras y relojes que hablan y se zampan a sus compañeros de reparto, uno ya andaba un poco descreído y ni siquiera las mutaciones de los cómics de la Patrulla X le compensaban, pero entre tanto humor blanco, el carisma se agarraba a las fauces de aquella Bestia dibujada. Ha triunfado el horror frente a la naturaleza pura. Definitivamente.

2. EL HOMBRE CIRCO. Caso clínico incontestable, como Marais a la luz de las velas de Cocteau, Hugh Jackman contiene lo bello y lo bestial en un solo cuerpo cuando interpreta a Logan, alias Lobezno. 17 años después de mostrar por vez primera sus garras bestiales en el X-Men original del no menos mutante Bryan Singer, Jackman/Lobezno/Logan, uno y trino, sigue demostrando que, además de la violencia que destila, también se basta él solito para dar y regalar beldad. Ni Mariko ni Jean Grey, ya sea en viñetas o como Tao Okamoto y Famke Janssen, han ido más allá del flirteo. Demasiados remordimientos en esa cabeza pelopincho para seducir o ser seducido por una Bella. Será por esa incomodidad hacia el trato con los demás que Jackman ha convertido en confort hacia su personaje. Tanto, que muchos se sorprendieron al descubrir su prodigiosa vena de cantante y bailarín tras verle empuñar el adamántium.

Tras su octava aparición en pantalla como Lobezno, ya es miembro de un excelso club en el que señorean encasillados orgullosos como Basil Rathbone (14 Sherlock Holmes en el cine), Johnny Weissmuller (Tarzán en 12 ocasiones), Christopher Lee (10 veces Drácula) o los chavales de Harry Potter (8 varitas 8). Aunque ninguno llega al nivel, Premium le llaman ahora, de Donald Trump, que ha hecho 22 veces de sí mismo, personajazo, sin contar esta nueva adaptación del papel que afronta ahora en la Casa Blanca, el más difícil de su carrera. Con esta última aparición, más oscura, más violenta, pero curiosamente más humana que nunca (algo que Cocteau capturó en su versión del mito literario que se plasmó en el siglo XVIII), el bueno de Jackman se ha ganado el descanso. Ahora, antes de interpretar a P. T. Barnum (mucho más que un hombre orquesta: el hombre circo), le espera una mutación curiosa, en forma de heredera plenipotenciaria. De nuevo Bella y Bestia en un solo cuerpo que parece bambi pero lleva camufladas unas buenas garras.

3. TRAMPAS. Del belloybestia todo en uno de Logan, a la nueva ilusión en carne y hueso de Disney, pasando por el apocalipsis bélico de King Kong, siempre con la palma de la mano lista para su amada. Junto a estas versiones reconocibles del clásico de La bella y la bestia, celebramos el 25 aniversario de Drácula de Bram Stoker, aquel puñetazo encima de la mesa de Coppola para reivindicarse, con el hechizo entre el conde transilvano y Mina Harker. Una mirada menos obvia deja pistas de que vivimos rodeados de bellas ligadas a bestias. También en el Baztán de El guardián invisible, donde una bestia (humana o mitológica) acecha a Marta Etura como Amaia Salazar, la policía foral más popular del Viejo Reino de Navarra. Estas extrañas atracciones entre belleza y horror las tenemos también en Ghost in the Shell, donde la cíborg Johansson se enfrenta a un hacker, bestia digital. Vaya mesecito. Pero el círculo terrorífico se cierra con la protagonista de Crudo, esa dulce joven naturista y vegetariana que acaba mutando en carnívora. Si la belleza está en el corazón, el horror vive de hacer trampa con las apariencias. Cocteau lo aprendió en 1945: mucho cuidado con los ciervos.

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