OPINIÓN

Robin Hood

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He visto El hombre más enfadado de Brooklyn y aún me dura la incomodidad. Fue uno de los últimos trabajos de Robin Williams, cómico fundamental e inimitable sobre el escenario, quizás encasillado por el éxito comercial de sus papeles en la gran pantalla. En dicha película, el actor interpreta a Henry Altman, un personaje antipático, irritante y molesto con el mundo que le rodea. La historia arranca con el protagonista atrapado en un atasco camino de la consulta del médico; esos primeros minutos remiten al fabuloso arranque de Un día de furia, pero enseguida toma inverosímiles derroteros cuando la doctora Sharon (Mila Kunis) le comunica que tiene un aneurisma grave y, agobiada por la faltosa insistencia del paciente, añade que le quedan noventa minutos de vida. Esa escena crucial no tiene pies cómicos ni cabeza trágica, pero el desarrollo posterior aún se hunde más: Henry sale corriendo de la consulta para entregarse intensamente a sus minutos finales y la doctora inicia una absurda persecución para explicarle que ese pronóstico sólo había sido una mala reacción.

Por alguna razón, los productores (entre otros, la propia Kunis) convencieron a un buen reparto (incluyendo a Melissa Leo o Peter Dinklage) para que participaran en un despropósito del que sólo ha trascendido una macabra coincidencia: en un momento dado, el protagonista comenta que en su lápida se leerá 1951-2014, fechas que acabarían siendo las reales del nacimiento y muerte de Robin Williams. La buena noticia es que nadie lo recordará por esta película fallida, por eso propongo un pequeño homenaje que sí hace justicia a su asombrosa comicidad: vean la entrevista que David Steinberg le hizo en la serie Inside Comedy y disfruten de cómo se imagina a El Gordo y el Flaco comprando crack hoy en día. Un planteamiento brillante con una imitación deslumbrante. Así queremos recordarlo.

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