OPINIÓN

Hechos procesados

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Hechos procesados

Muchas películas utilizan el diáfano aviso inicial de “basado en hechos reales” y ocultan en sus créditos finales el preventivo “algunos eventos se han guionizado con fines dramáticos”. Nada más indeterminado e intangible que “basado” y “guionizado” para convertir los mustios mimbres del suceso histórico en un destartalado sombrajo de invención. Y no dan puntada sin hilo: se insiste en informar al espectador de que se refleja de alguna manera un evento verdadero para provocar un impulso extra de empatía con los personajes.

Pero los mecanismos narrativos que priman el espectáculo sobre la verosimilitud siempre van más lejos de lo que la razón aconseja: es cierto, por ejemplo, que el astronauta John Glenn pidió que la matemática Katherine Johnson revisara los cálculos de la misión Friendship 7, pero lo hizo semanas antes del despegue, no justo antes de la cuenta atrás, como se cuenta en Figuras ocultas. Llámenme tiquismiquis, pero esa licencia dramática convierte un llamativo y decisivo dato científico en un falsario biopic de urgencias y carreritas por los pasillos.

Y, por si fuera poco, no se cortan en mostrar, durante los créditos finales, imágenes de los personajes reales en los que se han basado. No sólo es un truco barato para ganarse al público, sino que también supone un menosprecio al cine documental. Además de la citada, lo han hecho recientemente Hasta el último hombre, Loving, Florence Foster Jenkins o Lion. Igual que existen dos categorías de guión en los Oscar (original y adaptado), puede que haya llegado el momento de separar los premios en mejor película de ficción y mejor película basada en hechos reales. Serían 18 filmes nominados. Más cine promocionado y más apasionantes discusiones entre la crítica. Eso sin mencionar la que podrían liar con los sobres.

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