OPINIÓN

Es el ego, que intenta joderte

Es el ego, que intenta joderte
Es el ego, que intenta joderte
Es el ego, que intenta joderte

YO HASTA HACE UNOS MESES ERA UN MUCHACHO HUMILDE, bien lo sabe Dios. Incluso tenía el mal del impostor. Creía que mis logros se debían a una cuestión de suerte y que la gente me sobrevaloraba. También era de los que intentaba colar el escupitajo por la rendija del ascensor, pero ésa es otra historia. Lo que quiero decir es que mantenía intacto al niño que un día vino de Albacete a la capital para cumplir sus sueños.

Pero algo ha cambiado en mí defi nitivamente, he cruzado el rubicón y ya no soy el mismo. Me he dado cuenta de una cosa, SOY UN GENIO DE LA INTERPRETACIÓN, así de sencillo.

Y no hace falta decirlo, pero la situación ha cambiado irremediablemente, a saber:

Lo bueno que me pasa se debe a mi talento. Lo malo, a que alguien no ha hecho bien su trabajo.

Siempre debería haber una persona que me llevara y me trajera. Los papales protagonistas llevan mi nombre. Mis compañeros intentan eclipsarme, y se creen que no me doy cuenta. Mis aportaciones se tienen que tomar en cuenta sí o sí. No tengo por qué pagar en ningún sitio. Hay un aura que me envuelve y me hace brillar siempre y no entiendo cómo hay gente que todavía no se ha dado cuenta. La mediocridad me marea. Soy un referente. No tengo por qué discutir nada, si en mi cabeza está la cosa superclara. No quiero perder el tiempo.

Mis amigos de toda la vida se han vuelto unos estomagantes. Hacer cola es para los otros, no para mí. Por supuesto que me tienen que esperar. No tengo por qué saludar al llegar. No tengo por qué dar ninguna explicación. Claro que quieren algo de mí, todos lo quieren. Con los aduladores se puede hacer tertulia. Tú te acuerdas de mí, pero yo no de ti. No tengo por qué escuchar los problemas de los demás. Piensa siempre en el doble a la hora de pagarme. Aún me sigo emocionando con la sonrisa de un niño.

Y no debería acabarme nunca. FIN.

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