OPINIÓN

#Velazquezmdt El Ministerio del Tiempo: el incendio del Alcázar y el rey loco

#Velazquezmdt El Ministerio del Tiempo: el incendio del Alcázar y el rey loco
#Velazquezmdt El Ministerio del Tiempo: el incendio del Alcázar y el rey loco
#Velazquezmdt El Ministerio del Tiempo: el incendio del Alcázar y el rey loco

Ya iba siendo hora que a Velázquez le tocase protagonizar su propio episodio. En 1734, un rey loco de atar, Felipe V, cree ver fantasmas cuando en realidad le están robando los cuadros de su estancia para evitar su pérdida en el famoso incendio del Alcázar que acabaría con obras de los grandes, entre ellas, las de Velázquez. Al estilo Misión: Imposible, unos cuadros entran por los que salen, mientras Isabel de Farnesio cree dominar la situación. “Sufre de vapores melancólicos que le empañaban el espíritu”, dice la altiva señora de su marido, postrado en la cama si no es saltando como una rana. “No hay crimen perfecto si no policía torpe”, asegura el Boss ante el cantoso desvalijamiento. El pintor, que defiende con orgullo su obra, su talento y lo que haga falta (pasándose tres pueblos), tendrá una misión que resulta ser una paradoja: salvar los cuadros para que se quemen y no cambiar la historia. “Yo pinto, no hago trampas”, dice cuando Angustias encuentra una cámara de fotos y cree que pueda ser de él. Pero sí que habrá engaño, aunque no sea con el pincel. El remate final está muy bien llevado, pues gracias a un pacto entre Mendieta y el Boss, el Ministerio guarda secretamente un espacio para albergar finalmente todas esas obras (dejando en su lugar sus correspondientes copias). Velázquez se viene arriba y nos hace olvidar a Pacino, aunque Alonso lo recuerda cuando no encuentra en Julián a aquel camarada sensible y lleno de positivismo. Julián bromea, pero lo hace para sí mismo, como entre dientes (“Ni Ozores en el Un, dos, tres”, masculla cuando no entiende al rey). No es el Pacino que ríe sus gracias en equipo. Momentos culinarios a montones (gallina hervida pide el rey, jabalí con castañas según Alonso, galletas para la criada ladrona que se sienta a la mesa de los señores), tantos como guiños cinéfilos: el “Nadie es perfecto”, de Con faldas y a lo loco, de Julián cuando Alonso querría que fuera una mujer para hablar de su abogada; el “si me necesitas silba” de la abogada a Alonso, a lo Lauren Bacall en Tener o no tener; y Mendieta asegurándole al Boss, a lo El Padrino, que le va a hacer “una oferta que no podrá rechazar”. Y, como siempre, sugerentes golpes de humor: Velázquez amaneciendo con la cara entre las piernas de Irene; llorando la pérdida de su obra en plan replicante (“todo este talento, todo este esfuerzo se perderá como lágrimas en la lluvia”) o nuestra Cayetaner en plena faena sin perder con las prisas sus taconazos. Un episodio que ha tenido de todo, incluyendo un asesinato a sangre fría por parte de super-Mendieta y una posible continuación con esa criada de los padres de Amelia que parece la mismísima señora Danvers. Parecía con sus comentarios de lo más campechana (“El hombre de tu vida lo sientes y ya está, es un hormigueo en la tripa, que pasa una vez y dura siempre”) pero la nena traerá cola. El amor sigue flotando en el aire (Amelia echa de menos a Pacino y no quiere quedarse a solas con Julián), especialmente sobre la cama de un Alonso superado por las circunstancias cuando es ella la que le tira al catre.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento