OPINIÓN

Uninvited: este gato SÍ es un peligro

Uninvited: este gato SÍ es un peligro
Uninvited: este gato SÍ es un peligro
Uninvited: este gato SÍ es un peligro

Los gatos como villanos en la pantalla no funcionan. Por un lado, porque son demasiado cuquis. Y por otro porque, joder, son un puto gato. No estamos hablando de Cujo precisamente. Vale, te pueden arañar la cara, pero lo más probable es que les pongas en órbita de una patada.

Pero…  ¿y si bajo la piel de ese inofensivo minino se ocultara un mutante asesino? La cosa cambia, ¿verdad? Esa fue la idea del gran Greydon Clark para rodar su película The Uninvited (1988). Una criatura repugnante que se pone el pellejo de un gatito por encima para engañar el personal y se va cargando, uno por uno, al reparto humano de la peli.

El film comienza explicando el origen de este bicharraco: la ciencia, la maldita ciencia una vez más, esa que hace que tu móvil estalle y que crea criaturas asesinas. Aquí, los tipos de un laboratorio han mutado a un inofensivo minino en una criatura asesina. El bicho utiliza la piel del gato para camuflarse, pero puede “salir” de ella para matar a sus víctimas. Por suerte para todos, está encerrado en un laboratorio de alta seguridad.

Por supuesto, el monstrogato tarda cinco minutos en escaparse de allí.

Como el chiquitín es adorable, un camionero que se lo encuentra por ahí lo acaricia y le da leche. Cuando un canalla le roba el camión, el gato radioactivo venga a su amigo y lo asesina mientras conduce: este minino parece que tiene vena de justiciero, a lo Steven Seagal.

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Mientras, vemos como Greydon se las vea y se las desea para reunir un cast de actores jóvenes y otros más veteranos en un yate, donde transcurrirá el resto de la película. El tipo termina por hacerse un lío y lo despacha de esta manera:

    Dos chicas se han quedado sin habitación de hotel en la costa, así que tres matones les ofrecen ir con ellos al yate. Ellas aceptan sin pensárselo mucho: lo normal. La gente es así de maja y JAMÁS querrían nada a cambio de esas jovencitas.

    Uno de los matones, el gran Clu Gulager, mata a un enemigo del trío… pero le da un infarto en el proceso. Clu Gulager, pa casa.

    Las chicas conocen a tres jóvenes alelados que tampoco tienen nada que hacer… ¡y les invitan también al yate! Aunque no sea suyo, da igual. Seguro que es justo lo que quieren tener por ahí

    De remate, las chicas encuentran al gato radioactivo…. ¡Y SE LO LLEVAN TAMBIÉN! Vamos, que si se encuentran a Aramis Fuster por ahí, le ofrecen también sitio en el yate.

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    Así, que al final todos salen rumbo a las Islas Caimán. Durante el viaje hay alcohol, drogas, gente haciendo aerobic, complots para hacerse muy rico, tortazos y traiciones… el rollo habitual en cualquier película 80s de este tipo.

    El espectador avispado comprende rápidamente que esta mala gente, que se droga, se enrolla y defrauda impuestos, irá muriendo merecidamente a manos del “pasajero no invitado” de la película, que se los cepilla gracias a su mordedura radioactiva y venenosa.

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    Además, el bicho crece con cada víctima que mata, aunque no se los come: será porque gana experiencia y va evolucionando en diferentes formas, cual Pokémon. Ojalá capturar un Uninvited en el puerto de Benidorm. Eso sí, luego sigue cabiendo en la piel de gato, que tiene el mismo tamaño del principio.

    El mecanismo del film es similar al cualquier clon de Alien, o incluso al de aquel Viernes 13 VIII, con el bicho acechando uno por uno a sus víctimas mientras estos descubren que “el gato es altamente venenoso” (WTF) y que se ha cargado el motor del barco, con lo que comenzará a hundirse irreversiblemente… ¿podrán nuestros protagonistas acabar con el malvado animal y huir de naufragio? La respuesta, la verdad… importa muy poco.

    Clark ya había dirigido cosas como Llegan sin avisar (Without Warning, 1980) o mi queridísima Skinheads (1989). El tipo nos entrega aquí una serie B de libro, que transcurre prácticamente en una única localización en la que resultaba barato grabar, con un monstruo ridículo que aparece sólo en los momentos claves, y rellenando el resto con unos personajes carentes de todo interés.  Todo un desperdicio de un actor como George Kennedy, al que veríamos después en las diferentes entregas de Agárralo como puedas (The Naked Gun, 1988) como jefe del Leslie Nielsen.

    El gato de marras da demasiada risa para tomárselo en serio. En demasiadas ocasiones, parece que los actores están forcejeando con algún tipo de comadreja disecada o algo así. Y, por supuesto, que el animal revierta a su condición original no ayuda: el gato es demasiado guapete como para dar miedo o resultar inquietante.

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    El director volvió al terror a petición de sus distribuidores, que habían conseguido ganar bastante dinero con Llegan sin avisar El tipo no tenía muchas ganas (y se nota), pero accedió. La idea original era haber usado ratas o perros rabiosos, pero fueron desechadas por ser demasiado obvias. Greydon decidió usar un gatete y hay que admitir que acertó: es lo único realmente memorable, tanto que en algunos mercados fue retitulada “Killer Cat” y el bicho siempre aparecía destacado en el poster.

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    El film no funciona como película de terror en ningún momento, pero gracias a las gilipolleces que dicen y hacen los personajes y las algo repugnantes escenas en las que el gato vomita su yo interior, se deja ver como una peli mala más. Clark tuvo que hipotecar su casa para conseguir financiar la película, aunque la jugada le salió bien y ganó bastante dinero. Me alegro: pensar que has perdido tu hogar por financiar una cinta tan floja como esta tiene que dejarte tocado de por vida.

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