OPINIÓN

Force Majeure

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Empecemos el tejado por el tejado: Eddie Izzard es, objetivamente, uno de los mejores cómicos actuales (John Cleese lo denominó “el miembro perdido de Monty Python”). Su currículum es pura hiperactividad creativa: actor en cine, teatro y televisión (fue Abel Gideon en Hannibal), activista político, benefactor convencido y, sobre todo, buque insignia del stand up. Sus textos diseccionan historia, religión, ciencia o cultura con el incontestable bisturí de lo racional a través del absurdo: su risa vive en la demolición de lo solemne. Alumbra la erudición con las antorchas de lo cotidiano, y aplica premisas costumbristas a las verdades absolutas para que ellas solas expongan el contrasentido de su idiotez. Dios no sonaría convincente con un tono agudo de voz. Es probable que Julio César pidiera ser recordado como una ensalada. Quizás Ricardo Corazón de León barajó seudónimos como ‘Pulmón de Gorila’ o ‘Rodilla de Murciélago’. Seguro que Darth Vader hacía cola para comer en la cantina de la Estrella de la Muerte.

Pero no es texto todo lo que reluce. La otra gran baza del directo de Izzard es su hipnótica ejecución gestual, un flexible discurso sinuoso en el que aparecen diferentes personajes, distintos énfasis, diálogos a varias bandas y sonidos efectistas que optimizan el uso del micrófono. Ver su espectáculo te obliga a prestar mucha atención: no quieres perderte ni una coma, por si encierra alguna carcajada.

Y lo mejor es que se ha impuesto el reto de expresarse en otros idiomas para demostrar que el humor universal está por encima de los localismos. Ya lo ha hecho en francés y alemán, y ahora mismo construye poco a poco ese Force Majeure que presenta en pequeñas salas por nuestra geografía. La idea es reunir suficiente material para elaborar un show completo en español. Mientras tanto, permanezcan atentos: Eddie Izzard podría actuar al lado de su casa. Su desafío es nuestra bendición.

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