James Watkins, director de películas de terror tan eficaces como Eden Lake o La mujer de negro, firma el que quizás sea el episodio más flojo del canon Black Mirror, principalmente por su simpleza argumental., , Seguimos el chantaje de unos hackers sobre un joven de quien han obtenido imágenes comprometedoras, obligándole a participar en un retorcido juego de acciones cuyo desarrollo no difiere de otros thrillers donde las instrucciones se dan por teléfono. Hay cierta tensión, claro, pero ni siquiera el giro final del clímax compensa un episodio tan pedestre y simplonamente efectista en su manera de abordar los peligros de internet.
Posiblemente sea el episodio que más ha sufrido la facilidad con la que, a veces, Black Mirror plantea una premisa estupenda de la que luego no consigue aprovechar su potencial., , A pesar de que la campaña electoral de Donald Trump en EE UU ha sumado varios grados de verosimilitud retroactiva a esta sátira política donde un oso de dibujos animados se presenta a las elecciones consiguiendo el apoyo de ciertos votantes, aun así el tono caricaturesco elegido por Charlie Brooker para desarrollar los acontecimientos resulta demasiado irreal y afectado para lo fina que está la serie en otras ocasiones.
La incorporación de la serie a la producción de Netflix ha aumentado el presupuesto disponible y también el rango de ambición temática, de ahí este episodio dedicado a la aplicación militar de nuevas tecnologías y su uso directo en la guerra., , Lástima que la crítica que traza Charlie Brooker contra la deshumanización del enemigo y las técnicas de propaganda aplicadas sobre las propias tropas no vaya más allá del esbozo superficial –nada que no esté bastante más desarrollado en Starship Troopers– y el regusto final de este episodio quede muy por debajo de la pregnancia habitual de Black Mirror.
Puede que la dimensión alegórica de cuento moral y aleccionador también sea demasiado machacona en White Bear, pero la fuerza de este episodio no se agota en la desorientación que sientes la primera vez que ves a su protagonista huyendo de enemigos armados; y muy bien ataviados con cabezas de animales, como está mandado., , Una vez que se revela el giro sorpresa, en la mejor tradición The Twilight Zone, la angustia no sólo se multiplica exponencialmente, sino que, como en los grandes episodios de la serie, da pie a un debate ético no por trillado menos pertinente.
La incursión de Dan Trachtenberg (Calle Cloverfield 10) en el universo Black Mirror se ha saldado con el que probablemente sea uno de los episodios de mayor terror puro de la serie., , La distribución del suspense es impoluta, y la forma en que la narración te va atrayendo a su tela de araña (ehem) a medida que desconfías de las intenciones de esta empresa de videojuegos de realidad virtual aumentada es admirable., , Aun así, cierta previsibilidad en su juego del ratón y el gato hace que pierda puntos. Igual que cierta similitud de su giro final con la siguiente entrada de este ranking...
En 2014, Black Mirror cumplió la tradición británica de los especiales de Navidad con un reparto de campanillas encabezado por Jon Hamm en un episodio triple empaquetado como una sola unidad narrativa, pero con tres subtramas diferentes finalmente unificadas., , Esa estructura hace inevitable la irregularidad entre fragmentos, pero en sus mejores momentos –el episodio central con Oona Chaplin, la aplicación del "bloqueo" a la vida real, etc.– Charlie Brooker nos da el especial navideño de nuestras pesadillas que siempre habíamos imaginado al escuchar I Wish It Could Be Christmas Everyday.
Entramos en el terreno movedizo de episodios clásicos, aquellos con los que la gente inicio su idilio con la serie. Allá cuando Black Mirror era solamente un trío de historias, era fácil considerar a esta fábula tan explícita como su formulaica alegoría la entrada más floja del ramillete., , Pero, con el paso del tiempo, ha demostrado que la plástica de sus imágenes y la rabiosa visión personal que proyectó Brooker en ella (él mismo un fiscal que se ve como bufón para conseguir algún efecto sobre la inquebrantable realidad social) son tan eficaces como el primer día.
