Siempre en mi equipo (IV): Jean Paul Belmondo

Jean-Paul Belmondo, gardien de but. Suena bien, ¿verdad? Pues es verídico. Lo reconoce el propio actor, del que sí conocíamos su apolíneo perfil pugilístico (esa nariz modelada a golpes le delata), en esta entrevista [del minuto 3:05 al 3:45 habla de fútbol] del verano de 1964, cuando se encontraba en plena efervescencia artística, cinco años después de rodar Al final de la escapada. Y paraba, vaya si paraba.

JPB. – Los domingos suelo jugar al fútbol. ¡Lo más amateur que hay!

Entrevistador – Ya, no en primera división.

– No, no en primera división, jajaja.

– ¿Y en qué puesto juegas?

– Guardameta.

– ¿Por qué? ¿Es menos cansado que jugar como delantero centro?

– Tal vez, sí. Me gusta lanzarme, me gustan las estiradas y eso, ¡hacemos un poco de acrobacias para variar!

La foto que ilustra esta entrada, igual que la que luce bajo estas líneas con un quinteto de admiradoras, no es de aquella entrevista, pero sí de aquel mismo año, durante el rodaje de la serie para la televisión francesa Les coulisses de l'exploit.

La entrevista no deja dudas, pero hubo más domingos, como el de la foto que sigue. Fue del día del homenaje al mítico Piantoni en la villa de Carpentras, donde el ex futbolista internacional francés se retiró, y a la que un bigotudo JPB llevó a su equipo de amigos en otoño de 1966 a jugar un partido de homenaje contra los amigos del legendario jugador Roger Piantoni.

Hay otras muchas estampas del JPB cancerbero, pero una me fascina por encima de las demás, aunque quizá sea sólo por el poderoso influjo de los nombres compuestos y con guión. En esta estampa de finales de los setenta Jean-Paul Belmondo me recuerda muchísimo al mítico portero del Bayern de Múnich y la selección belga Jean-Marie Pfaff. Carácter bajo palos. Y pantalones ajustados.

P.S. Me cuenta el gran Sergio Cortina (@sergiocortina) que leyó en el libro L'histoire du Paris Saint-Germain de Daniel Riolo que Belmondo estuvo implicadísimo en la fundación del club parisino en los setenta. JPB llegó a ser vicepresidente en aquellos inicios de la institución que tomó la plaza del Stade sangermanois en las categorías más bajas de la pirámide del fútbol francés para ir ascendiendo poco a poco, en un plan preconcebido (y ciertamente glamouroso pero artificial) de convertirlo en el gran conjunto parisino, una ciudad de poca tradición futbolera históricamente.

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