CINEMANÍA nº 238

'Terminator Génesis'
CINEMANÍA nº 238
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CINEMANÍA nº 238

DIRECTOR´S CUT: SED DE CYBORG

1. JUICIO FINAL. El año que murió Orson Welles estábamos demasiado despistados viajando en el tiempo para darnos cuenta de lo solos que nos había dejado: entre el estreno de Terminator en aquel enero de 1985 (por cierto, qué finos estuvieron quitándole el The del título original para la versión española: esos detalles están dejando de verse) y el de Regreso al futuro en diciembre, las paradojas temporales crearon una especie de campo magnético que atontolinó las infancias y las adolescencias ochenteras, dejó el legado shakesperiano del maestro al testaferro Garci para ¡Qué grande es el cine! y nos despistó definitivamente. El T-800 de Schwarzenegger estaba bien, cómo no fiarse de un campeón de bodybuilding austriaco atacando con monosílabos, pero debimos habernos dado cuenta antes de que el auténtico cyborg de la historia del cine era Orson Welles. Pistas nos fue dejando. Relaciones alienígenas íntimas por ondas herzianas en La guerra de los mundos, máquina total (de hacer cine) en Ciudadano Kane, la impersonación como El extraño, la barba marciana de Mr. Arkadin, la cota de malla multiforme de sus metálicas adaptaciones del bardo de Stratford, su pasión por la magia, la negrura de La dama de Shanghai y Sed de mal, la F de Fraude… ¿Y cuál si no fue su personaje póstumo? El de Unicron en la primera versión animada de la película de los Transformers. Gotcha, señor Welles.

Al nuevo juicio final que nos plantea Terminator Genesis, en un juego de cronos entre la melena de Khaleesi y la autoparodia de Governator, es bueno haber llegado en el centenario (y 30 aniversario de su muerte) del cineasta que amó al cine por encima de sus (inmensas) posibilidades. Más que nada porque, como toda buena máquina de matar con remordimientos sabe, y el propio Welles afirmó en defensa propia por una carrera de fracaso en fracaso hasta la victoria final: “Nadie obtiene justicia, sólo hay buena o mala suerte”.

2. DOS AMIGOS. Siempre imagino al maestro Carol Reed cuidando de sus petunias en el jardín, con las tijeras de podar y las gafas colgando, cerca del Telegraph desplegado y de una copita de sherry, sin importarle demasiado que todo el mundo asocie esa obra maestra que es El tercer hombre más con el genio y el corpachón de Harry Lime/Orson Welles que con la cuidadosa puesta en escena (descontamos que la carismática, pero desconcertante cítara de Anton Karas no la eligió él sino el estudio) de un nombre clave de la historia del cine que pasa inadvertido. Carol Reed dirigió The Third Man. Hay que decirlo más, porque ese cuerpo de villano para un corazón puro de artista, como esos malvados que acaban siendo buenos contra su propia naturaleza y que Welles bordó en pantalla, acaba arrasando con todo a su paso. Todo menos la amistad (la de Reed, incluso), entendida a la hemingwayana manera (“Sólo a través de la amistad podemos mantener la ilusión de que no estamos solos”), que acabó salvando a Welles de sí mismo y de su pulsión creativa irrefrenable. 18 años después de Airbag, la película que corona nuestro especial de amigos de cine en un mes de películas muy pandilleras, la historia de las cenizas de Welles en la finca de su compadre Antonio Ordóñez en Ronda, nos invita a imaginar qué gran película podría hacerse con las juergas de un torero y cyborg acorazado de cineasta.

3. SALVADOS. Lo hemos intentado por todos los medios, pero hemos fracasado. Hemos buscado al Charles Foster Kane del cine español para nuestra lista anual de las 50 personas más influyentes del cine en España, pero nos falta el trineo. O la nieve, quién sabe. Quizá es que nuestra industria no da para más, o que, algo bueno tenía que tener tanta crisis, las carencias que no nos cansamos de recordar tampoco permiten que, más allá de los ministros de Hacienda y demás políticos encastillados, no haya personajes poderosos tan sospechosos en el paisaje cinematográfico de nuestro país. Percibimos, sin embargo, que hay cierto empuje de las fuerzas del diálogo, que el carisma de actores y películas que han dominado siempre el panorama del cine en España está dando paso a movimientos (y personas) que van a ayudar a poner el acento en el principal enemigo de todos: la piratería. “El que se baje una peli de internet, que le corten la línea”, lo dijo Antonio Resines, presidente de la Academia, y todos rieron. Parecía broma, pero su sentido común está más cerca del juicio final de lo que pensamos. Y este curso estamos de buena suerte. Yo creo que nos salvamos.

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