He aquí una fábula fantástica, ambientada en un mundo color Instagram con música de Max Richter donde la valoración de cada persona en las redes sociales es la base de la vida pública y social, con Bryce Dallas Howard como perfecta protagonista en un descenso a los infiernos de la irrelevancia 2.0 que guarda muchos puntos en común con la obra de Stephen King., , Joe Wright dirige el que podría ser el episodio más modélico de Black Mirror; algo no necesariamente bueno, sino que implica estar cortado por el patrón ya esperado por todos, donde se respeta al dedillo la fórmula que asumimos de la serie de Charlie Brooker: los males de internet estallándote en la cara con retintín.
90 minutazos de episodio, con una admirable interpretación de Kelly Macdonald como inspectora de policía desencantada ("Nunca pensé que viviría en el puto futuro y aquí estoy") y despliegue de producción de alto nivel para una historia construida a través de capas superpuestas que se van revelando con modélica progresión de procedural., , En ella se dan la mano varias obsesiones de Brooker: la cultura del odio en las redes sociales, la manipulación de nuevas tecnologías creadas con fines benignos y tropos clásicos del terror (¡abejas!) renovados como vehículo narrativo., , Incluso deja una golosina final: ¿es eso lo más parecido a un happy end que está dispuesto a consentir?
Owen Harris, director que ha terminado siendo uno de los mayores talentos de realización de la serie, dirigió a Hayley Atwell y Domhnall Gleeson en una historia tan dolorosa como la pérdida de un ser querido y tan tecnológicamente plausible como el pasado mañana., , En sus mejores guiones, Charlie Brooker no es sólo un agudo analista del presente, sino un humanista que se interesa por la relación entre nuevas tecnologías y nuestra esencia como especie, donde el miedo a la muerte y la desaparición juegan un papel fundamental., , Puede que ese aspecto nunca se haya tratado en la serie con mayor profundidad que aquí, si no fuera por... la siguiente entrada en el ranking.
Segundo episodio dirigido por Owen Harris, muy en consonancia temática con el anterior. Uno de los mejores ejercicios de la serie en cuanto a postergación del giro ci-fi, donde se permite al espectador pasar mucho tiempo junto a las protagonistas (Mackenzie Davis y Gugu Mbatha-Raw) antes de empezar a revelar la naturaleza del lugar donde se encuentran., , Con la misma sensibilidad de Be Right Back hacia sus personajes, en San Junipero se derraman varias reflexiones de largo alcance sobre nuestra relación actual con la nostalgia, la idealización de paraísos perdidos en la memoria y hasta la incógnita total de la trascendencia., , Un conjunto de temas que no está nada mal para un ejercicio de profundidad televisiva encomiable, al que, por supuesto, no le falta la característica mala leche irónica de Brooker en su secuencia de créditos final.
El inicio de este fenómeno. La mejor sátira política de nuestra era, que ni siquiera la realidad ha logrado superar. , , Una sinopsis de gag llevada a sus máximas consecuencias con toda la seriedad del mundo real. Inmediatez de la información. Gestión de crisis. Infierno de relaciones públicas. Redes sociales. Familia Real. El arte en el siglo XXI. Follarse a un cerdo vivo en directo. ¿Cómo no engancharse a algo así?
De momento, el más alto grado de sofisticación que ha alcanzado Black Mirror al mostrar cómo la aparición de una nueva tecnología llega a contaminar y modificar la intimidad más profunda de las personas y sus relaciones con los demás., , Con guión de Jesse Armstrong (The Thick of It), nos lleva a un futuro inmediato donde la tecnología permite grabar todo lo que ven tus ojos; conservarlo, rebobinarlo, pausarlo y reproducirlo hasta la extenuación., , Nunca una distopía realmente palpable, basada en una tecnología que de entrada levanta todas las alarmas posibles pero cuya proliferación sabes que podrías llegar a vivir, había parecido tan cercana y verídica como en este episodio.