OPINIÓN

Mi propio musical

Mi propio musical
Mi propio musical
Mi propio musical

Mi condición de esporádico periodista musical, unida a la aplastante brasa que puedo dar a los artistas que me gustan, me ha concedido, a lo largo de los años, el privilegio de que algún músico me dedicara alguno de sus temas en directo. Es un detalle mínimo en apariencia e inapreciable para el entorno ajeno a esos autores, pero enormemente satisfactorio para el frikifan que me habita. Desde fuera puede parecer que le pido poco a la vida, pero no podría querer más. Yo me entiendo.

La solista brasileira Silvana Malta me brindó su canción Vale (incluida en el álbum Insensatez) porque tuve la oportunidad de alabársela en la entrevista que le hice antes del concierto. Lo mismo me sucedió con el bajista de los Young Fresh Fellows, que gritó un entusiasta “This one’s for Pepe!” antes de que la banda atacara su versión del They Don’t Know publicada en A Tribute To Music. El cantante de los rastas londinenses One Style MDV me citó en una actuación antes de interpretar la combativa Rebel. Y un día, los Dr. Dog anunciaron la última canción de su bolo (no había mucho público), pero yo grité My Old Ways y la tocaron. Así he ido pasando la vida. El más reciente de estos intransferibles y personales subidones me ocurrió con los Quebrante, cálido y preciso cuarteto de bossa jazz afincado en Barcelona, que no tuvieron mejor idea que dedicarme su incontestable adaptación del Extase compuesto por Djavan y Aldir Blanc.

Cada uno de esos efímeros momentos de gloria me han proporcionado intangibles acopios de una felicidad inexplicable que me acercan a una chifladura tan inocua como gozosa. Sé que se perderán como lágrimas en la lluvia, pero mientras se me agota la batería, todos esos recuerdos forman la banda sonora de una vida alegremente tirada por la borda. Porque si me quitan lo bailao, me quedo en nada.

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