Uno de los mejores seriales de la década (¿el más puro?) ha terminado esta semana. Lo ha hecho con la misma discreción, elegancia y sequedad que mantuvo durante seis temporadas impecables, trazadas con tenaz firmeza por el showrunner Joe Weisberg y plasmadas por un equipo mixto de realizadores que nunca ha puesto la sofisticación formal por encima de las necesidades narrativas. Al fin y al cabo, lo suyo era puro relato de espías: dos agentes soviéticos infiltrados durante años en Washington D.C., formando la familia arquetípica USA de los 80. El simulacro puro como mejor cristalización de la imagen del sueño capitalista., , The Americans nunca llegó a levantar el seguimiento entusiasta de Los Soprano con sus intrigas criminales, ni el entusiasmo crítico de Mad Men con su retrato de época esculpido en estudios de personajes poliédricos. Quizás por eso mismo era tan reconfortante verla, a espaldas de los hypes seriéfilos o el bombardeo de spoilers. Como espías que saben guardar las apariencias, hemos disfrutado de Keri Russell y Matthew Rhys dejándose la piel en cada episodio, mientras sabíamos que, como le ocurre a sus personajes, el reconocimiento por su labor debía necesariamente quedar confinado a un espacio de intimidad. La suya y la nuestra. – DANIEL DE PARTEARROYO
El alienista arranca con un niño mutilado, vestido de mujer, una primera imagen que se queda grabada en la retina del espectador. Toda una declaración de intenciones por parte de la serie de Neftlix, un mensaje directo a la mirada prejuiciosa del seriéfilo medio, que está harto de encontrarse analistas criminales y asesinos en serie en la pequeña pantalla: esta ficción no innova en su contenido, pero promete conquistarte si no te mareas con la sangre., , Sí, este thriller psicológico de época, basado en la novela de Caleb Carr, tiene mucho de Mindhunter. Pero con Cary Fukunaga como productor, también hay algo de True Detective en la narrativa encarnizada y en el duo sherlockiano formado por el alienista de Daniel Brühl y el artista de Luke Evans. Ellos nos trasladan a las calles de una Nueva York oscura, sucia y corrupta. El alienista en una radiografía violenta de la EE UU de finales del siglo XIX: el comienzo de la psiquiatría, la reivindicación femenina (Dakota Fanning interpreta a la primera mujer en ingresar en la policía de Nueva York), la homofobia o la prostitución infantil sirven como telón de fondo a una investigación criminal no apta para estómagos sensibles. Para amantes del suspense, las tramas retorcidas y los serial killers de Fincher. - JANIRE ZURBANO
Imagina una serie que es, a la vez, un noir con gabardina y sombrero, un culebrón político y una adaptación inconfesa de Lord Jim, el clásico de Joseph Conrad. ¿Qué más le haría falta para hacerla rozar la perfección? Pues está claro: ser una space opera. Esos son los elementos que James S. A. Corey juntó para un proyecto que, esperaba él, saldría al mercado en forma de videojuego online, pero que acabó convertido en la serie de novelas adaptadas en The Expanse. , , Servidor no ha leído dichos libros, pero la serie está haciéndole disfrutar como un enano. A su premisa de ‘ci-fi-durilla-pero-no-mucho’ (más cercana a Los 100 que a Star Trek, para entendernos), ese regodeo en el sufrir que la acerca a Battlestar Galactica y sus personajes con nombres gloriosos (¡Julie Andromeda Mao, por favor!) se añade el hecho entrañable de que George R. R. Martin (agradeciendo todas las veces que Corey le ha arreglado el ordenador) encabezase las presiones para que Amazon la rescatara tras el abandono de Syfy. Pero lo mejor de The Expanse no es nada de esto, sino algo que la emparenta con clásicos de la talla de Alien, la propia Battlestar… o Naves silenciosas: la conciencia de que, si la tecnología avanza pero la sociedad se queda igual, tanto nos da viajar a otros planetas, porque seguiremos igual de jodidos. - YAGO GARCÍA
“Mi vida sentimental son mis hijas”, dice la protagonista de Better Things en uno de los primeros episodios. Sam Fox, actriz divorciada y madre de tres hijas con nombres de varón, es la estrella absoluta de esta serie de FX con ecos a Louie –humor autobiográfico y descarnado– que, de hecho, fue coproducida por el cómico hasta su caída en desgracia en pleno movimiento #MeToo. Pamela Adlon, su cocreadora además de actriz protagonista, despliega su mirada feminista a través de esta madre que cría a sus hijas sola mientras se abre camino entre los egos de Hollywood a base de doblajes y papeles pequeños. Su humor punk y su desparpajo a la hora de hablar de la mujer –“Todas sufrimos y todas sangramos”, dice su personaje en un momento de la serie– nos encantan. - ANDREA G. BERMEJO
Pasará por fin este otoño eterno que se ha comido la primavera. Démonos un atracón de helado, abramos las ventanas, alarguemos la hora (y la taza) de café y afrontemos el verano con un repaso a la coda final de un clásico de la televisión familiar, que ya nos ocuparemos de la aspereza del invierno para cuando regrese el final de Juego de tronos. Entre 2000 y 2007, Alexis Bledel y Lauren Graham reinaron y dieron más luz a la zona amable de la Edad de Oro de las series con Las chicas Gilmore, una creación de la showrunner Amy Sherman Palladino que se coló en los hogares del mundo ofreciendo una encantadora visión de las relaciones entre una madre y una hija: ni nueva ni vieja, ni radical ni ñoña, sino todo lo contrario. Lorelai y Rory Gilmore, niñas de familia bien venidas a menos en la Nueva Inglaterra blanca y liberal que nos llevó hasta Obama, basaron su relación no sólo en un intercambio de papeles (mamá alocada, hija responsable) poco novedoso pero atinadísimo, sino en unos diálogos fulgurantes, unos personajes adictivos como gominolas y un amor por la cultura pop que te vinculaba a ella en un pis-pas con tres sencillas escenas., , Lastrada por un quítame allá esas decisiones empresariales que no permitieron acabar bien la serie, hace ya un par de años que su creadora reunió de nuevo al equipo para darle un final. Quizá este homenaje para los muy cafeteros no esté a la altura de las 7 temporadas originales, quizá sepa a poco, quizá no hiciera falta, y tal vez se han convertido en dos irremediables pijas simpáticas, pero todos sus seguidores estarán de acuerdo: qué gusto volver a Stars Hollow, Connecticut, para empezar el verano con estas dos mujeres for all seasons. Las cuatro estaciones de Las chicas Gilmore. Rory y Lorelai para la eternidad. - CARLOS MARAÑÓ