OPINIÓN

'The Affair', tercera temporada: Noah tu barba no engaña, sigues igual de torpe

'The Affair', tercera temporada: Noah tu barba no engaña, sigues igual de torpe
'The Affair', tercera temporada: Noah tu barba no engaña, sigues igual de torpe
'The Affair', tercera temporada: Noah tu barba no engaña, sigues igual de torpe

(no sigas leyendo si no has visto las dos primeras temporadas de The Affair, aquí hablaré del primer episodio de la tercera entrega)

Aparte del McNulty de The Wire (superNoah), una especie de Don Draper moderno, si algo enganchó de The Affair fueron los diferentes puntos de vista de sus cuatro personajes. Como en El cuarteto de Alejandría, cada uno de ellos recordaba (a su manera) la misma situación. The Affair se convirtió en un culebrón entretenido en su segunda temporada cuando Helen decidió, por fin, desmelenarse un poco, pero entró en barrena cuando nos contaron la nueva vida de Cole junto a su futura esposa Luisa que nos interesaba bien poco. Eso sí, el final nos dejó con la boca abierta. Bien podría haber sido el final de la serie, pues, por fin, se mostraban las causas de las difíciles relaciones entre los personajes. Por fin, íbamos a descubrir quién mató a Scotty y, por ende, tendríamos por fin motivos de verdad para odiar un poco más a Noah, de tío deseable se convirtió en una sombra de lo que fue por metepatas. Mientras Cole se casaba y no se enteraba de nada, Scotty intentaba meterle mano a Alison, y ésta en un arrebato le empujaba ocasionando que Helen lo atropellara y lo matara. Dos mujeres, culpables de un crimen, se iban de rositas gracias Noah, que se autoinculpaba en el juicio. Ahí terminaba semejante culebrón. ¿Qué vendría ahora? Yo apostaba por la apelación y el juicio, o incluso por ver cómo Noah se manejaba en la cárcel. Ni uno, ni lo otro. La tercera temporada de The Affair comienza en el futuro, tres años después, y ya no tiene nada que ver con lo que era The Affair en un comienzo. Sólo vemos el punto de vista de Noah. Para que sepamos que es un nuevo hombre, se ha dejado barba, da clases en un colegio y ha escrito un libro. Helen sólo aparece para recordarnos que los hijos de Noah están cabreados con él. Alison, en el recuerdo. Y Cole, ni de refilón. Noah es de nuevo el absoluto protagonista de la historia. Pero, al contrario que Don Draper, que se retiró a la montaña rodeado de hippies y vio la luz, Noah sigue igual de despistado. En el momento que se afeita la barba, mirándose al espejo, llegamos a creer que es un hombre nuevo. Pero nada de eso. Otra vez, erre que erre, con que se lleva fatal con Helen, añora a Alison y, en vez de Cole, se cruza en su camino una profesora francesa que, me da a mí, que es como Noah en mujer. Si la “maldición familiar” de Cole era que no podía tener hijos (no sabemos si Alison le contó que, supuestamente, su hijo es de él), la maldición de Noah es que es un personaje al que, haga lo que haga, tenemos que odiar. Y, en realidad, él tampoco hace mucho porque le odiemos. Creo que se juntan que algunos secundarios son terribles porque lo da el mismo ambiente en el que se mueve Noah, con esos alumnos llenos de miedo y de rencor, o esa profesora que le pone que haya estado tres años en la cárcel con sequía. El paralelismo final entre la alumna con miedo a que la violen y el propio Noah mirando por encima del hombro para ver si le siguen dice mucho de la poca o nula poesía de esta nueva entrega. ¿Mi suposición? Los propios guionistas se han visto sorprendidos por una nueva tanda de episodios, partiendo de cero, con nuevos miedos (Noah de alguien de la cárcel). Pero el pasado seguirá allí. Si se descubre que Noah no es el culpable las otras dos mujeres lo van a tener muy crudo. Pero también Noah. La mentira sigue siendo el pegamento de la serie, pero poco más.

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