OPINIÓN

Gracias, maestro

Gracias, maestro
Gracias, maestro
Gracias, maestro

Los políticos suelen procurarse un bienestar económico que les asegura una vejez sin estrecheces (comparadas con las pensiones del pueblo llano, podríamos sustituir el aséptico “sueldo vitalicio” por “desvergüenza ética” o, ya puestos, “corrupción”). La clase dirigente, situada en un hipotético punto medio entre la alocada juventud y la resignada ancianidad, ignora a los mayores y usa la educación más como arma electoral que como herramienta fundamental. Qué pocas letras separan la adultez de la idiotez.

Y es que, igual que somos lo que algunos buenos maestros han hecho de nosotros, nunca llegaremos a cosas que otros profesores no supieron hacernos ver cuando tocaba. Recordaré toda mi vida a don Julio, un estricto y cordial maestro del colegio de la Gesta de Oviedo, que acertó a reforzar y consolidar mi interés por la lectura, pero he olvidado el nombre de un presunto educador que un año más tarde, ya en otro centro, trató de impedirme la lectura de Las ratas, de Miguel Delibes, por parecerle “poco apropiado”.

Viene la reflexión al caso de mi pasión por el Macbeth de Fassbender y Cotillard. Mi predisposición arrancó a mediados de los 80 en las clases del profesor Juan Tazón, que en la facultad de Filología de Oviedo me acercó, de manera rigurosa y entusiasta, a esta incontestable tragedia sobre ambición y crueldad. El texto me ha acompañado todos estos años, he llegado a aprenderme fragmentos y lo he visto reflejado en casi todas las producciones dramáticas que tratan el poder y sus secuelas. El acierto del director Justin Kurzel para fotografiar, ambientar y acompañar la caída a los infiernos de los Macbeth hicieron el resto para que me emocionara más allá del metraje. Ver la película ha sido como rememorar, en menos de dos horas, casi treinta años de literaria felicidad. Qué bien tanto ruido y tanta furia.

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